La semana pasada ocurrió un intercambio de mensajes por Twitter en que se mencionó la necesidad de un curso de economía básica, justo la asignatura que imparto en una universidad a no economistas, entre dos usuarios de grandes ligas: el presidente de los EUA y la USOGA, una asociación de productores de petróleo y gas de ese país.

El mandatario de la nación que se promueve como líder del mundo libre, es decir, aquella donde existen las mayores libertades para decidir sin la interferencia del gobierno donde invertir o trabajar para incorporarte a la sociedad de la forma consideres más favorable para tus planes en la vida, le regaló esta perla a los dueños de bombas de gasolina: “Mi mensaje a las compañías que están administrando estaciones de gasolina y poniendo los precios en las bombas es simple: estamos en tiempo de guerra y peligro global.  Bajen los precios que están cobrando a los consumidores para que refleje el costo que están pagando por el producto. Y lo hacen ahora”. ¿Del mundo qué?

Un país es libre si los precios de los contratos se establecen en plena libertad, sin vicios de consentimiento. El precio libre y justo del intercambio es aquel que refleja “el encuentro de las mentes”, el punto en que confluyen las valoraciones asimétricas de los objetos que van a cambiar de propietario. Impedir por violencia o amenaza creíble el resultado al que llegarían las partes es típico de una sociedad en caos, donde bandas de malhechores impiden la libertad de comercio, o una controlada por el poder político que impone los términos de intercambio, que puede ser de pies a cabeza, como en las socialistas, o como tumor que va haciendo metástasis progresiva, como en las mixtas donde se preservan algunos espacios a la libertad.

Con respecto a “estado de guerra y peligro global”, como si estuviéramos en medio de la Segunda Guerra Mundial, cabe destacar que existe amplia literatura sobre los desmanes causados por los controles de precios en todas las economías que la utilizaron de forma generalizada durante la guerra. También es conocido cómo se atribuye al canciller Ludwig Erhard iniciar el despegue del milagro alemán eliminando todos los controles de precios que favorecían los aliados.

Esas son cosas que se enseñan en economía básica junto al famoso diagrama de oferta y demanda con control de precios que se muestra en la imagen: un precio político por debajo del precio de equilibrio elegido por las partes contratantes termina sacando de la oferta de bienes a todo el que estaba dispuesto a producir si el precio estaba entre el precio de equilibrio y el precio de control; al nuevo precio político más personas que antes compraban otras cosas cuando el precio estaba entre el precio de equilibrio y el que ahora existe por decreto.

El asunto es que la demanda que se agrega se encuentra con una oferta que se reduce. Entonces, con el letrero “SE ACABO” se encuentran todo el que antes podía adquirir una unidad al precio de equilibrio (pero que no llega a tiempo a la fila o es descartado) y aquellos que en el anuncio vieron la oportunidad de tener una que no aparece.  El control sustituye el equilibrio donde podía conseguir el bien aquellos que subían un escalón en el orden de sus preferencias al escenario del terror socialista “todo es a precio oficial barato pero a ese precio no hay”.

Es a estas cosas simples de entender que se refiere el gremio de los gasolineros en su respuesta al presidente Biden. Le explican que están en eso (buscar reducir el precio), pero que mientras tanto le diga “al pasante de la Casa Blanca que escribió el tuit que se apunte en una clase de economía básica para el cuatrimestre del otoño.” ¡Que desperdicio! En realidad esto debe ser un punto para la Casa Blanca porque tienen mejor manejador de redes que el gremio, una opinión que es un corolario de una conversación sostuve hace un tiempo con Sammy Llenas.

Es común atribuir a quienes persiguen políticas intervencionistas un desconocimiento de los fundamentos de la economía de mercado, como éste del funcionamiento del mecanismo de precios, cuando es posible que muchos puedan conocer y entender hasta mucho mejor que los más convencidos esa magia del capitalismo.  Al intervencionista y al socialista los mueve la pasión por el poder, por el control de las personas, de las empresas, de las actividades económicas, de las sociedades.

En una sociedad de individuos libres donde sus relaciones comerciales en su territorio o con personas en otros países no requieran de un trío con el poder político (aranceles, subsidios, impuestos preferenciales, socialización de pérdidas) o donde esté severamente limitada su interferencia disruptiva (control de precios, impuestos confiscatorios, expropiaciones, Gestapo asegure calidad y pesos calibrados) los titulares los ocupan en la página de sociales o en la primera durante celebraciones de fechas patrias.  El poder federal desbordado en EUA lo sabe y entre ceja y ceja busca la destrucción de la industria de combustibles fósiles.  El tuit no es por desconocer economía básica, es parte de esa campaña ganar adeptos cuando venga el golpe mortal de la expropiación o nacionalización de la actividad ven estorbo para lograr 100% de energía supuestamente verde. El gremio no debió mandar a leer economía básica, debió aprovechar para recordar los principios incorporados en la Carta de Derechos y la Constitución para frenar a un poder federal se le delegaron poderes limitados al estilo “tienes esto y aquello, no más; el resto es materia de los estados”.