Cuando se ausculta el origen de la nación dominicana de inmediato debemos remontarnos a la efeméride del 16 de Julio de 1838. En esos históricos instantes, Juan Pablo Duarte junto a ocho compañeros se agruparon para promover la fundación de una república que incluyera a todos los habitantes de la parte Este de la isla, no solo libre de los haitianos, sino de toda potencia extranjera.
Hasta esos momentos el sentimiento nacional no existía, los dominicanos españoles constituían un conglomerado político y social muy heterogéneo, en atención de modo primordial al color de la piel. Desde el ámbito político una buena parte de los negros y de sus descendientes mulatos se mantenían adheridos al régimen tiránico de Boyer, que desde un principio predicaba si los expulsaban de este territorio vendría la Colombia y restablecería la esclavitud. Los blancos se sentían discriminados, ante las restricciones que los sometían, al igual que a un grupo de mulatos. En lo relativo a las diferencias de hábitos y costumbres, todos los sectores criollos se consideraban subyugados por el ocupante exógeno, que incurrió en el grave yerro de tratar de imponerles las costumbres haitianas, como un pueblo conquistado.
No existía un común denominador que aglutinara en pos de un ideal común a los habitantes del Este. El sector blanco proespañol siempre mantuvo vigencia subrepticia y en ocasiones con actitudes de abierta beligerancia como ocurrió con la fracasada revolución de Los Alcarrizos en 1824, luego el padre Gaspar Hernández desde la sacristía de la iglesia de Regina Angelorun retomaba la conspiración prohispana, mientras Francisco Pimentel antiguo diputado al parlamento haitiano, lideraba un pequeño núcleo proinglés. Algo más tarde, diputados criollos al parlamento haitiano llegaron a suscribir un acuerdo con Francia para formar un país subordinado a esa potencia.
Lucía remota la unidad nacional, todos los sectores actuaban en atención a los intereses políticos raciales de su predilección. Se llegó a popularizar en la población, la quintilla del padre Vásquez que manifestaba:
Ayer español nací
a la tarde fui francés,
a la noche etíope fui,
hoy dicen que soy inglés,
No sé qué será de mí!
(Fuente: Emilio Rodríguez Demorizi. Invasiones haitianas de 1801, 1805 y 1822. Academia Dominicana de la Historia. Santo Domingo -C. T.- 1955. p. 132).
Esta copla se voceaba por las calles, por eso no hacía alusión directa al nombre de Haití, cuyas autoridades eran muy rigurosas en la vigilancia. El vocablo Haití era reemplazado por Etiopía, país africano que nunca nos invadió, de modo enmascarado se enrostraba al ocupante su origen africano. La copla era racista, no tomaba en cuenta que los criollos negros, también provenían de África.
En medio de esta dispersión político-social es que surge Duarte, comprendiendo lo urgente que era la formación de un Estado nacional, que cortara de manera definitiva el neocoloniaje que sufrían los criollos de parte de los vecinos insulares, pero uniendo a todos los sectores de la parte Este, sin diferencias políticas, ni de razas. Su compañero José María Serra, recogió para la historia sus ideas en torno a la Fundación de la República Dominicana:
“Yo admiro al pueblo haitiano desde el momento en que, recorriendo las páginas de su historia, lo encuentro luchando desesperadamente contra poderes excesivamente superiores, y veo cómo los vence y cómo sale de la triste condición de esclavo para constituirse en nación libre e independiente. Le reconozco poseedor de dos virtudes eminentes, el amor a la libertad y el valor, pero los dominicanos que en tantas ocasiones han vertido gloriosamente su sangre, ¿lo habrán hecho para sellar la afrenta de que en premio de sus sacrificios le otorguen sus dominadores la gracia de besarles la mano? ¡No más humillación! ¡No más vergüenza! Si los españoles tienen su monarquía española, y Francia la suya francesa; si hasta los haitianos han constituido la República haitiana, ¿por qué han de estar los dominicanos sometidos, ya a la Francia, ya a España, ya a los mismos haitianos, sin pensar en constituirse como los demás? ¡No mil veces! ¡No más dominación! ¡Viva la República Dominicana!!” (José María Serra. Apuntes para la historia de los Trinitarios. Ed. en Duarte en la historiografía dominicana. Jorge Tena Reyes, editor. Secretaría de Estado de Educación. Santo Domingo, 1976. p. 493).
Duarte entendió era tiempo de frenar el control colonial de dominadores como españoles, franceses y los dirigentes del país vecino que también los trataban como pueblo conquistado. Con esta actitud rompía con el esquema imperante en la sociedad criolla, de salir de un despotismo foráneo para engancharse bajo la férula de otro manto extranjero, que los mantuviera como colonos con derechos ciudadanos limitados.
El 16 de julio de 1838 aprovechando las festividades de la virgen del Carmen en la iglesia de nombre homónimo, en la calle del Arquillo (Arzobispo Nouel) en el bohío de Juan Isidro Pérez y su madre Chepita Pérez frente al templo católico (es censurable se insista en mantener una placa en el lugar, alegando sin fundamentos que en esa casa de cemento se fundó la histórica sociedad secreta), inaugura sus actividades la sociedad que por primera vez asumió la formación de un país libre e independiente de toda potencia extranjera en la parte Este de la isla, que se llamaría República Dominicana.
Pese a la existencia de grupos que propugnaban por volver a ser colonia española o francesa, la idea de una patria libre lanzada el histórico 16 de julio de 1838 se abrió paso, cegando las hiervas venenosas que proclamaban no era posible crear un país independiente en la parte Este de la isla, al margen del patrocinio de una potencia.
Aunque su conmemoración discurra de soslayo, se trata de la génesis del inmenso acontecimiento del 27 de febrero de 1844 y su reafirmación del 16 de agosto de 1863. En honor a la verdad histórica son acontecimientos indisolubles, como lo es también el 11 de julio de 1865 fecha de la salida de las tropas coloniales derrotadas en la Guerra Restauradora.
Lo desagradable es que todavía se insista en tergiversar la historia, rindiendo culto a seudoefemérides como el 12 de julio de 1924, promocionada desde un principio por el Gobierno de ocupación norteamericano como el momento de la “salida” de sus tropas, mentira que todavía se pretende convertir en verdad de tanto repetirla, como diría Goebbelsl. Lo ocurrido ese día fue exclusivamente la instalación del Gobierno de Horacio Vásquez (preámbulo del trujillato) patrocinado por el poder extranjero, en oposición a la postura radical del movimiento nacionalista que reclamaba verdaderas elecciones libres y la retirada pura y simple de los invasores.
¡Gloria eterna al 16 de julio de 1838, génesis de la Republica Dominicana!