Otra vertiente en que la educación debe jugar un papel de primer orden, es la relacionada con la construcción del proceso democrático.

Ya se ha dicho en un artículo anterior que la educación es un medio importante de promoción social, y que proporciona a las personas las condiciones para encontrar un lugar digno en la sociedad y en el mundo laboral en específico; y de esta manera les garantiza alguna libertad, lo cual en sí mismo es un hecho democrático.

Porque están en mejores condiciones de ser libres, en el sentido de no tener que estar obligatoriamente forzadas a aceptar condiciones que no les favorezcan, permanecer atadas a una relación de dependencia laboral, personal o económica, aquellas personas que por su calificación técnica o profesional pueden moverse en función de sus propios valores y aspiraciones materiales y espirituales.

Más allá de esta cuestión particular, la educación contribuye a la democracia comenzando por hacer democráticos los espacios en que institucionalmente se produce el proceso enseñanza- aprendizaje, especialmente la escuela al nivel que sea.

Es decir, haciendo de las escuelas a cualquier nivel espacios en que se promueva y ejerza la equidad, la igualdad de género, la tolerancia a lo diferente, la lucha y el reclamo, incluido el diálogo, como vía para superar diferencias y encontrar soluciones a los problemas cuales sean; la participación colectiva en la definición y construcción de modelos sociales económicos culturales y de vida colectiva en general.

Desde la escuela inicial y en sus peldaños superiores se puede construir la democracia, si en el currículo y en la práctica educativa cotidiana se promueven líneas educativas y metodológicas que fomenten valores y criterios como los señalados.

A todo esto habría que agregar el papel esencial que jugaría la educación en la construcción de ciudadanía, al introducir a niños y niñas desde el inicio de la escolaridad en el conocimiento de los deberes y derechos y de las reglas de urbanidad socialmente construidas y establecidas en la cívica; que les corresponden en su estado de niñez, y los que una vez alcancen la edad legal para ganar la condición de ciudadano y ciudadana.

Más allá de esta fase inicial, en el proceso educativo los estudiantes debieran avanzar a tener una visión propia, crítica y participativa en la realidad que les circunda.

Se participa de la democracia cuando se tiene información de lo que ocurre y afecta en un sentido u otro al individuo en particular y a la sociedad en general; cuando se está en condiciones de valorar con espíritu propio y crítico los fenómenos que ocurren en el entorno cercano o distante; y cuando se dispone de los espacios o los mecanismos para proponer y reclamar lo que considere el juicio propio, individual o colectivo. La educación aporta liberación cuando prepara las personas en esa visión.

La educación así considerada, debe crear seres imbuidos de valores humanísticos, y estos asumir una condición ciudadana que más que la mayoría de edad requerida como requisito legal, implique la asunción de una conciencia y una práctica en la que el individuo es un ser humano, que se realiza como tal en compromiso social, con su comunidad, país y nación.

La reforma educativa necesaria debe superar el propósito exclusivo de preparar personas para la competencia laboral y profesional, aunque incluya esta; y ser pensada para crear seres humanos, a los que "nada humano les sea ajeno", como consideró Terencio en una de sus comedias durante la república romana en el año 165 antes de Cristo; y Carlos Marx transmitiera a sus hijas Laura y Jenny al responderles un cuestionario sobre humanística que estas le formularon en 1865.

La educación aporta a la democracia cuando forma seres en condiciones de convivir en paz, armonía y en colaboración con la sociedad y la naturaleza de la que hacen parte activa.