Lo más importante de la educación superior y desde la propia dinámica general de las universidades, puede ocurrir fuera de las aulas a través de la extensión universitaria; sin embargo, las propias academias ignoran, muchas veces, sus capacidades para impactar positivamente desde la ciencia, la cultura, la empresa y el servicio comunitario.

La visión y misión de las universidades, a través de sus escuelas e institutos, sólo puede reformularse y revalidarse en su permanente quehacer científico, cultural y social, ejerciendo una práctica creadora y creativa donde se verifique la validez de sus programas académicos. La educación superior y su pertinencia sólo son posibles si de manera efectiva hay un compromiso social. Este axioma constituye un elemento central del debate de los grandes eventos universitarios a nivel mundial.

Las grandes reformas de las universidades marcaron el rumbo del compromiso social; y, como tema permanente, éste sigue siendo un ancla de las grandes discusiones mundiales del sistema de la educación superior.

Las sociedades que reciben el servicio de las academias, terminan validando o no la pertinencia del quehacer universitario. De ahí que, temas como el calentamiento global y todos los demás tópicos sobre medio ambiente, tengan un espacio privilegiado de discusión y debate, desde la ciencia en las universidades.

Ningún aprendizaje puede ser más gratificante que aquel que se realiza desde el servicio solidario. El que se práctica desde la ciencia, la cultura y el compromiso social con la gente y sus comunidades, bajo una buena práctica social de la academia. Las universidades están llamadas a reducir la gran brecha social y abismal de nuestras sociedades; y sólo la extensión universitaria puede contribuir a hacer la diferencia más allá de las aulas.