Algunos de buena fe, otros con reconocida vocación antinacional, han tratado de interpretar de modo conveniente a sus propósitos un concepto no adecuado emitido por el eximio prócer Eugenio María de Hostos, en torno a la fecha del nacimiento de la República Dominicana el 27 de Febrero de 1844. Los que proceden de modo avieso, son aquellos que promueven esta isla debe ser un solo país porque es muy pequeña. Obviando adrede que, a partir del desacierto del rey Felipe III (al ordenar las devastaciones de Osorio hace 421 años), se trazó la división de la isla en dos sociedades totalmente diferentes. Aspectos insoslayables que hemos heredado de modo involuntario y que, por conveniencias de poderosos sectores económicos foráneos, no se pueden revertir de un día para otro.
En atención a las agrestes coyunturas políticas en que se desarrolló su accionar patriótico, Eugenio María de Hostos denodado combatiente por la independencia de Puerto Rico y Cuba, comprendió que contaba con la solidaridad militante de los dominicanos y siempre acentuó esa histórica adhesión, que sin dudas tiene su origen en la Guerra Restauradora dominicana. Epopeya donde por primera vez España fue derrotada en las Antillas por una insurrección autóctona, rasgando el maleficio que establecía la gran potencia no podía ser vencida en esta zona de América, que albergaba sus últimos reductos monárquicos. Esta hazaña llevó a Hostos a emitir los siguientes conceptos el 19 de agosto de 1881:
“Valga la verdad. Pelear contra haitianos y vencerlos no es gloria sino en las efemérides íntimas de la República, al paso que vencimiento de los españoles por los dominicanos, no solo es una gloria nacional, sino lo que vale más, una página de la Historia de todo el continente sudamericano”.
“En cuanto al propósito político, siendo grande el de los hombres de febrero, fue menos grandioso que el de los hombres de agosto. estos tuvieron que reconstruir la República, mientras que los otros no hicieron más que despertar una nación dormida”. (Emilio Rodríguez Demorizi. Hostos en Santo Domingo. Centenario de Eugenio María de Hostos (1839-1939) Homenaje de la República Dominicana. Santo Domingo -C. T.- 1939. T. I pp. 39-40).
El análisis del ilustre maestro no puede ser tildado de calumnioso, pero fue equivocado. Emocionado con las acciones heroicas trató de contraponerlas, craso error nunca fueron gestiones antagónicas. Incluso el movimiento insurgente de Capotillo, desde el primer momento su estrategia se concentró en la Restauración de la patria de Febrero, de ahí su benemérito nombre.
Previo a 1838-1844 no existía una “nación dormida, ni despierta”, ese concepto en la parte española de la isla de Santo Domingo constituía pura ficción. Durante el dominio colonial convergieron habitantes de razas dispares, blancos, mulatos y negros libres que se hacían denominar dominicanos españoles, mientras los negros esclavos, solo eran esclavos, animales humanos sin ningún tipo de derechos.
El sentimiento de identidad nacional empezó a fermentarse a partir del 16 de julio de 1838, cuando Duarte crea la Sociedad La Trinitaria, con el objetivo de unificar a todos los habitantes de la parte Este de la isla sin distinción de razas para formar la República Dominicana, amputando aquello de dominicanos-españoles. Por eso ni Sánchez Ramírez, ni Núñez de Cáceres fueron paradigmas de los trinitarios.
No existía la vocación de dominicanidad, Sánchez Ramírez encabezó una revuelta para volver al redil hispano. Núñez de Cáceres intentó un desesperado y mentiroso proyecto de incorporación a La Colombia, para aprovechar que allí existía la esclavitud y tratar de frustrar el movimiento antiesclavista de la frontera Norte, que finalmente se entregó en manos de los haitianos. La Revolución de Los Alcarrizos perseguía se reinstalara el predominio español. Un antiguo parlamentario en el Congreso haitiano imploraba una intervención inglesa y otros francesa. No existía una expresión de unidad nacional, todos los sectores se alineaban en atención de sus intereses primarios. No es fortuito se hiciera famosa la quintilla (cinco versos) del padre Vásquez, que exclamaba:
Ayer español nací.
a la tarde fui francés,
a la noche etíope fui,
hoy dicen que soy inglés,
¡No sé qué será de mí!
(Emilio Rodríguez Demorizi. Invasiones haitianas
1801, 1805 y 1822. Academia Dominicana de la Historia
Santo Domingo -C. T.- 1955. p. 133).
Solo Duarte logró interpretar y promover que la solución no era cobijarse bajo la sombra de este o aquel poder extranjero, sino unificar a todos los dominicanos-españoles sin ningún tipo de diferencias en un nuevo país, con una sola denominación: dominicanos.
El 27 de febrero de 1844 es el triunfo del proyecto de nación República Dominicana. Jornada que se pretendió mediatizar con el protectorado a Francia, pero de inmediato encontró la decidida oposición de Duarte. A la sazón, el Padre de la patria logró demostrar que el sentimiento nacional había prendido entre los criollos, cuando en la asamblea pública celebrada en la plaza de armas el 26 de mayo la población aprobó su propuesta de rechazar cercenar cualquier parte del territorio nacional, en favor de potencias extranjeras.
A partir de ahí, pese a los aciagos momentos de tener que soportar a los enemigos dirigiendo el país, el principio de dominicanidad nunca se diluyó y por eso fue posible que el 16 de agosto de 1863 no se iniciara la lucha para formar una nueva República, sino con el objeto radical de Restaurar la patria de Febrero. Inmunizado contra vientos y mareas había surgido el concepto de Estado-nación dominicano, que se tornaba irreversible.
El nacimiento de un país no se puede evaluar por el número de balas que se dispararon durante el proceso de su instalación, sino por la percepción clara de la vida social en comunidad. ¿Acaso La Colombia con cinco países se fraccionó en medio de una guerra devastadora? Pese a la asociación de múltiples aspectos como idioma, hábitos y cultura, las diferencias de convivencias sociales y políticas establecidas por cada uno de los pueblos se impuso y de ahí salieron Venezuela, Colombia, Perú, Bolivia y Ecuador. De igual modo el fraccionamiento de la República Federal de Centroamérica cuyo resultado fue cinco países: Guatemala, Nicaragua, Honduras, El Salvador y Costa Rica. En el mismo orden Paraguay y Uruguay como desprendimientos de la Banda Oriental con Brasil, tutelada por Portugal. Incluso el de Panamá a Colombia, aun con la intervención de un poder imperial.
¿Vamos a desconocer la existencia de esos pueblos porque no se produjo suficiente ebullición de pólvora en su formación? Imposible. Se argumentará que en algunos casos se esgrimió el tableteo destructor de las balas, y es cierto, pero fueron luchas intestinas, no jornadas anticolonialistas como es el absurdo prerrequisito que se quiere exigir al momento histórico del 27 de Febrero, para que permanezca en el concierto de las efemérides de América.
Antes del 27 de Febrero de 1844 reinaba el desconcierto social, los criollos no sabían que sería de ellos, como clamaba la quintilla del padre Vásquez. El 27 de Febrero es la ineludible fecha estratégica, marca país de nuestra identidad nacional. Todas las jornadas posteriores se adicionaron para no permitir que ese proyecto de nación sucumbiera, como pretendieron los apátridas de ayer y hoy lo intentan algunos orcopolitas, como sentenciaría el Padre de la patria Juan Pablo Duarte.