La República de Haití avanzaba de manera paulatina hacia un deplorable deterioro total de su status económico, político y social, desgarrantes aspectos que hoy prácticamente han pulverizado ese histórico pueblo. Cierta intelectualidad haitiana desde el fenecido Jean Price Mars a Suzy Castor a imputado a Juan Pablo Duarte la responsabilidad de las desgracias de su país al plantearse la separación ante la odiosa dominación que impusieron sus gobernantes a los criollos. Esos intelectuales conocen muy bien que las diferencias no surgen el 27 de febrero de 1844, que su génesis se remonta a las devastaciones de Osorio en 1606 en un acto de complicidad de las potencias coloniales España y Francia, para dividir la isla en dos culturas diferentes en atención a los intereses geopolíticos de ellos.

 

De nuestro lado contamos con un sector intelectual empecinado en tergiversar el pensamiento y la acción de Duarte promoviéndolo como héroe antihaitiano, soslayando que sus ideas anticolonialistas y precursoras del antiimperialismo dominicano aunque surgieron ante el fracaso de la fusión por parte de los gobernantes haitianos, siguieron adelante con su inmediato combate frontal a la entrega a perpetuidad de Samaná a Francia, su objeción radical a la anexión a España y la solidaridad militante con los opositores a los intentos de Buenaventura Báez de anexarnos a Estados Unidos en 1869-1871.

 

A esto se agrega en vía contraria la actitud militante de grupos locales de “avanzada” que han decidido imponer el cambio de reversa y se han convertido en punta de lanza contra todo aquel que critique la masiva e irregular migración haitiana hacia el territorio dominicano, tratando de llevarse por el medio no solo símbolos éticos de la nacionalidad como es el pensamiento anticolonialista de Duarte, sino arrollando en nombre de la “solidaridad de los pueblos” todo lo que se exprese en crítica a la “incontrolable” migración de haitianos como consecuencia de su crisis interna.

 

Dificultad que tiene un objetivo político concreto a través de intereses extranjeros promovido por  ONG de “avanzadas” donde se guisa un buen dinero, y que tiene el objetivo primordial de crear una versión “insular de Kosovo”, entre sus responsabilidades es tildar de xenófobos a todo aquel que abogue por un correcto control migratorio, que se oponga a la invasión uterina y a que sean inscritos como dominicanos millares de ciudadanos que no le corresponde la ciudadanía, todo con fines estratégicos de competir en el futuro con una amplia masa de dominicanohaitianos que impongan una fusión que históricamente no ha sido viable, y que de seguro contribuiría a ahondar más las dificultades entre ambos pueblos.

 

Problemas que se agudizan cada día con la masiva migración ilegal de haitianos, santificada por los “avanzados”, cuyos beneficios inmediatos lo reciben importantes sectores empresariales que se aprovechan de una mano de obra desesperada, que por su muy bajo costo salarial desplaza en todos los estratos laborales a los trabajadores locales.

 

Desde el ámbito criollo a partir del Gobierno (exceptuando a ciertos funcionarios en puestos muy claves de la política exterior) hasta una buena parte de la población nacional, han rogado a la comunidad internacional la interposición de sus buenos oficios en aras de contribuir a solucionar la crisis haitiana en su propio territorio. La respuesta la conocemos todos, la indiferencia de las grandes potencias ante el aciago panorama de los vecinos. Soslayando que invadieron a Haití y disolvieron su ejército, para crear una minúscula policía que ellos mismos conocían no podía enfrentar las frecuentes dificultades políticas haitianas, que generalmente terminaban en disputas bélicas.

 

Esas potencias no son indiferentes fortuitos, son flemáticos culpables porque fueron los auspiciadores del caos que hoy reina en Haití al destruir su ejército, que si bien le servía al status quo oligárquico que vivía esa nación, por lo menos servía de sostén para el mantenimiento de sus instituciones político-jurídicas y por muchos años mantuvieron un status de gobernabilidad en medio de todas sus precariedades. Con su actitud deleznable han sido los mentores de las bandas de incontrolables que dominan ese país.

 

De igual modo es inaceptable la actitud hipocrática del ministerio de colonias conocido como OEA, que de buenas a primera pretende lavarse las manos como Pilatos ante la grave crisis haitiana.

 

Entonces estamos ante una indiferencia bien meditada de las potencias que destruyeron el ejército haitiano y socavaran todas sus instituciones propiciando el caos reinante con fines inconfesables, a lo que hoy se une la complicidad de la porción de la intelectualidad haitiana que siempre ha odiado a los dominicanos, pero que los sectores  “avanzados dominicanos” tienen como aliados para la revolución contra los “racistas dominicanos” que desde su punto de vista conspiramos contra la solidaridad. ¡Bendita sea la conspiración dominicana!