1.- Una delegación soviética a los actos del centenario de la República
Conforme relatara en una ocasión el escritor y dirigente de izquierda Félix Servio Ducoudray, pudo ver un día de 1944 a un hombre de pelo nórdico, de unos 45 años, traje elegante y talante parsimonioso, quien detuvo su coche en la librería nueva, propiedad del señor Carías, entonces situada a mitad de cuadra, acera norte, entre la Sánchez y la José Reyes.
Tras demorarse largos instantes mirando con deleite las estanterías, pues conocía muy bien el español, se le acercó el Sr. Carías, inquiriéndole con gesto elegante: ¿en qué podemos servirle?, a lo que el egregio visitante sin demora, contestó: “busco libros de autores dominicanos. Obras literarias, pero me interesan sobre todo los de historia”.
Tan honrosa presencia, no era otra que Su Excelencia Dimitri Zaikin, representante de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas en Cuba, quien en calidad de Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario asistió en febrero de 1944, como parte de las delegaciones internacionales invitadas por Trujillo, a los actos conmemorativos del primer centenario de la República.
Era un momento muy significativo y singular de la diplomacia mundial, en que coyunturalmente los intereses norteamericanos y soviéticos estuvieron en convergencia, enfrentados a la amenaza nazifascista representadas por la potencia del eje.
2.- Aprestos del establecimiento de relaciones con la URSS
El 11 de junio de 1945, Trujillo enviaba un extenso mensaje al entonces presidente del Senado, en el cual le significaba:
Señor Presidente:
“Tengo el honor de informar a ese elevado cuerpo que, previa la concesión del agreement de estilo por el gobierno de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, he designado al Doctor Ricardo Pérez Alfonseca para el cargo de Enviado Extraordinario y Plenipotenciario de la República en Moscú.
La designación de ese distinguido diplomático que ha pasado todo el tiempo de la guerra en Europa al frente de nuestra representación en la castigada y heroica ciudad de Londres, para inaugurar la primera Legación dominicana con residencia permanente en Moscú, constituye un acto significativo del sincero deseo del Gobierno dominicano de regular oficialmente y hacer más estrechas nuestras relaciones con la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, relaciones que en la práctica han existido siempre, en pie de mutuo respeto y cordialidad, entre el pueblo ruso y el pueblo dominicano.
En efecto, desde hace muchos años antes de la presente guerra, buques de bandera soviética estuvieron en nuestros puertos, en operaciones comerciales, recibiendo amistoso tratamiento de las autoridades y del pueblo; artistas rusos han estado entre nosotros como embajadores de la rica sensibilidad musical de aquel pueblo; obras de escritores rusos, antiguos y modernos, desde Turguenev hasta Stalin, ocupan importantes sectores de nuestras librerías y bibliotecas públicas, donde siempre han estado libremente a la disposición de todos; ritmos y melodías de los grandes músicos rusos, desde Glinka hasta Sostakovich, son populares en nuestros círculos artísticos.
Esas corrientes de estimación y cordialidad dominicosoviéticas adquirieron corrección política, cuando atacada por traicionera agresión la hermandad de las naciones americanas, la República Dominicana se declaró en estado de guerra con las potencias nazisfascistas europeas, quedando colocadas así la Unión Soviética y la República Dominicana, respecto a la guerra de europa, en un campo bélico común y bajo las banderas de un mismo ideal de vida internacional, basada en el principio del respeto a la independencia, a la integridad y a la dignidad de las naciones, grandes o pequeñas en territorio.
Desde esos históricos acontecimientos, la estimación del pueblo dominicano hacia la Unión Soviética, no ha hecho sino afirmarse, y tomar incremento, sobre todo al ser testigos del patriotismo ejemplar con que los ejércitos soviéticos y los ciudadanos de la unión soviética, dirigidos con genial capacidad militar y política, resistieron la brutal acometida de las armas nazis, primero, y luego, en gloriosas etapas que constituyen una de las más admirables epopeyas contemporáneas, las fueron rechazando del territorio patrio, hasta comprimirlas y aniquilarlas en sus propias orgullosas ciudadelas consideradas como inexpugnables.
En fin, tocó gratamente la sensibilidad de nuestro pueblo, la inolvidable circunstancia de que, en ocasión del primer centenario de la Independencia de la República, festejado en febrero del pasado año, la Unión Soviética enviara a nuestro país una misión especial, encabezada por el Señor Dimitri Zaikin, Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario, con su Señoría Víctor Ibertrebor como secretario, para unirse a nuestro júbilo en tan señalado acontecimiento nacional.
Ese gesto de la Unión Soviética, que conquistó delicadamente nuestra gratitud legendaria, fue interpretado por nosotros, como seguramente por todas las Misiones extranjeras que en esa ocasión se encontraban entre nosotros, como una demostración de la simpatía que siente la Unión Soviética hacia los pueblos pequeños, que maduros para ello, han sabido ganar y mantener dignamente su independencia nacional.
Como resultado de su noble y poderosa contribución a la victoria de las Naciones Unidas en Europa, y de la inminente constitución, en la histórica conferencia de San Francisco de California, de la organización mundial para la perpetuación de la paz, la seguridad, la justicia y la cooperación, la Unión Soviética, cuyo poderío material se ha puesto en evidencia al servicio de una elevada causa, será por siempre reconocida como una de las grandes fuerzas para el bien y el progreso con que el mundo democrático puede contar.
Justo y pertinente es, por tanto, que todos los países que amamos la independencia nacional y hemos anhelado siempre el imperio de la justicia y la legalidad en las relaciones internacionales, mantengamos vínculos regulares con el pueblo que, en defensa de esos mismos principios, ha escrito, con la sangre de millones de sus hijos, una de las páginas más emocionantes de la historia de nuestros días.
De conformidad con lo que dispone el artículo 49, inciso 5, de la Constitución de la República, me permito recabar la aprobación del Senado de la República para el nombramiento diplomático del doctor Ricardo Pérez Alfonseca como Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.
Dios, Patria y Libertad
Rafael L. Trujillo
Presidente de la República
3.- Un aviso de nuestra Cancillería reclutando jóvenes para enviarlos a la URSS en misión diplomática
En la misma fecha en que Trujillo solicitaba del congreso la ratificación del Doctor Pérez Alfonseca como primer embajador dominicano ante la URSS, la Secretaría de Estado de Relaciones Exteriores, hacía público un comunicado en los siguientes términos :
“La Secretaría de Relaciones Exteriores informa que necesitará los servicios de veinte jóvenes dominicanos que además del español conozcan otro idioma, para desempeñar funciones en los Servicios Diplomático y Consular de la República en Europa. Estos servicios serán utilizados, principalmente, en la representación diplomática y consular de la República en Rusia.
Los solicitantes deberán dirigirse por carta a esta Cancillería antes del 25 de junio en curso, debiendo indicar los títulos académicos que posean, idiomas que hablen, experiencias que tengan en trabajos en oficinas públicas del Estado o de los Municipios, o en oficinas privadas, edad, estado civil. La solicitud deberá acompañarse de tres retratos, tamaño 2×3 pulgadas, y el interesado podrá agregar cualquier otro dato que pueda ser de interés”.
El Doctor Ricardo Pérez Alfonseca emprendió su periplo. Llegó hasta Finlandia y desde allí, se trasladaría hasta la ciudad de Kuivichev donde presentó sus Cartas Credenciales. No llegaría hasta Moscú, Rusia, entonces sitiada por los alemanes.
Tras permanecer aproximadamente un mes en Kuivichev, retornaría a Londrés. Posterioremente, sería trasladado como Embajador dominicano en Perú, país donde le sorprendió la muerte, tras salir del teatro, un 29 de diciembre de 1950.
Un detalle curioso es el hecho de que, al desconocerse el fallecimiento del Embajador Alfonseca en Lima, su nombre seguiría apareciendo durante varios años en la lista diplomática de la URSS.
4.- Chantaje de Trujillo con los Estados Unidos. Amenaza restablecer relaciones con la URSS en 1960
El idilio entre los Estados Unidos y la Unión Soviética duraría muy poco. Ya a partir de su famoso discurso en Wetsminster College, Fulton, Missouri, del 5 de marzo de 1946, Churchill lanzaría la clarinada de que se cernía sobre Europa lo que denominaría “La cortina de hierro”.
Se aperturaba entonces un nuevo escenario geopolítico y de aliados, los Estados Unidos y La Unión Soviética se convierten en los líderes de dos bloques antagónicos que luchan descarnadamente por la hegemonía mundial. Iniciaba así la guerra fría y Trujillo se posiciona como hombre de confianza de los Estados Unidos en el Caribe para enfrentar la influencia soviética. Se autodeclara el “campeón del anticomunismo”.
Los años finales de la década de 1950 e inicios 1960, fueron para Trujillo, no obstante, el inicio de su declive definitivo. Sus erráticas acciones fueron manifestación de una psique perturbada. Tras su aventurado como fallido intento de asesinar a Rómulo Betancourt, todos los países del hemisferio, liderados por los Estados Unidos, terminan aislándole y rompen relaciones diplomáticas, de manera colectiva, con la República Dominicana, a partir de agosto de 1960 en la VI conferencia de San José de Costa Rica.
Es entonces cuando Trujillo, en un intento desesperado por cambiar la cara al régimen, saca de escena a su hermano negro y escoge a Balaguer para asumir la presidencia.
El 14 de diciembre de 1960, Trujillo, sintiéndose abandonado por los americanos, por conducto de Balaguer, lanza la velada amenaza de establecer relaciones con Rusia. Se designa, a tales fines, a un probado y capaz embajador de carrera, Don Enrique de Marchena.
De Marchena- a quien también se la habían encomendado responsabilidades en los países árabes- salió el 26 de diciembre de 1960 rumbo a París, indicándosele que allí recibiría instrucciones. Era a la sazón, director de asuntos del Caribe en la Cancillería. Y se le tomó en consideración, por ser uno de los pocos diplomáticos de occidente que hablaba el ruso, además de los principales idiomas de la civilización occidental.
En editorial de aquellos días , el periódico El Caribe, vocero oficial del régimen, se haría eco de aquella campaña propagandística de Trujillo para incidir sobre los Estados Unidos en el levantamiento de las sanciones, al afirmar: “es nuestra propio pensamiento y el de la mayoría de los dominicanos que sienten en carne propia los desengaños sufridos a causa de la ingratitud y la mala fe del mundo occidental, encabezado por los Estados Unidos de norteamericana y pervertido por la influenciad del clero romano, atrasador de pueblos y desviador de conciencias.
La cuestión del establecimiento de intercambio de relaciones diplomáticas, culturales y comerciales con los países socialistas, es una necesidad del momento; una inaplazable necesidad, porque no podemos afianzarnos en fanatismos estúpidos, pretendiendo ignorar a unos pueblos y gobiernos que representan mucho más de la mitad de la población del mundo y, que, económicamente, representan un setenta y cinco por ciento de la riqueza mundial”.
“No vemos propósitos renovadores; no vemos que la Cancillería haya tomado una actitud enérgica y decisiva frente a los acontecimientos que se produjeron; no vemos que se haya hecho una planificación o un programa efectivo que estimule la ejecución en gran escala de los principios socialistas iniciados por Trujillo”.
Eran ya los agónicos coletazos de un régimen moribundo. La rueda de la historia transitaba hacia nuevos derroteros, acelerada por el magnicidio del 30 de mayo de 1961, aunque nos quedaban casi tres décadas de guerra fría con su peculiar impacto en nuestro devenir internacional y sus derivaciones regionales.