Aunque tengo amigos inteligentes que profesan cierta admiración por, al menos, uno de los dos escritores que cito en el título, tengo que admitir que por más esfuerzos que he hecho para tratar de descubrir la calidad que algunos aseguran tiene Junot, no hay manera de que pueda lograrlo. El caso de Julia Álvarez es distinto: se trata de una escritora de pocos méritos literarios y punto.
Cuando leí la carta que, junto a otros dos escritores más, estos publicaron defendiendo hasta la invasión haitiana del 1822, sentí mucha indignación. En este caso me luce que sus criterios sólo persiguen hacerse graciosos en la sociedad en la cual ambos tratan de vender libros.
El documento de marras es un asqueante intento de demeritar la gesta más pura y heroica que jamás hemos tenido: donde se forjó la Patria.
Quitándonos eso nos convierten, social y políticamente, en primitivos y despatriados.
Ahora, según estos descocados, nuestra Gesta Independentista no es más que un intento de restar importancia a la gran hazaña que habría constituido la invasión haitiana. ¡Una atrocidad!
Indignante fue, por demás, la afrenta que resultó ser la traición de los integrantes del movimiento haitiano llamado "La Reforma" a nuestros Trinitarios, que habían participado en la lucha local para ayudar a los haitianos a salir del tirano Boyer. Lo mismo digo de los 22 años de dictadura que hubimos de sufrir.
Por lo que veo, Junot y la Álvarez hubiesen deseado haber vivido todavía bajo el yugo opresor del 1822 al 1844. Yo, en cambio, prefiero ser libre de quien sea que intente oprimirme, sin que importe el color de piel, las creencias o la nacionalidad de los opresores.
Con grandes sacrificios, con mucha metralla disparada, con la sangre de hombres y mujeres de los nuestros derramas, con sinsabores y traiciones hemos logrado constituirnos en una Nación libre de potencias extranjeras. Todos los que lucharon por nuestra Independencia, los que fueron heridos, los que murieron, han sido agraviados en no pocos párrafos de la carta anti dominicana que publicaron los dos escritores citados. Confieso que jamás pensé que tal desatino podía ser firmado, siquiera, por escritores de dudosos talentos, aunque a uno lo celebren gente a quienes aprecio.
No siempre he estado de acuerdo con la prudencia de la sentencia que nos ocupa y que evacuara el Tribunal Constitucional; pero ante la agresión gratuita e interesada a mi país, que tiene todo el derecho de decidir sobre sus asuntos legales, agraden o no, no nos dejan otra salida a los dominicanos que defender nuestra Patria en cualquier terreno que esta nos convoque. ¡Carajo!
—General Juan Pablo Duarte: nos declaramos eternamente convocados por usted para la causa de la República, la de la enseña tricolor y cuartos encarnados y azules que usted decidió. Marcharemos, cuántas veces fuese necesario, por los fueros de la Patria… sobre las tablas de algún teatro… o en los cruentos escenarios de la guerra. Si la Patria, su Patria, General Duarte, vuelve a ser ultrajada, otra vez levantaremos el estandarte del honor y gritaremos… ¡Este país será política y culturalmente libre y soberano de cualquier potencia extranjera… o hundimos la isla!
«Así lo ratifico y prometo ante Dios y el mundo. Si tal hago, Dios me proteja, y de no, me lo tome en cuenta y mis consocios me castiguen el perjurio y la traición si los vendo”. »