Tres meses apenas habían transcurrido tras la asonada golpista cívico- militar que el 25 de septiembre de 1963 tronchó en ciernes el gobierno legítimo del Profesor Juan Bosch. Y apenas horas de la cruenta inmolación del líder del 14 de junio Manolo Tavarez Justo y sus compañeros caìdos en las “escarpadas montañas” de las Manaclas.

Días de sombra, incertidumbre y hastío tras la ilegítima entronización del gobierno de facto del triunvirato. Heridas irrestañadas. Repartos nada inocentes de traiciones y culpabilidades y esa terca resistencia a cerrarse para siempre del asfixiante paréntesis de 31 años.

Así fue nuestra compleja transición posdictaura. Campo propicio para las desmesuras, los agravios no siempre edulcorados  y las más inverosímiles  apologías. Así como de accidentada y turbulenta es nuestra accidentada historia en su transcurrir arrítmico, desorbitado y a veces ininteligible.

Aquel 30 de diciembre de 1963, en su diario programa nocturno de la Voz del Trópico, tronó el verbo flamígero e impenitente de Juan Isidro Jimenes Grullón, figura prominente del exilio antitrujillista, intelectual y polemista de solera, pero incompresiblemente involucrado en la legitimación de la trama golpista, enrostrando sus culpas a otra eminente figura del clero y de la intelectualidad dominicana, el Padre Oscar Antonio Robles Toledano, reclutado siendo apenas un joven sacerdote para la bien articulada cohorte intelectual del trujillismo.

Juan Isidro Jiménes Grullón mientras imparte una conferencia en Santiago en 1968.

Figura turbia”, que “tras bastidores, alentaba los apetitos de poder de los triunviros Ramón Tapia Espinal y Manuel Enrique Tavares “y bajo cuyo influjo “se habían informado oscuras fuerzas reaccionarias”. Así se despachaba el celebrado autor de “Una Gestapo en América” y “La República Dominicana: una ficción”, contra quien pocos años después alcanzaría celebrada notoriedad por su famosa columna publicada en el diario El Caribe,  bajo el pseudónimo de P. R. Thompson.

Don Rafael Herrera y esposa frente al palacio de Westminster, en visita a Londres en 1968.

Fue el reconocido periodista Rafael Herrera Cabral, entonces Director del recién aperturado Listín Diario, el primero  en terciar, al día siguiente, en la polémica, con su refinado estilo, agudo y comedido,  en  su editorial titulado  “En tributo del Padre Robles”.

El Presbítero Doctor Oscar Robles Toledano fue uno de los dominicanos que más valerosos y nobles esfuerzos hizo para preservar la vida de los jóvenes envueltos en la conjura antitrujillista de 1960…En el Foro de esos días hay muchas acerbas referencias al Padre”.

Fotografía del Padre Robles Toledano recien ordenado sacerdote en 1935.

Por esa razón el Padre Robles es respetado por el LISTIN DIARIO.

Esta referencia la hacemos, en razón de un discurso radial pronunciado anoche por el Doctor Juan Isidro Jiménez Grullón, Presidente de Alianza Social Demócrata, en que se ataca al Padre Robles.

Ahora la gran industria nacional es hallar culpable a otro.

Si no fuera por los demás dominicanos, sería un espectáculo regocijante la mutua destrucción de los autoproclamados salvadores de la patria.

Los gladiadores políticos de la hora- estamos en una temporada romana- deben convencerse que los espectadores del Gran Circo quizás le creen todo cuanto malo digan del contrincante, pero van a sonreír con aire de aburrimiento, de todo cuanto digan en alabanza de su propia heroicidad.

La tragedia nacional del 25 de septiembre es el acontecimiento más extrardinario  de la historia dominicana.

Nadie lo promovió, pero muchos se echaron la carga ajena por puro altruismo.

Y si “eso” ha resultado tan mal la culpa fue del otro.

Pero la verdad que “eso” estuvo mal desde que se concibió alegremente como una fiesta.

“Eso” estuvo mal en todo momento.

Y si hombres de bien participaron o aceptaron los puestos derivados de “eso” hay que convenir que su discernimiento político es infantil.

Todo lo que ha pasado y todo lo que ha estado pasando tenía que venir de “eso”.

Así rezaba, en varios de sus fragmentos,  el agudo editorial de Don Rafael, en el cual resulta imposible no advertir una directa alusión a Juan Isidro.

Como era de esperarse, el temperamento de natural polémico de Juan Isidro no asumiría en estado de pasividad las alusiones de nuestro más connotado editorialista. Al día siguiente, 31 de diciembre, se despacharía con una carta respuesta al referido editorial en los siguientes términos:

“                                                                     Santo Domingo, 31 de diciembre de 1963.

Señor Editorialista del “Listín Diario”,

Ciudad.

 

Estimado amigo:

Acabo de leer, en la edición de hoy de ese periódico, un editorial intitulado “En Tributo del Padre Robles”, en el cual se hace referencia a mi personal y al discurso que yo hube de pronunciar en la noche de ayer, por “LA VOZ DEL TRÓPICO”. Tal referencia me obliga a hacer las siguientes puntualizaciones:

 1.- El hecho de que su editorial salga en defensa del Pbro. Toledano constituye una nueva prueba de que el pasado supervive y continua en gran parte determinando nuestro acontecer. Es insólito que un órgano de prensa que se dice serio rinda tributo, en su columna editorial- que debe ser un fanal de orientación- a quien, como el mencionado presbítero, fue uno de los intelectuales que más se destacó en la colaboración a la tiranía. El pueblo conoce los servicios que él hubo de prestar a ella. Fue, entre otras cosas, Vicerrector de aquella universidad de triste recuerdo y miembro del Servicio Consular. ¿Ignora Usted que los Consulados eran en esa época dependencia indirecta de los Cuerpos de Inteligencia?

Dice el editorial que ese Señor salvó vidas de revolucionarios. A ello respondo: también las salvó Petán Trujillo. Obró así este último en el caso de Mayobanex Vargas. Una obra de bien no borra toda una consagración al mal.

2.- Disiento de Usted cuando dice que “ahora la gran industria nacional es hallar culpable a otro”. Considero que la gran industria de hoy sigue siendo la misma de ayer; alcanzar el gobierno para entregarse al peculado o alcanzar negocios particulares.

3.- Dice Ud. que sería un espectáculo regocijante “la mutua destrucción de los autoproclamados salvadores de la patria”. Aun cuando estimo inmoral regocijarse con la mutua destrucción de quienes sea, como la afirmación se refiere indirectamente a mi persona, me veo en la obligación de decirle que nunca me he proclamado salvador de la Patria. He sido sencillamente un luchador por su creación, ya que lo que hoy tenemos dista mucho de ser una Patria. Ud. mismo ha aplaudido algunas facetas de esta lucha. Lo dicho cabe también al párrafo relativo a la “propia heroicidad”.

4.- Para Ud., “la tragedia nacional del 25 de septiembre”- o sea el golpe de Estado-” es el acontecimiento más extraordinario de la historia dominicana” y, además, se concibió alegremente como una fiesta”. Según su criterio, tal acontecimiento “estuvo mal en todo momento” y “todo lo que ha pasado y todo lo que está pasando tuvo que venir de eso”. Afirmaciones tendenciosas, que destilan hiel…Los hechos han demostrado que hubo quienes concibieron el suceso como una fiesta. Pero no tiene Usted derecho, sin presentar las pruebas, endilgar a todos los que aceptaron entonces contribuir a la formación de un gobierno civil, tal acusación. Reto a Ud., en lo que a mí respecta, a que presente esas pruebas.

5.- Según su peregrino criterio, todo cuanto está pasando “viene de eso”. Pues no: su origen se halla más lejos. Eso viene de que no se pudo hacer, a raíz de la liquidación de la tiranía, una verdadera Revolución. Viene de que todavía están en posiciones prominentes, y pretenden orientar la opinión pública, los alabarderos más serviles de ese monstruoso régimen. ¿Qué autoridad tienen estos señores para hablar de constitucionalidad y reclamarla, cuando durante más de treinta años vivieron gozosos dentro de la inconstitucionalidad y callaron el latrocinio y el crimen? Eso viene, en suma, de que aún nos encontramos, en casi todos los aspectos, bajo la colonia.

6.- El discernimiento infantil no está en haber participado en o aceptado “los puestos derivados de eso ya que eso ofrecía posibilidades para la realización de una labor revolucionaria. Está en pretender que se vaya rápidamente, pese a la negatividad de las circunstancias actuales, a “un orden constitucional y democrático”. Claro está: no es que me oponga a este orden. Estimo que debe ser la meta fundamental de la actividad presente y del inmediato futuro. Pero pienso, a la vez, que para que esa meta se alcance y su sentido no sea desvirtuado- como aconteció con la administración del Sr. Bosch- precisa que la etapa preparatoria margine al máximo la posibilidad de los errores de ayer.

  1. Ud. se muestra contrario a las oligarquías. Lo aplaudo. Pero a la vez pide “amor, que es justicia, y vocación de armonía, que es orden”. Y a renglón seguido, recomienda a los líderes revolucionarios que no se junten con las oligarquías para “tratar de hacer la revolución democrática desde arriba”. Hay una contradicción en ello. Amor entraña unión. Y unirse es juntarse. Si debemos amar a todos, es claro que también debemos amar a las oligarquías y juntarnos con ellas. No hay, pues, base lógica en la recomendación.

8.- En principio, no es admisible que las fuerzas revolucionarias compartan el gobierno con las oligarquías. Pero este principio desaparece en los momentos de emergencia nacional o cuando las fuerzas revolucionarias llegan a la conclusión de que existe la posibilidad de imponerse sobre las otras. Creí en esta posibilidad el 25 de septiembre. Ya expliqué el caso. Convengo en que cometí un error. Vivir es acertar y equivocarse.

Confío en la publicación de esta carta.

Atentamente,

Dr. Juan Isidro Jiménez Grullón.

El 2 de enero de 1964  terciaría el Padre Robles Toledano, en respuesta a los planteamientos de Jiménez Grullón, dando prueba manifiesta de su pluma galana y elevada   :

Señor Don

Rafael Herrera

Director del “Listín Diario”.

Ciudad.

 

Detesto las polémicas porque en ellas suelen atropellarse tres sagrados principios: el respeto que el hombre se debe a sí mismo, el respeto que el hombre debe a otro hombre, y el respeto que el hombre debe a la verdad.

 Una prueba ostensible de que esto es así la ha dado en su reciente carta al “Listín” el doctor Juan Isidro Jiménez Grullón: no ha guardado el decoro que la dignidad exige, ha calumniado con el desenfado de un vulgar zafio, y ha mentido a sabiendas. Con persona tan desaprensiva, y tan de espaldas al grave sentido de la responsabilidad, dialogar es imposible y la callada por respuesta es lo que impone la razón.

Mientras el doctor Jiménez Grullón, satisfecho de sí mismo, paseaba por playas extranjeras su elocuencia melodramática, aquí se ponían bombas a mi casa con el ánimo de asesinarme, se intentaba arrojar un muerto en mi hogar con el propósito de atribuirme el delito y traducirme a la acción de la justicia, y un carro, cumpliendo órdenes recibidas, se echaba encima del mío con el designio de liquidarme.

 Los que frecuentaban la Misa dominical en la Parroquia San Antonio durante el año de 1960 pueden testimoniar al doctor Jiménez Grullón que más, mucho más de lo que él, urgido por su habitual desenfreno verbal, profería en el extranjero, proclamaba yo desde el púlpito. Aquí, muy a mano de la fiera enrabiada.

 Desamparado por la lógica y cobijado por su “monstruosa “y patológica ambición, el doctor Jiménez Grullón generaliza demasiado cuando asegura que todos los cónsules pertenecían al servicio de inteligencia.

 ¿Razona bien el que diga que todos los médicos son narcómanos porque uno que otro lo sea?

 ¡Cuantos, sin embargo, que tanto blasonan y se precian de haber luchado por la libertad dominicana, llevan selladas sus conciencias con el estigma imborrable de haber recibido, sin melindres ni escrúpulos, generosa ayuda económica del servicio de inteligencia norteamericano!

 Lo sorprendente, lo asombroso, es que hasta hace pocos días el doctor Jiménez Grullón mantuviera conmigo, a pesar de “haber consagrado mi vida al mal”, cordiales y amistosas relaciones. Tan cordiales y amistosas que le autorizaban a solicitarme servicios que, por delicadeza, no debo mencionar.

 Reitero: no quiero polemizar con el eximio y grandilocuente orador doctor Juan Isidro Jiménez Grullón. De ahora en adelante, que lluevan sobre mis los denuestos, si eso lo entretiene. Los acogeré en caritativo y comprensivo silencio.

 Pbro. Dr. Oscar Robles Toledano.