Las bombas nucleares de uranio y de plutonio lanzadas a Hiroshima y Nagasaki en 1945 consolidaron el triunfo aliado y el general Douglas MacArthur al gobernar y reconstruir a Japón se convirtió en el “Cesar Americano” ,tal como lo definió su biógrafo William Manchester. Ese reconocido autor lo alaba “por su genio militar, habilidad administrativa y valentía personal, mientras critica su vanidad, paranoia y tendencia a la insubordinación”. Este hijo de un héroe de la Guerra Civil americana es comparado con Julio César por “su gran intelecto, brillante liderazgo estratégico, ambición política, magnanimidad como conquistador y el trágico defecto compartido de la arrogancia”.
MacArthur demostró un fino tacto político pleno de pragmatismo, al no convertir al monarca Hirohito en reo de la justicia de los vencedores. De esa forma evitó lo que pudo ser un caos social insuperable. Paralelamente a esas concesiones, MacArthur promulgó y puso en práctica una moderna constitución que sirvió para instaurar la democracia en términos políticos y convertir a Japón en una gran potencia económica a partir de la segunda mitad del Siglo XX.
Sus hazañas como gobernante de Japón se enturbiaron cuando Truman lo destituyó al plantear “la opción nuclear” para terminar triunfante la guerra de Corea con bombas atómicas disparadas a China y al este de Rusia. MacArthur fue recibido como un héroe en Estados Unidos y se despidió de su vida pública pronunciando un discurso en el Congreso en que dijo: “Los viejos soldados nunca mueren se desvanecen”.
En 1949 Rusia llevó a cabo su primera explosión atómica experimental y en agosto 1953 Malenkov anunció que la URSS había conseguido una explosión termonuclear. El dominio de esa tecnología nuclear se logró en forma expedita con la ayuda de filtraciones de científicos procomunistas participantes en el proyecto Manhattan de la bomba atómica de Estados Unidos. Dentro de ellos se destacó el físico teórico de origen alemán Klaus Fuchs. Este aparato de espionaje nuclear fue montado por el tenebroso Lavrenti Beria jefe de la NKVD, precursora de la KGB , que así aumentó su influencia ante Stalin.
Sabiendo que Rusia también era una potencia nuclear, el General Eisenhower en su campaña como candidato presidencial en 1952 se presentó como “el soldado de la paz”. Tratando de cumplir con esa promesa el 8 de diciembre de 1953, hace 69 años, Eisenhower, ya presidente, pronunció su emblemático discurso ante la Asamblea de la ONU titulado “Átomos para la paz”.
Allí expresó: “Me siento impulsado a hablar hoy es un lenguaje que en cierto sentido es nuevo, uno que yo, que he pasado gran parte de mi vida en la profesión militar, hubiera preferido nunca usar. Ese nuevo lenguaje es el lenguaje de la guerra atómica”.
Señaló que Rusia, Gran Bretaña y Canadá tenían arsenales nucleares y que: “Mi país quiere ser constructivo, no destructivo. Quiere acuerdos, no guerras entre naciones”. Propuso extender las aplicaciones de la energía nuclear por todo el mundo mediante un banco de uranio formado con aportaciones de los países más avanzados, que gestionaría una nueva agencia, dependiente de la ONU . Ese discurso propició la fundación en 1957 de la Agencia Internacional de Energía Atómica AIEA que según Eisenhower: “podrá hacerse responsable de la incautación, el almacenamiento y la protección de los materiales fisionables y de otros tipos aportados”.
Hipotéticamente se pretendía detener en seco la proliferación de arsenales atómicos, pero a los seis meses del discurso de Eisenhower Molotov, ministro de Exteriores de la URSS expresó que “la transferencia de tecnología nuclear civil no impediría la proliferación armamentista, antes, al contrario, toda vez que el plutonio era un subproducto de los reactores energéticos y era susceptible de uso militar”.
La creación de la AIEA no detuvo la proliferación nuclear. De todas formas, después del bombardeo a Japón en la Segunda Guerra no ha habido ataques nucleares y las amenazas de efectuarlos han sido escasas. Una vez durante la guerra de Corea, por parte de MacArthur y tres veces por Khruschev: en la crisis de Suez en 1956, en la crisis de 1961 cuando Rusia levantó el muro de Berlín, y en la “Crisis de Octubre” cuando en 1962 Rusia ubicó misiles en Cuba.
A partir de ahí el liderazgo mundial se ha comportado con prudencia durante sesenta años y únicamente Putin ha amenazado reiteradamente que podría usar armamentos nucleares contra Ucrania. Esa intimidación apocalíptica ha sido rechazada unánimemente en todo el globo.