I
Este miércoles 28 hablaré de João Guimarães Rosa. Para mí uno de los grandes narradores brasileños del siglo XX. La actividad se hará en el centro cultural brasileño ya que hay una disposición de que todos estos centros culturales lleven el nombre del autor de Grande Sertão: Veredas. Su literatura es regionalista, pero también es universal. Por lo regular sus personajes están ambientados en el lugar mítico del sertão o sertón. El sertón es una región árida, de marginalidad y violencia; pero también de esperanzas; es, ante todo, un motivo literario (en tanto que situación recurrente en distintas obras literarias).
He leído poco del autor brasileño en español, siempre en su lengua materna. Ello a pesar de que sus obras están todas traducidas al español y realizada por buenos expertos; pero hay tanto juego con el lenguaje, la música en las palabras, el formalismo de expresiones primitivas, la reconstrucción de esquemas de expresión orales antiguos y ligados a la lengua tupí-guaraní que me parecen absurdo no conocerlos en la obra original. Menudo embrollo será hablar de un autor tan exigente, genial, detallista, creador de neologismos y tan evocador de situaciones existenciales y no hacerlo en su lengua materna.
II
Pedro Vergés, autor de lo que considero es la mejor novela dominicana del siglo XX (Solo cenizas hallarás, Bolero; 1980) ha escrito un artículo en el que señala que en el país no existe Literatura. El diplomático y escritor entiende Literatura como un acto comunicacional entre autor, texto y lectores o bien entre autor y sociedad. En esa mediación hay una serie de instituciones, actores y comercialización de la obra literaria que, según sus palabras, es lo que no existe. No habla de escritores ni de obras por sí solas, sino de la expresión de una vida alrededor de los libros y que será reflejo de la vida espiritual de los pueblos.
No podemos tachar de tremendistas estas palabras; tienen su lógica y tienen su razón de ser. Incluso, con excepción de tres o cuatro consagrados y viejos robles que tenemos en el país, la crítica literaria sobre la literatura dominicana sigue haciéndose desde fuera del país. Allí destaco el trabajo de Néstor Rodríguez y Fernanda Bustamante (Escribir otra isla, Almenara, 2021) quienes han dado a conocer varios trabajos críticos de autores dominicanos; pero en su mayoría son extranjeros que abordan la literatura nacional. Aprovecho la ocasión para recomendar dos trabajos magistrales que aparecen en este libro: el de Sandra Alvarado y el de Fari Rosario.
El de Sandra Alvarado me parece lo mejor que se ha escrito sobre Aida Cartagena Portalatín en el país. El de Fari Rosario, quien ha publicado varios textos sobre la novelística de Marcio Veloz Maggiolo, muestra la riqueza temática e interdisciplinar de la obra de nuestro más prolijo novelista.
La crítica literaria, como la comunicación literaria en el país, está también en un embrollo. Languidece, pero suscite y sobrevive, a pesar de los mismos escritores e investigadores ligados a las academias.
III
Confieso que le debo más a la literatura (narrativa y poesía) la conformación de mi identidad como persona que a la filosofía. Ello a pesar de tener estudios superiores en filosofía. Mi hábito no es un buen libro de filosofía como cabecera, sino un buen libro de literatura; incluso, en momentos de incertidumbre, varias novelas a la vez y un buen poeta (mientras más clásico, mejor). Hace tiempo que no leo literatura dominicana actual, a no ser la obra de Rita Indiana. No es que no haya buenos escritores jóvenes y que no me despierte el interés de leer a nuevos talentos criollos; pero lo que ocurre es el difícil acceso a los libros y la poca publicidad de estos; además de no contar con espacios académicos que permitan la discusión de estos nobeles escritores.
Confieso que el problema es mío; no pertenezco al círculo literario que siempre ha acompañado a los escritores. Tengo algunos compañeros de trabajo, poetas y narradores, que escriben bien y publican (no tan a menudo como quisieran) y cuando publican los leo con entusiasmo y admiración. Ello si en un viaje a la única librería existente los encuentro en el reducido espacio dedicado.