A juzgar por las apariencias, el “Acuerdo de Cielos Abiertos” entre la RD y EEUU representa un gran logro para la conectividad aérea de nuestro pais. No hay que ser un experto en materia de aviación ni conocer los detalles del Acuerdo para llegar a esa feliz conclusión. Los expositores de la ceremonia de la firma ofrecieron suficiente información para confirmar ese juicio. Los protagonistas nacionales del Acuerdo, entre quienes destacan el congresista estadounidense Adriano Espaillat y el ministro de Turismo David Collado, merecen un efusivo reconocimiento.
La negociación del Acuerdo entre los dos paises tomó más de 25 años y finalmente se concluye durante la gestión del presidente Abinader. Al enmarcar las diligencias de nuestros negociadores, la alta prioridad que nuestra política exterior concede a la relación bilateral con nuestro principal socio comercial sin duda ayudó a materializar el logro. Según relató Espaillat, Abinader comprometió sus buenos oficios en pro de este auspicioso logro durante una visita a New York a raíz de su inauguración como presidente.
Era un reclamo de larga data de la diáspora dominicana en los EEUU, la cual ya monta 2.4 millones de dominicanos allá residentes. Su interés respondía a los altos precios de los pasajes aéreos que imponían las líneas aéreas. Desconcierta que esos precios resultan exorbitantes porque no compaginan con los imperantes en el mercado doméstico de los EEUU. Con el Acuerdo esa situación cambiará y los precios bajarán hasta hacerse compatibles con los imperantes entre ciudades de ese pais. El consumidor soberano de ambos paises sera el principal y más importante beneficiario. El comercio y las inversiones nacionales serán beneficiarios secundarios.
Collado destacó la importancia del Acuerdo para nuestra industria turística. Con más de 4 millones de turistas de nacionalidad estadounidense que visitan al pais anualmente, lo que representa casi la mitad de los visitantes no residentes de vía aérea, no cabe duda de que el Acuerdo favorecerá el incremento de ese crucial flujo. Si bien el grueso de ellos viaja en vuelos fletados cuyos pasajes son más baratos, los menores precios de la aviación comercial regular tenderán a incrementar las visitas de esos turistas. En el acto se informó tambien que el volumen de pasajeros que se mueve al año entre los dos paises que supera los diez millones.
Aunque el consumidor de vuelos aéreos sera el principal beneficiario del Acuerdo, existen otros beneficios colaterales para ambos paises. El subsecretario de Crecimiento Economico, Energía y Medio Ambiente de EEUU Jose W. Fernandez señaló la positiva repercusión del Acuerdo en materia de comercio y fortalecimiento de la cadena de suministros. Se espera que los “cielos abiertos” flexibilicen las operaciones de los vuelos de carga entre los dos paises, lo cual por el lado dominicano hará nuestros productos de exportación más competitivos al rebajar los costos de los fletes. EEUU tiene ya este tipo de acuerdo con 140 paises.
Sobre la inversion en el negocio aéreo podría decirse lo mismo. Si bien no tenemos un sector de líneas aéreas que pueda compararse a la enormidad del homólogo estadounidense, lo importante es que nuestras líneas aéreas tendrán mayor rango de libertad en sus operaciones desde y hacia el mercado de EEUU. Quedará a cargo de los consumidores discriminar a las líneas por su precio y seguridad. Además, el Acuerdo abre las compuertas de la nueva inversion. Eventualmente podría gestarse una pléyade líneas banderas que se beneficien del gentilicio dominicano para competir con las líneas aéreas estadounidenses.
Las críticas vertidas por algunos observadores del sector aeronáutico no parecen bien ponderadas. No es cierto que las tres líneas aéreas dominicanas (Arajet, Skyhigh Dominicana y Air Century) y la empresa de alquiler Helidosa desaparecerán como resultado de este acuerdo. El hecho de que, por ejemplo, American Airlines tenga mil aviones y las líneas nuestras apenas unos 20 no se traduce necesariamente en una ventaja competitiva. Son dos las consecuencias que nos favorecerían: 1) permiso para volar a más ciudades de EEUU, y 2) costos de operación más bajos que se traducirán en precios más bajos de los boletos. La libre competencia que impone el Acuerdo permitirá que sea el consumidor el decisor soberano.
Por otro lado, es oportuno inquirir en la ocasión por el destino del propuesto Acuerdo de Pre-Autorización (“pre-clearance” en inglés). La controversia que siguió la solicitud del Grupo Punta Cana para que dicha autorización se instalara en el Aeropuerto de Punta Cana terminó enviando el asunto al Tribunal Constitucional. El fallo está pendiente y el Tribunal paralizado desde que cuatro exjueces alegaran que esta “implica cesión de soberanía porque significa una extensión de las fronteras de los Estados Unidos en el territorio nacional”. Se espera que su aprobación eventual incluya al menos los aeropuertos de Santo Domingo, Santiago y Puerto Plata.
Mientras esperamos que el Congreso y el Tribunal Constitucional ratifiquen el Acuerdo de Cielos Abiertos, debemos reconocer que los diligentes esfuerzos de Espaillat y Collado han brindado unos frutos codiciados (aunque las redes sociales sugieran un vínculo empresarial de Collado con la más grande de nuestra líneas aéreas). Ellos de seguro recibieron la asistencia técnica de los incumbentes del IDAC y de la Junta de Aeronáutica Civil, pero fue la perseverancia de sus gestiones lo que finalmente obro el milagro esperado. Los dos merecen que los beneficios que cosecharan la diáspora y los nacionales residentes se traduzcan en efectos bienhechores para su futuro político.