En la sociedad dominicana ha generado consternación y horror la desaparición, violación y asesinato de la joven Paula Santana que laboraba en una de las empresas de zona franca que forma parte del Parque Industrial Las Américas.

La joven había denunciado que estaba siendo acosada sexualmente por un compañero de trabajo,  sin embargo, su denuncia no fue acogida ni tramitada con el rigor que debe tener una denuncia de acoso sexual-laboral en cualquier institución o empresa.

El acoso sexual en la República Dominicana desde distintos ámbitos está invisibilizado y normalizado. Lo que ocurrió con la joven Santana es el ejemplo de las consecuencias que ha tenido y tiene esta naturalización para las mujeres y jóvenes víctimas. En los espacios de trabajo, las calles, comunidades, las mujeres y jóvenes son víctimas de acoso que afecta su derecho al libre tránsito, al respeto sobre su cuerpo y el manejo de su vestimenta y apariencia con autonomía.

El rechazo de las prácticas de acoso sexual y de los supuestos “halagos”, (término que esconde violencia sexual y ejercicio de poder sobre el cuerpo de las mujeres), genera maltrato y violencia de género.

La intervención en la ruptura de los patrones y prácticas que sustentan este imaginario son una necesidad y una urgencia.

Estudios realizados con hombres agresores muestran que el “piropo” se utiliza como parte de la estrategia de “conquista” y agresión sexual. Los hombres estudiados señalan que los piropos les permiten a ellos dar el primer paso para lograr el sometimiento sexual de las mujeres.

La presencia del acoso sexual en el ámbito laboral es bastante frecuente. A pesar de que existe la penalización de esta práctica en las instituciones y muchas de ellas tienen protocolos para la tramitación de denuncias, las mujeres tienen miedo de denunciar. El miedo está relacionado con las posibles consecuencias que puedan derivarse tomando en cuenta la poca sensibilización que existe en el ambiente laboral sobre el fenómeno. Igualmente se sienten atemorizada por el ejercicio de poder masculino existente, la inseguridad,  el desconocimiento sobre el contenido violento del fenómeno y su derecho a denunciarlo.

El caso de Paula Santana no debe caer en el olvido ni en el letargo de los procesos judiciales. Su asesinato, como el de muchas mujeres y jóvenes en el país, se convierte en una alerta roja sobre las situaciones cotidianas de riesgo que viven las mujeres y jóvenes que se convierten en amenazas permanente a su vida.

Acoso y abuso sexual son parte del imaginario patriarcal que domina culturalmente nuestra sociedad. La intervención en la ruptura de los patrones y prácticas que sustentan este imaginario son una necesidad y una urgencia.

Se requieren acciones de impacto social con respecto al acoso sexual en los ámbitos: laboral, callejero, vecinal, en centros educativos, universidades, espacios comerciales y de diversión. La inversión en la preservación de la vida y la dignidad de las niñas, jóvenes y mujeres debe convertirse en una prioridad de Estado y del sector privado y empresarial.

Este articulo fue publicado originalmente en el periódico HOY