Excónsul de Haití en República Dominicana, Director del Centro de Estudios Teológicos
y Fundador de la FUNDACION ZILE

 

Toda historia es humana y, en el caso de referirnos a una historia no-humana, como la historia natural, es historia porque somos capaces de narrarla. Además,  la vemos como “enemiga” de  la cultura, que es el producto de la acción humana, y, por lo tanto, la “cosificamos” y la usufructuamos sin considerarla un “ser vivo”.

 

En consecuencia, los humanes –según la denominación  asexuada de Jesús Mosterín, cuyo proceso de construcción de la civilización humane resumo–, en un principio, en la etapa nómada-cazadora se vivió de la naturaleza y se le consideraba una expresión divina; pero luego, en la etapa agro-pastoril produjo una parte de la sociedad no-ligada a la producción de alimentos que se concentró en las recientemente creadas ciudades, impulsora del artesanado como precursor del maquinismo industrializador.

 

¿A qué viene todo este trasfondo? Porque en la discusión del “estado fallido” de nuestro vecino Haití, nos perdemos cuando olvidamos de dónde venimos y hacia dónde vamos. En CDN me encontré con una entrevista de una persona haitiana que vive entre nosotros luego de representar a su país en el nuestro: Edwin Paraison. Su entrevista la podemos reproducir del siguiente enlace:

https://www.youtube.com/watch?v=U7JO94zwjbQ

 

Paraison nos recuerda que ésta no es la primera crisis migratoria, y recordó que en los 90, gobernando Balaguer aquí, y Aristide allá, hubo un acuerdo  para normar las repatriaciones en un espíritu colaborativo, pero la tensión fue tal que ambos gobernantes “violentaron” e “incumplieron” lo que habían pactado. En verdad, esta vez, ¿con quién se va a pactar? ¿Barbecue?

 

La solución de una Fuerza de imposición de la Paz, con unas fuerzas irregulares muy bien armadas,  es una provocación a que esas fuerzas irregulares se dirijan hacia las posibles “tropas canadienses” que pretenden los estrategas gringos. Pero, ¿el fondo político de una comunidad haitiana con poder político en la provincia canadiense de Quebec, no sería un factor desequilibrante en la sociedad canadiense? Digo yo… sin ninguna intención.

 

Por el otro lado, Rosario Espinal escribió en Acento.com.do «Dos mentiras sobre la migración haitiana», disponible en el siguiente enlace: https://acento.com.do/opinion/dos-mentiras-sobre-la-migracion-haitiana-9136040.html

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Rosario Espinal, PhD. en Ciencias Políticas por Washington University, St. Louis, Missouri, Profesora Emérita de Temple University, y Miembro de número de la Academia de Ciencias de República Dominicana.

Rosario habla de dos mentiras que se escuchan por doquier desde hace tiempo. Transcribo el grueso de sus argumentos.

Primera: la idea propagada en la República Dominicana de que la comunidad internacional (léase: Estados Unidos, la Unión Europea y Canadá) obliga este país a aceptar los inmigrantes haitianos. ¡Falso!

En la frontera no hay soldados de ninguno de esos países obligando a la República Dominicana a dejar cruzar a los haitianos. Han venido por décadas porque las autoridades dominicanas los han dejan pasar cobrando sobornos y porque muchos empresarios dominicanos, sobre todo en la agricultura y la construcción, los emplean por bajos salarios.

Segunda: la idea también propagada de que los haitianos (sobre todo las haitianas) utilizan los recursos públicos dominicanos para tratarse en hospitales (parir, sobre todo). Ojo: la población haitiana que acude a los hospitales dominicanos es fundamentalmente inmigrante que vive en la República Dominicana. Si los dejan cruzar la frontera y los emplean, ¿dónde van a tratarse si se enferman? ¿Dónde van a parir si se embarazan? Son seres humanos, aunque los crean subhumanos. Incluso, si llegan mujeres de Haití a punto de parir (como también propaga), ¿quién las dejó pasar?

Me pregunto: ¿llegará algún día en que la República Dominicana asuma su responsabilidad por el caos migratorio que los gobiernos y los empresarios dominicanos han generado?

Por un siglo han patrocinado la migración haitiana ilegal, explotan a los inmigrantes pagando bajos salarios sin prestaciones, no les dan documentación y cambian las leyes para negarle a sus descendientes nacidos en la República Dominicana la nacionalidad dominicana.

Seamos más serios. Asumir poses antiimperialistas no elimina el racismo y la xenofobia. Si otros países hacen igual o peor, eso no justifica lo que hacemos

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La política se ha convertido en una pseudopolítica porque la fuerza de la razón no importa, lo que vale es la razón de la fuerza. Tanto allá (provocando un desabastecimiento criminal de todo, para que vengan hacia el oeste es una reacción de supervivencia) como aquí (generando «noticias falsas» como para que nos controle el miedo y no sepamos distinguir a los provocadores de los Estadistas).

 

Los Estados no tienen principios ni reglas  éticas, tienen intereses. Y en el mundo materialista, tienen nombre y apellido: son los intereses del «capitalismo depredador». Por eso debemos enfrentarnos con éticas y con principios. Porque si hemos cometido errores en el pasado, estudiémoslos para hacer lo que un haitiano que vive entre nosotros nos advierte.

 

Además, de las admoniciones de Rosario Espinal, politóloga egresada de Washington University de Saint Louis, Missouri, y emérita de Temple University de Filadelfia, Pennsylvania, debemos adquirir conciencia de que lo que está en peligro es la nación dominicana si confundimos cuestiones ideológicas con una crisis existencial de la nación dominicana, no su ocaso, como algunos señalan.

 

Reitero, el presidente Abinader debe elevarse por encima de las mezquindades de los ultranacionalistas y erigirse en estadista, porque el encarna el pundonor de la nación dominicana.