-Porque: “Enséñale a tu hijo a decir “fui yo”, que ser honesto es importante”.

-El pensamiento condiciona la acción, la acción determina el comportamiento y este, repetido, crea hábitos, los cuales estructuran el carácter y el carácter, marca el destino. Aristóteles. 

No todo el que posee jerarquía o mando, necesariamente significa que pueda o sepa mandar. El mandar es una cualidad muy compleja y más en estos tiempos, donde la epidemia de derechos se ha comido a las virtudes de los deberes. Todo esto ha conllevado al desbordamiento del desprecio por el cumplimiento de las leyes y la falta de respeto por las autoridades que, por igual, han sido permeadas por la irresponsabilidad y el desgano para ejercer apropiadamente sus funciones. 

Es, dentro de este contexto, donde nos encontramos con ejecutivos que desconocen totalmente el poder diferencial, cuando notas en la mirada de los subalternos, no un destello de triunfo, sino, de orgullo, ya que esto último, junto al sentido de pertenencia, se ha ido degradando como roca arenisca que recibe el embate de salvajes olas. 

Aun así, y sentirse como Leónidas en las Termopilas, traicionado por Efialtes, nos negamos a unirnos a las bandadas de indolentes que, con sus acciones, omisiones o silencios, han contribuido al desacatamiento de nuestras más tradicionales instituciones del Estado, cuyas debilidades contribuyen día a día a convivir en un estado de indefensión tal, que, hasta saludar a un extraño en la calle, constituye un acto de valentía. 

Estamos en medio de una llamada evolución general del como se debe vivir, hasta podríamos decir, en medio de una revolución para elevar a su más inimaginable sitial el concepto de libertad ciudadana, donde esa fiebre, de libertad absoluta, esta llevando la convivencia a niveles de inseguridad inimaginables en que, las autoridades llamadas a evitar que la misma se convierta en libertinaje, tienen miedo de aplicar las leyes establecidas para tales fines. 

En tanto, la gran mayoría de este pueblo, a pesar de haber caído tantas veces como un pardillo ante la oratoria de los políticos continúa creyendo en los anunciados días en que la ley vuelva a ser la reina, apoyada por una ciega, no por una tuerta como ha sido hasta ahora, que se ha quedado esperando, tal y como ha sucedido con la venida del hombre aquel que no termina de llegar. 

Pero la cosa es como es y no como desearíamos, ya que muchos obstáculos se interponen en la ejecución de buenas acciones y buenas intenciones, pero, a pesar y por encima de todo, tanto la evolución como la extinción, son cosas que el hombre o los políticos no pueden impedir que sucedan y, que una vez se hayan producido, es imposible cambiarlas, como sería el caso haitiano y la inmigración del pandillerismo de esa nación hacia nuestros barrios marginales, principalmente, pero, que en la realidad, las consecuencias de esta acción repercutiría en el país entero. ¿Alguien no teórico ha pensado en esto? 

En tanto esto sucede, la farandulearía contagia todo y sin régimen alguno de consecuencias. Estamos frente a una propaganda absurda, promotora de los mas bajos actos que hasta ahora hemos visto dentro de la sociedad y que bombardea a cada minuto con ráfagas de absurdidades morales, presentando la vulgaridad tal si fuese una virtud y los “tigueres” barriales convertidos en “empresarios”, como ejemplos a seguir por la juventud. 

Son esos políticos, faranduleros y riferos, con caras de ángeles y almas de demonios, cuya reputación heroica como “triunfadores”, fabricada en estos tiempos digitales, son a los que hay que seguir, ya que, la capacidad para decir no a lo malo o lo incorrecto y que lleva por nombre rectitud y seguridad personal, es desconocida por nuestra juventud, siendo lo peor, que tampoco exista el esfuerzo por enseñárselo. ¡Sí señor!