Cuando escuchamos sobre la crisis de los fármacos en los Estados Unidos, inmediatamente pensamos en drogas comercializas por el mercado ilegal; pero pocas veces reflexionamos sobre aquellas que se llevó a destiempo a figuras como Michael Jackson, Elvis Presley, Tom Petty, Prince, Matthew Perry y muchos más. Con este último, se retoma el tema del billonario mercado de medicamentos dañinos recetados por profesionales de la salud.
Entre el 1999 y 2019, “casi 500.000 personas murieron por sobredosis de fármacos prescritos” según Los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC). Estadísticas como estás, nos llevan a concluir que las drogas recetadas, matan más personas que cualquier otro agente de riesgo como el tabaco o el estrés. Y parte del problema radica en la promoción pagadas por la industria farmacéutica. Que difunden a nivel nacional, las 24 horas.
Que a propósito, EE. UU. y Nueva Zelanda son las únicas naciones a nivel global que permiten dicha publicidad. Otorgándole a galenos, licencia para matar; mediante las patentes de la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA, por su sigla en inglés). Pero nos preguntamos, ¿hasta qué punto el juramento Hipocrático les permitirá a doctores violar un compromiso que lleva más de dos mil años?
En el caso particular del actor Perry, él trataba su adicción en Nueva Zelanda, donde irónicamente profesionales de la medicina le suministraban medicamentos para “controlar” su adicción, con más medicamentos. Y uno de ellos fue el Dr. Mark Chávez quien firmó un acuerdo con los fiscales a principios de este mes para declararse culpable de conspirar para distribuir el anestésico quirúrgico ketamina. En un país que está entre los diez exportadores relevantes de fármacos en el mundo.
Sin embargo, las farmacéuticas son corresponsables de la crisis del opioide bajo la mirada atónita de una sociedad que ve desaparecer a figuras del entretenimiento, así como aquellos que el sistema no les interesa recordar; porque ellos se encargan de estigmatizarlos. Al no ofrecerles alternativas inmediatas. O que la FDA, no asuma con responsabilidad establecer controles reales que frenen la problemática. Ya que parte de la solución comenzara, con la participación más activa.
De los Estados y sus gobiernos para crear mecanismos preventivos más eficaces. Para que tanto la sociedad como el resto del mundo, ayuden en la construcción de una sociedad libre de fármacos. Asi como alentar a la participación directa de organismos multisectoriales que trabajen en la reconfiguración de una sociedad menos dependiente a los medicamentos, con planes de salud mental más holísticos.
Y que si el principal organismo regulador como lo es La FDA se encargue de velar por los productos que consumen los norteamericanos, actuando en pro y representación del consumidor. Y que la mal llamada lucha por el control, consumo y tráfico de drogas, no se oriente a la que entra de manera ilegal, sino a la que ofrecen los doctores.
Las muertes de tantas personas por el consumo de drogas legales, coloca a esta nación, con casi ningún argumento válido para que esto siga ocurriendo, ya que existen los fondos y las instituciones. Pero resulta irónico que dentro de la “lucha” para contrarrestar la crisis del opioide, no incluyan, la eliminación por ley de la propaganda en los medios de comunicación, sanciones a médicos y farmacias. Y Fuertes controles a las drogas legales, recetadas por los doctores.