Por esta ciudad casi sin buenos modales, recibo esta mañana la crónica de Kesner Vertil, majestuosamente estructurada. Me propuse un paseo, con Händel y Mozart. Incluso me atreví a pensar en el extracto de Salve Regina con el actor francés Louis de Funès. Recuerdo que el Domingo de Pascua, Vertil nos ofreció el Ave María. Es instructivo señalar que la obra más conocida de Schubert nos llegó a través de la voz de Marian Anderson, quien visitó Haití en 1949 (Exposición del Bicentenario de Puerto Príncipe) y en 1954 (150 aniversario de la Independencia de Haití). Una mañana de domingo de 1968, ya no recuerdo en qué ocasión, en la casa de una vecina, mi tía Jeanne Ellen cantó el Ave María.
Anécdota: bajo el régimen François Duvalier (1957-1971) teníamos la impresión de que nuestras emisoras de radio sólo tenían a Marian Anderson en su sección clásica.
Cuando empecé a leer las crónicas de Kesnel Vertil, soñé con escribir la historia de los pianos por los barrios residenciales del Puerto Príncipe ayer. Tomé como punto de referencia la antigua casa de la profesora Carmen Brouard , para llegar al lugar donde Bebo Valdés visitó a su hermano de teclado Guy Durosier, en mayo de 1956.
Otros proyectos sacudieron mi intención relativamente arqueológica en torno a los pianos en lo que ayer eran los salones burgueses de Puerto Príncipe… No dejé de pensar en la guitarra de Mario. Un texto construido magistralmente por el escritor Lyonel Trouillot. Mario se había ido del país y nadie en su barrio sabía qué pasó con su famosa guitarra. Todo lo que es música en nuestro país esconde tantas complicaciones. Cuando le pregunté a mi hermano menor por el destino de los archivos de su antiguo vecino, un ingeniero de sonido muy conocido, me contestó «los archivos desaparecieron primero, el ingeniero después»…
Kesnel Vertil sabe exponer con tacto incomparable. ¡En un momento tuve la convicción de que puso a Queen Lafitah en los brazos de Carlos Gardel! Hay que ser músico auténtico en el alma para imaginar ciertas hazañas. Atreverse a continuar los pasos de Al Pacino, más allá de la pantalla mágica, «por una cabeza»… Si pudiera asociar los pianos de Carmen Brouard y de Bebo Valdés, lo haría «Con tres Palabras». Por supuesto, con la complicidad de Chucho Valdés.
Hay una escuela de baile en mi vecindario. ¡Muy a menudo participo a los entrenamientos a distancia, como si fuera inspector del Ministerio de Educación Nacional! ¿Y quién dijo que el canto, el baile, la música no deberían tener un destino diferente en nuestro sistema escolar? Cuando hablo de Bebo Valdés, pensaba también en las «Danzas Afrocubanas». Sin olvidar al maestro Ernesto Lecuona. El mayor inventario de las riquezas musicales afrocaribeñas está en Cuba. Magistralmente documentado por el etnólogo Fernando Ortiz. Me imagino al maestro Ipharès Blain, director de la orquesta del palacio nacional, y su varita interpretando «Bruca Manigua» (éxito afrocubano cantado por Miguelito Valdés). A un paso de este memorable quiosco en nuestro Campo de Marte, al capitán Toussaint le gustaba tocar en el piano «Damisela Encantadora» (Lecuona), el domingo por la tarde.