Después de la tristeza y del duelo nacional, la persona que reemplazará a Orlando Jorge Mera en el mando del Ministerio del Medio Ambiente tendrá que armarse de coraje y de determinación y, desde luego, contar con el apoyo incondicional de sus pares del Ejecutivo en la toma de decisiones más que necesarias, concernientes tanto al problema del agua -gran preocupación del finado ministro, a la protección del litoral y la explotación minera. El conjunto de estas preocupaciones a mi parecer debería centrarse en el factor humano. El concepto de Ecología Humana no parece inscribirse en los parámetros hasta ahora explorados o inscritos en la agenda del Ministerio que nos ocupa, y esto en los pasados gobiernos como en el actual.

Concebir el desarrollo hotelero, turístico, sin incluir normas de desarrollo de integración ciudadana en lo que se refiere a la vida digna de los empleados -creación de aldeas con escuelas y dispensarios así como la presencia en ellas de todo lo que el Estado debe proporcionar a sus ciudadanos- sería eternizar el eterno sistema de exclusión caracterizado por el esquema dominante/dominado.

En el caso de Pedernales, sería innovadora la posibilidad de integrar dichos empleados en un sistema socialmente justo y, más aún, si tomásemos en cuenta la proximidad con la frontera, proporcionarles a sus hijos el acceso a los medios educativos que in fine les inscribirían en los preceptos republicanos que en principio definen nuestra nación.

El progreso no se define por la infraestructura ni por la creación de empleos -de hecho precarios-, sino por el bienestar de todos los ciudadanos.

Ese bienestar permitiría a largo plazo en esta nueva zona turística menos violencia ligada a la frustración social. Esa relación entre el individuo y su entorno inmediato es un parámetro a considerar cuando se abordan proyectos de este tipo y definen la Ecología Humana.

Ya que estamos abordando este tema que implica una parte del litoral, es necesario afirmar que la exclusión de la ciudadanía en lo que se refiere al acceso a la costa tanto para fines de recreo -playas- como para fines laborales -pesca-, es en nuestro país cosa habitual así como inconstitucional. Esto es también parte de la Ecología Humana e incumbe derechos inalienables.

Esta situación nos ha sido impuesta de tal manera que el conjunto de la ciudadanía parece aceptarla como se aceptan en regímenes de fuerza situaciones inconcebibles en una democracia.

Una vez más, abordando el tema de la Ecología en general y de la Ecología Humana, la protección del agua subterránea y de nuestros ríos es hoy por hoy una de las grandes necesidades en nuestro país. Son muchos los factores que esto implica.

Comenzaremos por la protección de los lechos de los ríos -substracción de arena, desvío de cauces…-, cuya situación catastrófica se evidencia sin necesidad de esfuerzo. Abordar el tema de las aguas subterráneas conlleva la necesidad de plantas de saneamiento eficientes y, desde luego, romper con la manera salvaje de urbanizar que ha caracterizado nuestro país en las últimas seis décadas.

El agua, su pureza y utilización en la agricultura nos lleva a tratar el problema de la explotación minera y sus nefastas consecuencias humanas a nivel de salud y explotación agrícola, de las que nuestras autoridades parecen hacerse de la vista gorda o negar su existencia en nombre de contratos de explotación que podrían denunciarse a nivel internacional por su carácter leonino y de poco beneficio para el país a largo plazo. Habría que poner sobre una balanza si el dinero que le entra al Estado compensaría la destrucción de nuestra tierras y aguas por cianuro y/u otros agentes químicos o la salud a largo plazo.

En materia de ecología tenemos que considerar igualmente otros factores como el ruido -creación de aeropuertos innecesarios en zonas rurales- o la puesta en peligro de la reserva de agua con la creación de campos de golf.

Podemos preguntarnos quiénes son los especialistas que consideran que en un pequeño espacio de unos 48000 kms2 se necesiten ocho aeropuertos internacionales con todo el gasto que ello representa y la gestión de tráficos de todo tipo que eso implica.

Se utiliza mucho el término “sostenible” al hablar de desarrollo. Lo antes escrito define parámetros que lo especifican y sin ellos la utilización del concepto se resume a pura retórica política, a un maquillaje a través del lenguaje que deviene cómplice de una superchería, inscribiéndose en esos lenguajes de moda que tanto definen el neoliberalismo.

Terminaré citando a Mir: “Hay un país en el mundo…” y agregaré, que podría ser otro.