No pocos quedarán absortos con el título de esta reflexión, que me obliga desde el primer párrafo a aclarar el por qué se presenta aún más en una campaña este sentimiento noble e intenso, que al analizarlo nos damos cuenta de que no es tan común como el querer, pues el amor se reviste de una entrega total, desinteresada y de una pasión inusitada, es que la oxitocina (la hormona del amor) se nos presenta en placer liberador, comúnmente en medio también de una campaña electoral, ya que nuestra entrega total a la causa en la que creemos y apoyamos, nos produce el mismo efecto que el placer o el enamoramiento hacia una persona, en un complejo sentimiento por los líderes que nos atrapa y nos hacen ser irracional la más de las veces.
Es que la palabra encanta y ocasiona, sobre todo, esa sensación emancipadora a las mujeres, que les produce una especie de orgasmo intelectual, el cual he visto a muchas sentir cuando discurseaban los grandes líderes o tribunos, varios cultores de ese verbo cervantino, otros exploradores geniales de nuestros auténticos gramaticales dominicanismos; es por eso el frenesí de miles y miles de damiselas que en tiempos de campaña convierten a sus líderes en caudillos, en adalid o valientes conductores, y en protagonistas de sus sueños hermosos de fascinación casi erótica.
Está comprobado que casi todas las féminas se enamoran por lo que escuchan, y los hombres por lo que ven, un orador carismático produce lo que “el opio en las mujeres”, las hacen entrar en un trance de satisfacción en esa especie de cortejo mágico, que hace que inicie una “chispa” que enciende como fogata en las mozas, ese torrente de dopamina, serotonina y oxitocina, que activa el sistema límbico, que es la parte del cerebro que controla las emociones y la percepción.
Es principalmente en el oficio de la política donde he visto hombres desprovistos de la belleza de adonis, competir y ganar a otros de agraciados cuerpos y atractivos rostros, porque tenían mayor capacidad de comunicar y hechizar con la palabra a la mayoría de las que los escuchan.
No lo duden, las mujeres le son más fieles a sus líderes o a sus candidatos, por ese proceso de enamoramiento donde desaparece lo lógico y se le idealiza igual que a un ser amado, es por ello que se les exagera sus cualidades y se les ignoran sus defectos, aunque sean estos demasiados obvios.
Es que el amor se incrementa en tiempos de campaña, cuando legiones de candidatos salen con el arma potente e irresistible de la palabra hablada a cautivar a cuántas damas se encuentren en el camino para hacerlas fans de sus ideas, de sus propuestas, de su visión, y es ahí el porque la mayoría de las mujeres le votan a favor a los hombres antes que a sus propias compañeras de género, esa es la respuesta del porque las primeras machistas en nuestro país son las propias mujeres, ya que son los varones los que las hacen transitar por esa cumbre del éxtasis, donde el pensamiento racional queda totalmente nublado, y son las hormonas con sus respectivas reacciones las que las mandan o las gobiernan.
Es que el liderazgo masculino es místico, atemporal y les produce a las mujeres al oírles esa euforia, una lluvia de sensaciones únicas, extraordinarias e irreemplazables, solo comparable a las que las hace sentir su amado y admirado esposo o compañero.
He visto en varias campañas cómo se embriagan de amor las mujeres que se convierten en escuderas por excelencias de los candidatos, que con el don del convencimiento las cortejan hasta hacerlas fieles a morir a su causa, pero también he advertido como peligrosas obsesiones, que como efecto narcotizante han llevado a no pocas mujeres a acciones casi demenciales, que las convierten en verdaderos peligros por sus actuaciones antipolíticas para los líderes o candidatos.
Nunca se me olvida porqué lo observé ya hace muchos años como un gran amigo, un senador ido a destiempo, que tenía la singular capacidad de llevar al paroxismo emocional a hembras que en histrionismo lúdico le veneraban con ardorosa pasión, dejando este en cada barrio y en cada pueblo de su provincia una moza, en una verdadera estela de amores inconclusos.
Los políticos triunfadores construyen muchos de ellos tras de sí una aureola de poder que comprobado está, se logra convertir en el mayor afrodisíaco para las damas, por eso las campañas de postulantes exitosos son prodigas de cariños, donde los flechazos de amor se reproducen a diario hasta en el más recóndito lugar de nuestra geografía.
Los líderes o candidatos más avezados le dan prioridad a fidelizar un ejército de compañeras para que les gestionen sus campañas, al reconocer que el nivel de lealtad de las mismas es por mucho más firme que los del género masculino, incluyendo hasta de sus propios amigos, es por ello que los más afortunados son aquellos que son dadivosos en ofrecer amor, cariño y mimos a borbotones.
No sería sincero si no reconociera que también en estas campañas electorales, que en honor a la verdad se manifiesta en países como el nuestro, con tan alto nivel de clientelismo que las convierten en auténticas zafras económicas, y con ello en esos tiempos de política activa se acercan también a los candidatos a posiciones electivas mujeres cortesanas, que en chapiador interés y haciendo uso de sus deleitantes atributos físicos buscan cómo conseguir lo suyo, encandilando los ojos y el corazón de estos hombres, que en deseos irrefrenables y libidinosos hacen que estos aspirantes se obsesionen en poseerlas, divas de cuerpos esculturales, casi siempre hechos por la magia o bondades del bisturí.
Es innegable también que las mujeres siempre buscan un líder a quién admirar, porque necesitan ser guiadas, no porqué estén perdidas, sino porque procuran ser cuidadas, protegidas, motivadas y en algunos casos hasta subordinadas de tan atrayente y varonil personalidad.
El poder de los políticos se ha basado también en esa capacidad de usar como método o arma para lograr sus objetivos la sexualidad política, a través de legendarias y experimentadas técnicas de seducción, acciones muy utilizadas en otrora tiempos en esta media isla, sobre todo, por los cuadros o dirigentes de la izquierda, con el fin de agenciarse el respaldo de radicales seguidoras para sus causas y con ello ponerlas ciegamente al servicio de sus movimientos o partidos.
Es muy común ver entre los candidatos hacer uso sus particulares o excepcionales condiciones para sumar adeptas, mostrando la capacidad de llevar a sus admiradoras a una especie de éxtasis erótico, sobre todo, en relaciones heterosexuales para convertirlas en promotoras aguerridas de sus proyectos, he visto cientos de casos de políticos que han utilizado como mecanismo la operación bragueta para controlar y hasta enloquecer a entusiastas compañeras hasta transformarlas en fanáticas de sus proyectos.
Más difícil es ver esto en mujeres, lideresas o candidatas a las cuáles la sociedad las obliga a un comportamiento moral más estricto, para no perder prestigio o el respeto de sus electores, porque en nuestras naciones arcaicas y cerradas todavía toda muestra femenina de afecto especial hacia un masculino seguidor siempre se malinterpreta, cosa que haría que se le cuestione su necesario raigambre ético en su comunidad.
Ahora no todo es perversión sexual deliberada en las campañas, he visto también cómo “el poder del amor supera incluso al amor por el poder”, porque he conocido cientos de hombres y mujeres que unieron sus vidas en medio del tan febril y adictivo vínculo de la política, y construyeron relaciones sanas y admirables, que terminaron en matrimonios estables, que han dejado descendencia a los cuales también les corre por las venas, además de sangre la pasión por la política.
Ahora les pregunto, ¿qué pasional de la política en una campaña no ha divisado oteando el horizonte en medio de actos multitudinarios o mítines a la fémina o el varón de sus sueños? ¡claro está! es más fácil que florezca el amor entre personas que comparten los mismos valores, igual ideología o que se encuentran luchando del mismo lado como soldados en batalla.
Según la reconocida psicóloga, experta en psicoterapia individuales y de parejas, la española Gemma Tío expresa que “la ideología se ha convertido en importante a la hora de elegir pareja; porque el rechazo puede ser inmediato”, es preferible que las personas sean parecidas tanto en lo social, como en lo cultural pero, sobre todo, en estilos de vidas y valores similares, porque tienen más posibilidades de éxito en la relación, por eso es más común el enamoramiento entre compañeros de partidos o de proyectos electorales, todo porque hay estudios que revelan que la idea popular de que los polos opuestos se atraen no se sustentan en la evidencia empírica”.
Es qué vivimos en tiempos políticos convulsos, donde los niveles de confrontación nos hacen rechazar de entrada a todos aquellos que no comulgan con nuestras ideas o no respaldan a quiénes apoyamos, se necesita más que coraje, mucha capacidad comprensiva para tolerar ser parte de una relación con intereses políticos distintos, claro como todo, existen reales, pero escasas excepciones.
Esos niveles de simpatías radicales hacia los candidatos o líderes es mucho más común entre jóvenes menores de 23 años de edad, estas son verdaderos cócteles de hormonas, emociones e idealizaciones que nutren sus cerebros y las hacen explotar en eróticas fantasías con varones mayor que ellas, preferiblemente los diferentes, los muy rebeldes, valientes o revolucionarios, porque a esa edad las mujeres buscan un líder al cual idealizar, un hombre que las haga alcanzar ese cenit en momentos de su vida en donde, producto de su inseguridad e impericia emocional que les hace nublar la razón.
Pero tenemos que admitir que en estas infocracias, el nuevo régimen de la información, donde la digitalización está presente en todos los ámbitos de la sociedad, no es necesario que el primer contacto entre simpatizantes y candidatos sea físico, las propuestas, ideas u opiniones de los líderes o candidatos son seguidas con atención permanentes por un batallón de fans, que a través de las muy adictivas redes sociales se enteran de cuánto dicen, hacen o proponen, esos dirigentes haciendo de la simpatía virtual una de las armas más poderosas con que cuentan hoy los hombres y hasta las damas políticas en campaña.
En todos mis años en política, que son muchos, he conocido a varios populares dirigentes que tenían en cada puerto un amor, todas deseosas de su atención, que se convirtieron en defensoras acérrimas de sus acciones, de su impronta o legado, una parte de estas leales, con estos más allá del término de la relación sentimental, lo que hace demostrar que la lealtad es una virtud más permanente y profunda que la fidelidad.
Estamos en el año 2023, a inicios de la precampaña, y también de la campaña electoral, enjambres de aspirantes saldrán a persuadir la razón de cuántos electores masculinos han de convencer de la pertinencia de sus proyectos, a conquistar el corazón de cuántas damas entradas en edad se identifiquen con sus discursos y asertivas propuestas, pero, sobre todo, saldrán a seducir a cuántas mozas que en retoño juvenil les quieran acompañar para hacerlas parte de la legión de confiables colaboradoras a su causa y que no le venderían bajo ninguna circunstancias ni su apoyo, ni su trabajo y mucho menos su voto a su contendor.
Es que no nos enamoramos con el corazón, en la obra “El cerebro enamorado” del reconocido escritor el doctor José Ramón Alonso, uno de los neurobiólogos más prestigioso a nivel mundial, establece que aunque llevamos siglos expresando nuestros sentimientos amorosos indicando al corazón, la neurociencia nos dice “que el órgano del amor no es el corazón, sino el cerebro”, transmitimos amor con la mirada, con las palabras, con el lenguaje corporal, y todo ello está regido por las funciones cerebrales.
Las responsables son nuestras neuronas que fabrican una batería de sustancias químicas, un auténtico almacén de drogas, que lanzan corriente en miles de direcciones como fuegos artificiales cuya chispas activan hormonas, neurotransmisores y receptores proteicos, que encierran lo más íntimo y genuino de nuestros sentimientos.
Es que en verdad las campañas electorales no son ni tan aburridas ni tan formales como muchos ciudadanos piensan, porque estas enigmáticas sensualidades en la política no le restan a ese secretismo mágico de la relación candidato-mujer, es que las electoras fans, caen extasiadas o enamoradas de su físico, de su proverbial intelecto o de su histriónico discurso, y todo eso se procesa en el cerebro que crea el amor, vive el amor y rige el amor para hacerlas presas del coqueto flirteo, de todo candidato que como tenorio seductor hace usos de sus especiales atributos para encantar a tan ardorosas féminas, con el único y estratégico fin de convertir este singular encantamiento ¡en miles de votos a su favor!