Evocamos siempre a Aristóteles por plantear un hecho tan elemental para la democracia como la necesidad de que sea la clase media el sector mayoritario en una sociedad con ese modelo político. Eso parte de la suposición de que si la mayor parte de una sociedad no depende de dádivas (del Estado o los más ricos), ni si sus creencias y pareceres sobre política, ideologías o religión son condicionados por poderes fácticos, entonces pueden efectivamente ser libres social y políticamente, y participar en el ágora formulando sus puntos de vista o votando por candidaturas que a su conciencia son los que deben ganar.

El caso dominicano no es buen ejemplo de democracia entonces pues la mayoría de los dominicanos y dominicanas venden su voto por comida, bebida, la posibilidad de un trabajito o una ayuda social. Y los candidatos, en su inmensa mayoría, se involucran en política para tener un buen ingreso mensual, e incluso la posibilidad de robarse algo del erario (que por ser de todos, es de nadie) y hasta hacer favores a familiares y amigos. Más del 90% de los funcionarios y funcionarias electas en República Dominicana no podrían tener un salario igual o mejor en el sector privado. Por tanto tenemos una “democracia” de la miseria, que no es democracia.

El otro aspecto, igual de relevante, es el bajo nivel de instrucción que tiene la sociedad dominicana. Seguimos en el último lugar en las mediciones internacionales. Nuestro modelo educativo, a pesar de la inversión de miles de millones de dólares en la última década gracias al 4%, es de los peores del mundo. Es evidente, somos tan malos en resultados electorales, como lo somos en resultados educativos.

Si lo económico es esencial, ya lo decía Marx, el bajo nivel educativo permite la manipulación de la mayor de la población haciéndoles creer disparates o alienándolos para que impulsen agendas que los perjudican. Es maleable totalmente la conciencia de un individuo que carece de capacidad de entender lo que lee u oye, o que tiene poblada la cabeza con tonterías ajenas a lo real.

Por supuesto que hay casos que sirven de contraejemplo, el de Alemania en los años 30 del siglo pasado o el de Argentina de la actualidad, ambas sociedades con un alto nivel de educación, pero que en ambos casos lo económico fue determinante. De alguna manera el fenómeno Trump se explica en iguales términos, se ha convertido en el vocero de los blancos perdedores de Estados Unidos con el neoliberalismo. Y por lo visto ocurrirá ahora igual en Francia y Alemania, igual que ocurrió hace poco en Italia.

Sin educación no hay democracia, pero desde la pobreza lo único que cosecharemos es despotismo. Aquellos que militan contra la democracia saben que deben esforzarse en mantener a la población en condiciones de escasez, con una educación pésima, sin promover la ciencia, y divulgando bulos y mentiras para llenar la imaginación de la población.