Cont.

“Se valían de diferentes maniobras. Recuerdo esta. Los días 1 y 2 de noviembre de aquel año debían celebrarse elecciones municipales. Los jimenistas habían presentado una candidatura y organizado comités para sustentarla.

Descubrieron que a un comité instalado en el barrio de la Misericordia acudían a título de bolos dos “camarones” (espías) horacistas. Un jimenista llamó a otro como para hablarle en privado y ambos se situaron cerca de uno de los “ camarones”.

Entonces el uno le dijo al otro en voz baja, pero lo suficientemente perceptible para que el “camarón” oyera: “Ve adonde Morales y dile que nos mande lo que nos ofreció”.

El otro salió y como a la media hora regresó en un coche trayendo una caja de ron, una cantidad de montantes y cohetes y otras cosas. En realidad, donde había ido era a la casa de otro jimenista que ya tenía listas esas cosas.

Por fin Morales se atrevió a dar un paso que aclarara su situación. Resolvió cambiar al Comandante de Armas, nombrar en sustitución de Roldán al General Lorenzo Martí, conocido con el apodo de Pulún, e ir personalmente a la fortaleza a ponerlo en posesión, acompañado de sus ayudantes de campo y un grupo de hombres escogidos del partido horacista en quienes tenía confianza y en unos pocos jinetes que eran amigos personales suyos.

Martí era Gobernador adjunto y horacista muy definido. Todo estaba dispuesto para la mañana del lunes 27 de noviembre.

Queriendo, sin embargo, hacer ver que su propósito era recuperar su autoridad perdida desde el día en que fue insultado por Cirilo de Los Santos, pero no romper con el Horacismo, llamó a su despacho el domingo 26 a Rafael Justino Castillo, horacista prominente, y le propuso la Secretaria de Hacienda, en sustitución de Federico Velásquez.

Castillo no aceptó. Entonces llamó a Rafael Alburquerque y a Ramón O. Lovatón muy horacistas ambos y les propuso, al primero la Secretaría de Hacienda y al segundo la de Fomento,  que ocupaba Leonte Vásquez. Tampoco aceptaron.

Ese fue su error capital, porque en vez de esperar a poner en posesión a Martí y luego hacer los cambios en el Gabinete, sustituyendo a los ministros hostiles, pero teniendo bajo su autoridad el recinto militar, lo hizo en orden inverso, sin contar con que Velásquez y Vásquez demasiado fuertes dentro del partido y el gobierno, no iban a permanecer inactivos.

En efecto, Alburquerque y Lovatón, y probablemente Castillo, que era compadre de Velásquez, le comunicaron a éste lo que había propuesto Morales y en seguida Velásquez se puso a su vez en comunicación con Leonte Vásquez y Luis Tejera para apercibirse a la defensa.

El revuelo que se produjo en el horacismo es de imaginarse. La voz que se hizo circular fue la de que Morales estaba planeando un golpe para echar a los horacistas del gobierno y llamar  a los jimenistas.

En la prima noche del 25 algunos de los horacistas que habían sido invitados por Morales al día siguiente para poner a Lorenzo Martí en posesión de la Comandancia de Armas, le revelaron el secreto a Velásquez y éste, acompañado de Vásquez y Tejera, fueron a la ciudadela, la cual reforzaron con un número apreciable de hombres escogidos del partido horacista.

Morales, ajeno a esos acontecimientos, amaneció el lunes 26 dispuesto a llevar a cabo su resolución.

Martí se presentó en el palacio a las siete y unos minutos de la mañana y Morales lo mandó al despacho de Relaciones Exteriores, para que recibiera de Juan Francisco Sánchez las últimas instrucciones.

Ya, sin embargo, era demasiado tarde. Luis Tejera había ido a la fortaleza con otro grupo de hombres escogidos y había asumido como Secretario de Guerra el mando de todas las fuerzas.

Foto de Luis Tejera, principal actor en el magnicidio del presidente Cáceres.

En seguida fueron separados por Tejera de sus puestos el Comandante Arturo Sanabia y el Capitán Ernesto Sanabia, su hermano y ayudante mayor, quienes habían hecho saber que permanecían fieles al Presidente de la República.

También fue separado de su puesto Manuel Hernández, Nene, Comandante del Cuerpo de serenos, quien dijo que su deber era seguir al Presidente.

A palacio fue mandado un grupo de civiles armados de revólveres, con instrucciones de oponerse a cualquier intento que hiciera Morales de organizar un grupo.

Enterado ya de todo, Morales seguido de sus ayudantes de campo, se retiró a su casa en la calle del Estudio (ahora Hostos). Esa casa es la misma en donde fue asesinado el Padre Canales y que se consideró siempre como de mala sombra.

Le acompañábamos yo, que era su Secretario, Francisco Ureña Hernández, Oficial Mayor de la Secretaría, y otros empleados de ésta. Todos éramos horacistas; pero no vacilamos en quedarnos a su lado, primero porque ese era nuestro deber, y luego porque plenamente convencidos de que Morales no había sido infiel a la palabra que le había dado al partido.

Desde su casa mandó a buscar a Don Emiliano Tejera y a Don Federico Velásquez. Momentos después llegaban estos señores acompañados de varios horacistas.

Morales acusó a Luis Tejera de traición y don Emiliano protestó, replicando que quien le estaba traicionando al partido era Morales, puesto que había estado inventando hacer cambios en el gobierno y queriendo poner fuerzas militares bajo su mando y control personal, con el concurso de los enemigos del gobierno.

Morales se defendió a su vez de esa acusación e hizo un recuento de todos los sucesos que habían ocurrido en los últimos tiempos y por qué él se había visto obligado a proceder como lo había hecho.

Advirtió que su propósito era tener un acuerdo final con el horacismo y no hacer nada sin el concurso del General Cáceres.

Negó que tuviera cualquier connivencia con los jimenistas y dijo que esa era una de las invenciones de sus enemigos dentro del partido horacista para hacerlo salir del poder.

Agregó finalmente que, en vista de la actitud asumida por el secretario de Guerra y de que eso equivalía a un derrocamiento, enviaría su renuncia al Congreso.

Don Emiliano le observó que el partido horacista, empezando por el General Cáceres, que era su más significado representante en el Gobierno, se hallaba muy lejos de desear que él dimitiera, pero que era absolutamente necesaria una definición de la situación para que no se volviera a producir ningún rozamiento entre Morales y el horacismo.

Morales manifestó entonces que el primer paso para llegar a ese resultado debía ser la destitución del Coronel Francisco Aníbal Roldán como Comandante de la Plaza de Santo Domingo.

Don Emiliano, e igualmente Velásquez, respondieron que no habría inconveniente en hacerlo así; pero que era necesario al mismo tiempo sacar del Gabinete a Juan Francisco Sánchez en quien el horacismo veía el inspirador de todo lo que había hecho Morales en contra del horacismo.

Morales volvió a decir que si ese mismo día no era sustituído Roldán él renunciaría. Se siguió discutiendo este punto. Don Emiliano y Velásquez le preguntaron a Morales que quién creía él debía nombrarse Comandante de Armas.

Morales señaló a Lorenzo Martí (Pulún). Don Emiliano y Velásquez se opusieron. Morales propuso al General Juan Pablo Sanabia, Jefe de su Cuarto Militar, y también se opusieron.

Velásquez propuso a Esteban Nivar, quien era Comandante del Puerto, y Morales no aceptó. Entonces propuso a Wenceslao Guerrero González (Laíto) y tampoco aceptó aduciendo que esta había sido sustituida como Comandante del Puerto por haberle faltado el respeto y que ese había sido precisamente uno de los incidentes que marcaron el periodo de las desavenencias entre él y algunos horacistas connotados.

En esto llegó Juan Francisco Sánchez y tomó parte en la discusión en defensa de Morales. En resumen no se llegó a nada. En la tarde se reunieron los Ministros ( excepto Montolío) para examinar la situación.

Luis Tejera dijo que para cortar la discusión él estaba dispuesto a renunciar la Secretaría de Guerra y Marina y aceptar la Comandancia de Armas.

Esa misma tarde fue celebrado un Consejo de Gobierno, presidido por Morales, a cual asistió el Ministro americano Dawson. Allí se resolvió nombrar a Luis Tejera Comandante de Armas, pasar a Carlos Ginebra de la Gobernación de la Provincia a la secretaria de Guerra y nombrar Gobernador a Lorenzo Martí.

Como Gobernador Adjunto fue nombrado Wenceslao Guerrero González (Laíto).

El mismo día 26, Velásquez, Fco. Leonte y otros telegrafiaron al Vicepresidente Cáceres llamándolo a la Capital. Morales le dirigió un telegrama invitándolo a celebrar una entrevista a bordo del cañonero Independencia.

Cáceres llegó a la capital el 2 de diciembre, sábado, y al día siguiente se iniciaron en el despacho del presidente unas conferencias a las que asistían Morales, Cáceres, Don Emiliano y Dawson.

Como mi escritorio estaba en el mismo despacho del Presidente, yo oía todas las discusiones desde mi asiento dándoles la espalda a los conferenciantes.

El primer día me quise retirar;  pero me dijeron que todos tenían confianza en mi discreción.

Como ya todos los horacistas señalaban al Secretario Sánchez como el inspirador e instigador de toda la supuesta traición de Morales al horacismo, le hicieron ver a Cáceres que era necesario sacarlo del gabinete.

Ese fue el tópico principal de las discusiones. Morales resistió, apoyado por Dawson. Cáceres cedió. Entonces se convino en que Morales le escribiera una carta a Cáceres en la cual se comprometiera a no cambiar ningún ministro ni nombrar otro nuevo, sin consultar antes con Cáceres, como representante del horacismo.

Yo pasé en limpio con mi letra (entonces no había máquinas de escribir en el gobierno) la carta y Morales la firmó.

Cuando ya parecía todo solucionado, los horacistas principales, incluyendo a Don Emiliano y a Velásquez, le hicieron ver a Cáceres que era preciso a toda costa que Sánchez saliera del gobierno, pues su influencia sobre Morales era muy grande y las cosas iban a continuar mal.

Cáceres volvió a promover nuevas entrevistas en las cuáles se trataba únicamente la salida de Sánchez del ministerio.

Cáceres insistió en la separación de Sánchez, ayudado por Don Emiliano y Velásquez. Morales volvió a resistir apoyado por Dawson.

Estas entrevistas duraron el 4  y el 5. Morales defendió a Sánchez arguyendo que todos los cargos que se le hacían eran injustos y que, además, se le iba a poner en una situación muy mala después de haber prestado tan buenos servicios al partido y al gobierno.

Dawson lo defendía argumentando principalmente que Sánchez era el Secretario de Relaciones Exteriores con quien había negociado la Convención del 20 de enero de 1905 y el Gobierno de los Estados Unidos necesitaba que permaneciera ahí para que cuanto se relacionara con ese asunto no sufriera tropiezos.

Cáceres dijo que Sánchez podía ser designado para ocupar un puesto en el extranjero, como por ejemplo, la Legación Dominicana en La Habana o el Consulado en Hamburgo.

A su vez Don Emiliano y Velásquez hicieron ver a Dawson el error en que incurría vinculando la presencia de Sánchez en la Secretaría de Relaciones Exteriores a la surte del Proyecto de Convención, el cual, le aseguraban, seguiría el mismo curso con Sánchez en la Secretaria o fuera de ella.

Por último el 5 de diciembre en la tarde las fuerzas de la resistencia de Morales se agotaron y el mismo Dawson no encontró más qué replicar, en vista de los cargos que se hacían contra Sánchez como elemento hostil al horacismo.

Quedó convenido en principio que éste iría a la Legación en La Habana. Después de la reunión le dijo Cáceres a Morales que como había de nombrarse un nuevo Secretario de Relaciones Exteriores le sugería que el nombramiento recayera en una de estas tres personas: Don Emiliano Tejera, Don José Gabriel García y Dr. José Lamarche.

Morales me comisionó para que hablara a Don José Gabriel García en su nombre. Así lo hice; pero Don José se negó rotundamente a aceptar.

El día 6 en la mañana, entre 7 y 8, llegó Don Juan Francisco Sánchez a la oficina del Presidente. Este le hizo un relato de lo ocurrido en la reunión del día anterior y una exposición de la situación.

Sánchez le dijo que había estado donde Dawson y que le había hecho el mismo relato. Agregó que le había dicho a Dawson: “Yo me atengo en un todo a lo que Ud. crea mejor”.

Finalmente le dijo Sánchez a Morales que había venido con Dawson desde la Legación Americana, sita entonces en la Calle Santo Tomás (ahora Arzobispo Nouel) hasta la casa de Don José Martin Leyba (frente al Parque Colón donde ahora tiene sus oficinas el Partido Dominicano) y que, al despedirse, Dawson, estrechándole la mano, le dijo: “Yo le probaré que soy su amigo”.

Al oír esto Morales, inquirió: “¿Qué le quiso decir con eso?” a lo cual repuso Sánchez: “No sé”. Yo quería ver si Usted me lo podía explicar”.

Permanecieron un rato sin hablar. Como monologando dijo Morales: “¿Qué será? “. Sánchez se fue para el despacho de Relaciones Exteriores.

A las 10 y cuarto, más o menos, estando reunidos Morales, Cáceres, Dawson y Velásquez (Don Emiliano no había llegado todavía) se presentó Carlos Ginebra, el Secretario de Guerra y Marina, dando señales de gran agitación y encarándose al Ministro americano le dijo:“ Mr. Dawson, del Olimpia y del otro crucero americano ha desembarcado una fuerza que trae cruz roja y ametralladoras y en la fortaleza y en el pueblo hay una gran alarma. Si esa fuerza desembarca la van a hacer fuego”.

Mr. Dawson, con mucha serenidad, le dijo a Don Carlos: “Cálmese, Usted puede dar la seguridad de que esa fuerza no desembarcará. Ella va a transbordarse al Scorpion”.(Este era un cañonero americano que desde hacía meses se hallaba en la ría, cerca de la orilla de Villa Duarte).

Ginebra agregó: “¿Seguro, Mr. Dawson?”. A lo cual este respondió: “Si, Señor, seguro”. Cuando Ginebra estaba bajando por una escalera de madera que había en el patio, estaba llegando a ésta Luis Tejera con un grupo de hombres armados de carabina. Ginebra quiso pararlo; pero Tejera no le hizo caso.

Continuará

Nota: la parte final de esta interesante como extensa carta se publicará en la próxima entrega de esta columna.