El mundo está en constantes cambios, evidentes en múltiples facetas y pruebas. Los cambios más y mejores conocidos, entre muchos variables están: la condición climática del espacio físico, los desniveles entre pobres y ricos, la multiplicación de los medios de comunicación, las facilidades de movimientos viables, las distorsiones de conceptos éticos y modalidades morales, las variaciones de arraigos religiosos y místicos, las luchas para establecer paz y seguridad social, las controversias para establecer equidad de implementar justicia, las tendencias de definir la orientación y/o naturaleza del género; entre otros contextos; todo esto para vivir mejor en el mundo.
A esto, el Apóstol Pablo escribió: “Ustedes deben cambiar completamente su manera de pensar, ser honestos y ‘santos de verdad’, y, como corresponde a personas que Dios ha vuelto a crear, para ser como él”. (Efesios 4:23-24).
Una de las indicaciones que mejor denota con fe fehaciente de la realidad de perpetuados cambios en el mundo, esta resumida en Juan 19:19-20: pues, dice así: leemos que crucificaron a Jesús y otros dos hombres; y, “Pilato ordenó que escribieran un letrero que explicaba por qué habían matado a Jesús”. El letrero fue escrito en tres idiomas: hebrero, latín y griego; por tanto, allí estaba la prueba histórica y cultural del tiempo cuando Jesús existió, y cuando comenzó el cristianismo. Estos tres idiomas eran del conocimiento e ilustración del mundo dominantes en ese entonces, y refleja de manera sintética los tres grandes componentes del mundo histórico y cultural de entonces, en el espacio del Mar Mediterráneo. Hoy por hoy, apena se sabe cuántos idiomas se hablan y cuáles son las múltiples variaciones de culturas en el globo terráqueo.
Miles de años ante de la presencia de Jesús de Nazaret, el pueblo hebreo había tenido la esperanza de un rey como David que gobernaría a Israel; pero, cuando Jesús apareció y es proclamado como el Mesías, el esperado elegido de Dios, éste fue rechazado e inmolado. La vida, ministerio, muerte de Jesús, propició el advenimiento del cristianismo y cambio en la sociedad de entonces.
En la época de Jesús, había paz en el mundo, esto lo sabemos por la historia secular, los pergaminos encontrados, y las narraciones bíblicas. En ese período histórico, el Imperio Romano estaba en su apogeo. El gobierno era autócrata en los poderes administrativos, políticos, militares y religiosos, ya que estos estaban en las manos del emperador, y, en particular, el pueblo judío gozaba de tranquilidad. Había desplazamientos y viajes de la gente entre todos los pueblos del Mediterráneo. Algunas personas como Pablo de Tarzo, hablaba varios idiomas.
En Israel/Palestina había un estrato social poco numérico, compuestos de ricos, poderosos, involucrados en la política y conservadores de la religión de la Ley de Moisés, el Pentateuco o la Torá. Estos estaban gobernando a Israel con el Sanedrín (Consejo Supremo de los judíos), y los sumos sacerdotes, cuando no había interferencia con la gobernanza imperial; estos personajes cuidaban esa condición social, demostrada en el juicio cuando Jesús fue condenado por Poncio Pilato; pues, influyeron para que condenaran y crucificaran al profeta de Nazaret, proclamado, por muchos: ‘hijo del rey David’.
El mundo de ese tiempo cambió y surgió una nueva época. El Imperio Romano tenía más de 500 años y fe cayó abruptamente, tal vez por la influencia del cristianismo y razones económicas, que los eruditos históricos no han determinado hasta ahora. El mundo entonces cambió de manera no prevista.
Ahora estamos en un momento histórico que da la impresión de cambios múltiples con indicaciones de evolución catastróficas, profecías apocalípticas, choque de ideas sociales y económicas, y, nuevas ideas políticas, desplazamientos religiosos, reinterpretaciones de la espiritualidad, propensión de manipular las imágenes y tendencias de la sexualidad, y la decadencia de las tradiciones culturales, más otras causas que parecen que inciden en las constantes y evidentes novedades en el mundo.
En 1994, la Comunidad Internacional sobre Población y el Desarrollo (CIPD), representada con 179 gobiernos, se reunió en El Cairo, Egipto para analizar las transformaciones y ver como afectaban al mundo y especialmente a las personas de mayor vulnerabilidad. Lo que analizaron, debatieron y tomaron acción, no ha producido eficacia y palpablemente lo que es necesario para amortiguar las perturbaciones socios económicas, los conflictos internacionales, el uso y abuso de los que construyen y venden armas de guerra, las imposiciones dictatoriales, los extravíos culturales, ni las consagraciones religiosas. Estamos peor que en tiempo de la caída del Santo Imperio Romano. ¡Si, vemos a diario que el mundo está cambiando!