“No teman a los que maten el cuerpo… No pueden matar el alma” Mateo 10/28

Mucho se ha hablado del alma, sin embargo, nadie sabe en qué parte del cuerpo la guardamos, ni si en verdad existe o si somos ella o “ella” es nosotros…

Desde tiempos inmemoriales el hombre ha insistido en afirmar, de manera consecuente y constante, que existe “un más allá” a donde “va nuestra alma”.

Todas las religiones, habidas y por haber, coinciden en que “dentro nuestro” llevamos colgada al alma y que “esta” regresa a “ese” otro mundo, una vez el cuerpo cese su “cometido” aquí en la tierra.

La consciencia, podría yo aquí especular, es quizás la señal más certera de que “eso” que llamamos alma sea en verdad “esa cosa que uno es”…

Definir al “alma” y la posibilidad “real” de que exista es un asunto complicado. Todas las definiciones suelen ser abstractas, tan abstractas como el alma misma, ya que suelen disolverse como humo…

El alma es, según el diccionario, “elemento inmaterial del ser humano y principio de vida”. Su origen latino es; ánima, aire, aliento.

Según los filósofos, “es principio vital y extensivo a la materia, que finalizara su desarrollo de sensibilidad y conocimiento”. O sea, que el alma “ocupa” nuestro cuerpo para “crecer”… Es una creencia muy trillada que a mí, en lo particular, no me parece que tenga “lógica”.

Para Freud, el alma y el cuerpo son un solo ente, el que se concibe bajo el atributo del pensamiento o ya sea de “alguna” extensión. El cuerpo organiza lo complejo y a la vez “conceptualiza” “algún padecimiento subjetivo”… es decir, nos consolamos al pensar que somos “dos” uno que se ve y otro… ¡Que no!…

Según la psicología, “el alma; es “eso” que busca la disciplina en el hacer diario para diluir los aspectos sociales o emocionales que privan de vivir en paz al hombre”. Sigue siendo muy “abstractiva” la cosa…

En el aspecto teológico cristiano, el alma es; “una parte” del individuo que contiene “una porción divina” y “se cree”… Que sobrevive al morir el cuerpo… esta está más en sintonía a lo que “yo creo”… sigamos…

Voltaire, tenía la opinión de que; el alma era un espíritu puro, que recibía todas las ideas de la metafísica y que al nacer se les olvidaban, por lo que teníamos que ir a la escuela para aprender lo que ya sé sabia y que, igual, no aprenderíamos…

En este último razonamiento es a donde llega la contradicción en la que no estoy de acuerdo. Tengo la certeza de que somos seres de luz viviendo una experiencia totalmente absurda y cavernícola. ¿Cuál es el propósito de ser sabios enviados a actuar como salvajes? Se nos proporciona un cuerpo-prisión al que estamos atados y acondicionados a todas sus necesidades. Ambicionamos, deseamos, necesitamos. Somos gozo y desdicha, pasión y dolor, vigor y enfermedad.

Tenemos miedo a la muerte sabiendo que el alma, lo que realmente somos, es eterna e inmortal. Pero se nos veda “esa” porción divina que nos liberaría de todas las angustias y codicias que tan estéril y miserablemente padecemos.

El tiempo, ese que engañosamente nos parece largo, es en verdad muy corto si realizamos que todo lo vivido fue un sueño y todo lo por vivir también. Siempre hemos estado en el ahora un ahora atemporal.

Gracias a eso, volvemos rápido a nuestra esencia de bienestar cuando morimos, olvidándonos y hasta indiferentes a todas las miserias humanas de las que fuimos capaces de realizar a otros en pro de un bien propio que también es humo en este sueño llamado vida.

Aquí les dejo una imagen que capte recién pasado un accidente. El muchacho choca su motocicleta a alta velocidad contra el costado de un carro que le salió de repente. Al acercar la imagen podrán ver como quedó muerto al instante y de medio cuerpo fuera del carro.

Publico la imagen no solo porque no se aprecia violenta, sino por el halo de nube que asciende en espiral desde su cuerpo hacia el cielo…

Allí va el alma liberada, ligera, ausente. Consciente de lo que es y no de lo que se pensaba que era. Aquí quedamos nosotros, debatiéndonos unos con otros en un juego de individualismo vano. Con una bandera, un nombre, un lugar. Una burrada en un universo tan vasto. ¡Salud! Mínimo pordiosero