En el congreso médico dominicano del año 1933, uno de los temas versó sobre “la personalidad del doctor Finlay”, y además en la Universidad Autónoma de Santo Domingo hay un busto del doctor Finlay.  De acuerdo a diversas publicaciones cubanas contamos con estos datos: El doctor Carlos Juan Finlay Barrés  nació en Puerto Príncipe (actual ciudad de Camagüey, en la provincia del mismo nombre), Cuba, el 3 de diciembre de 1833, y falleció en La Habana , Cuba, el 19 de agosto de 1915.

Médico epidemiólogo. Su nombre de pila era Juan Carlos, pero firmaba Carlos J.. Graduado del Jefferson Medical College (Filadelfia, EE.UU.), en 1855.  En los años siguientes ejerció la oftalmología en La Habana, que era la especialidad de su padre.  Entre 1859 y 1861 realizó estudios en Francia. En 1872, fue elegido Miembro de Número de la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana, y, en 1895, miembro de Mérito. Se desempeñó como Secretario de Correspondencia (a cargo de las relaciones internacionales) de esa institución, por espacio de casi 14 años.

Desde 1868 llevó a cabo importantes estudios sobre la propagación del cólera en La Habana.   Sus estudios mostraban que la propagación del cólera se realizaba por las aguas de la llamada Zanja Real, probablemente contaminadas por los enfermos en las fuentes mismas de donde se surtía aquel primitivo acueducto descubierto.

Se dedicó a investigar la etiología de la fiebre amarilla, partiendo de la considerable experiencia acumulada en Cuba en la caracterización y el diagnóstico de esta enfermedad, algunos de cuyos síntomas fueron descritos originalmente por médicos cubanos.   En representación de la Academia de Ciencias, colaboró activamente con la primera comisión investigadora de la fiebre amarilla enviada a Cuba  por el gobierno estadounidense, en 1879.

El 14 de agosto de 1881, presentó ante la Real Academia habanera su trabajo El mosquito hipotéticamente considerado como agente de transmisión de la fiebre amarilla. Gracias a una serie de precisas deducciones, a partir de los hábitos de las diferentes especies de mosquitos existentes en La Habana, Finlay indicó correctamente que el agente trasmisor de la fiebre amarilla era la hembra de la especie de mosquito que hoy conocemos como Aedes aegypti. Dicho trabajo se publicó en ese mismo año en los Anales de la referida Academia. Aunque, con anterioridad, médicos de diferentes países habían sospechado del mosquito como ente propagador de la enfermedad, ninguno había supuesto, hasta entonces, que trasmitiera enfermedad alguna de persona a persona, y nadie había propuesto una identificación taxonómica precisa de especie alguna considerada trasmisora. La identificación precisa del posible agente trasmisor abrió la posibilidad de comprobar experimentalmente la teoría de Finlay.

Finlay, y su único colaborador, el médico español Claudio Delgado y Amestoy, realizaron, entre 1881 y 1900, una serie de experimentos para tratar de verificar la trasmisión por mosquitos.  En 1893, 1894 y 1898, Finlay formuló y divulgó las principales medidas a tomar para evitar las epidemias de fiebre amarilla, las cuales tenían que ver con la destrucción de las larvas de los mosquitos trasmisores en sus propios criaderos, y fueron, en esencia, las mismas medidas que, desde 1901, se aplicaron con éxito en Cuba, y luego en Panamá, así como en otros países donde la enfermedad era considerada endémica.

Los trabajos del dotor Finlay se publicaron en libros en Europa y Estados Unidos de América, pero no se le dio el reconocimiento a su trabajo hasta años después de su muerte. La mejor confirmación de las teorías de Finlay la brindó el éxito de sus medidas en contra de la fiebre amarilla. Este cubano, nominado en diversas ocasiones al Premio Nobel por sus investigaciones falleció en 1915, luego de una vida dedicada a la investigación epidemiológica.