La República Dominicana y la República de Haití tienen la particularidad de ser dos naciones diferentes en cuanto a muchas expresiones y aspectos de la vida en una isla del Caribe insular; diferentes en idiomas y, por lo tanto, en cultura; con arritmias históricas ambas, pero con un hilo conductor en espiral que nos hace comunes en la discrepancia.

Una ha logrado establecer un Estado como organización de la violencia en manos de los poderes ejecutivo, judicial y legislativo que lo ha hecho  ministerialmente funcional,  aunque con sus grandes deficiencias; y,  la otra, no lo ha podido constituir ni estabilizar como organización de la sociedad, porque el poder ha permanecido en manos de déspotas, ocupaciones foráneas y grupos o bandas criminales, extrapolándose una cultura de poder de clanes o de linajes, cuyos orígenes remotos están en las culturas originarias de la África negra, cuya organización tribal estaba en descomposición a la llegada de los europeos a América, cuando los europeos comenzaron el comercio negrero.

Durante siglos de colonización, las relaciones y estructuras de parentesco, localismo y relaciones primarias, que sirvieron y sirven aun de solidaridad societal, en muchas comunidades haitianas se extrapolan a expresiones organizacional vandálicas incitadas por intereses particulares, quitando espacios a la consolidación de un Estado moderno.

Haití y República Dominicana son dos sociedades y dos Estados diferentes: una es, históricamente, el producto de la extrema explotación de su mano de obra en una relación de producción esclavista, para la acumulación de grandes riquezas por parte de la metrópolis (Francia), mediante la explotación intensiva de la tierra con el cultivo de la caña en tierra bajas, y la industria de esta, ganadería de tiro y café en la montaña, cuya desintegración se expresa con la destrucción del ecosistema de la parte occidental de la isla La Española; la otra, con relaciones de producción esclavistas también, pero con una acumulación distinta y con poca atención por parte de los amos y de la metrópolis (España), donde predominó la explotación de la tierra mediante la ganadería extensiva y asilvestrada, aunque periódicamente amenazada durante los 5 siglos, tuvo un  metabolismo que permitió procesos regenerativos del ecosistema natural que acentúa las diferencias.

En una hubo una mezcla más generalizada entre colonizadores y colonizados; entre explotados y explotadores, definitorio demográficamente de su condición de sociedad mulata; en la otra, la mezcla entre razas fue muy reducida e históricamente, su desarrollo económico, social y político fue marcadamente referenciado a la metrópolis de la que se liberó.

Una ocupa militarmente a la otra, contribuyendo a crear concienciación económica, social y política entre diversos sectores sociales de la nación ocupada, porque fue “…formándose una pequeña burguesía de comerciante, profesionales, dueños de cortes de madera; esa pequeña burguesía se sumó a la de los cultivadores de tabaco y la de los comerciantes del Cibao y acabó tomándose en 1838 la dirección de la vida política nacional; por lo menos, tomó la dirección en la tarea de organizar a los dominicanos para que lucharan por la independencia” (Bosch,1991:235), creando una nueva república: la Dominicana.

Una en extrema pobreza y la otra en constante crecimiento económico.

Una padece de hambre y la otra no, aunque sí persisten altos índices de mal nutrición por lo que come.

Nadie puede negar las diferencias que son muchas; pero, tampoco se pueden ignorar las comuniones desde el enfoque social, político, económico y la diversidad biológica.

Ambas se asientan en la tierra de los pueblos originarios, una primero y la otra después, hijas de la colonización de dos imperios que fraccionaron la isla y establecieron divisiones desde Europa.

Ambas naciones tuvieron la esclavitud en el pasado como régimen (relación) de producción; una fue capitalista y la otra patriarcal (Bosch), pero en fin esclavitud.

No se pueden negar las diferencias entre ambos pueblos, así como existen en todo el mundo miles de culturas y numerosos países fronterizos que, oficialmente, se definen como multiculturales; por lo que  las diferencias no nos pueden llevar a vivir en una extrema y permanente disputa, alentada a veces por agitadores que por un “quítame esta paja” piensan que le están “mencionando la madre” y por tanto hay que lanzar los improperios o cuando no la bomba, aunque sea “a mil kilómetros de su refrigerador”, tal como señala el cantautor y poeta Silvio Rodríguez en su “Canción en Harapos”.

Es oportuno escuchar y leer al profesor Carlos Andújar, sociólogo y actual director de Museos de la República dominicana, conocedor de los pueblos afroamericanos y sus manifestaciones culturales. El sociólogo habló de las comuniones que tienen ambas naciones en cuanto a origen y manifestaciones culturales, tanto desde el punto de vista de cada nación como de las manifestaciones sincréticas que se dan en ellas por la presencia africana en la isla de Quisqueya o Haití, digna de que los analistas   sobre la situación entre los dos pueblos le presten atención.

El profesor Andújar hizo su comparecencia en el espacio televisivo ¿Y tú qué dices? de Acento TV, que conduce Fausto Rosario, director de Acento.com, disponible en la red de internet.

De cosas comunes y diferencias entre Haití y República dominicana, el también antropólogo Bernardo Matías dijo cosas interesantes sobre las aguas comunes entre países fronterizos, como los que forman parte de las grandes cuencas hidrográficas como las de los ríos Amazona (América) y la del Nilo (África), que unen en relaciones estratégicas diferentes países que la componen. También expresó que en el campo económico se dan relaciones cuantiosas de “millones de dólares cada día”, en los intercambios entre ambas naciones, no sólo vista como simples relaciones de compra y venta, estrictamente económicas, sino, además, por las relaciones sociales que produce el intercambio entre los empresarios de ambos países.

También la intervención de Matías se puede ver en Acento TV, en el espacio de “El Hombre de los Viernes”, que produce el periodista Gustavo Olivo, conductor del programa A partir de Ahora, disponible en la red de internet.

Una gallina nace, crece y luego pone huevo en dominicana, pero   ambos se benefician de “esa gallina y de ese huevo” mediante un intercambio económico, así están agricultores y otros productores, en muchos casos artesanales, moviendo cada año miles de millones de pesos entre ambas naciones, que se refleja en el campo de la cultura material que dinamiza las economías locales, regionales y nacionales.  Y eso también es comunión.

Las reflexiones de ambos especialistas sobre las relaciones, diferencias y comuniones de ambas naciones, son favorables para el país, pero son aún más favorable para Haití, que cada día se juega con la vida misma; ambas están como en una balanza, cuyos pesos, aunque son muy desproporcionados, se complementan entre sí, porque, a pesar del desbalance, tienen contenidos positivos que contribuyen en determinados aspectos de su desarrollo y subsistencia, aspectos que debemos valorizar y atender.

Ambos enfoques, con un marcado matiz antropológico deben ser parte del marco referencia socioeconómico, humano y político de los tomadores de decisiones de ambos países, para reconstruir las relaciones, hoy en disputas por cuestiones comunes que son eternas por la materialidad misma en que se desarrollan sus vidas y cuyo desarrollo, y hasta sobrevivencia, sería imposible si no manejamos las diferencias y conservamos comuniones, como las que nos obliga por el hecho de compartir las aguas binacionales de las cuencas de los ríos Pedernales, Blanco (Lagos Azuei y Enriquillo ), Artibonito y Masacre, de las cuales trataremos en próximas entregas.