Existencialmente la muerte física para los seres humanos es inevitable y es inexorable.  Complementa el ciclo contradictorio de la vida y de la muerte, de lo finito y de lo infinito.  Nadie tiene capacidad para ignorar o negar la realidad de la misma, lo que ha generado durante siglos una diversidad de respuestas y conceptualizaciones sobre su definición, su trascendencia así como lo que ocurre después de la misma.

Hay explicaciones de carácter filosófico, religioso e ideológico, que pueden resumirse en diversas propuestas a lo largo de la historia:

a).- La muerte es un tránsito en la tierra, es un espacio de perfeccionamiento y de purificación.  Al morir, pasamos a la integración con el infinito y volvemos reencarnados de nuevo a la tierra con misión y formas diferentes.

b).-Las acciones personales determinan el destino de cada ser humano después de la muerte.  En el catolicismo, todo se define a partir del juicio final, donde se irá a penar al infierno o a realizarse en el cielo, ante la presencia de Dios, su hacedor. En todas las manifestaciones religiosas, la muerte implica una premiación  o un castigo eterno, dependiendo de su comportamiento temporal en la tierra.

c).- La vida es un soplo en la eternidad,  un momento de la realidad, que desaparecerá inmediatamente después de la muerte.  Todo concluye con la misma.  No hay nada más. De nuevo se convertirá en materia, en polvo, “porque polvo eres y en polvo te convertirás”.

En términos generales no hay unanimidad conceptual, son especulaciones, son explicaciones, para algunos incluso son hipótesis, para eliminar las tensiones, miedos y ansiedades. Siempre es una catarsis.

Aun así, la muerte sigue siendo un enigma,  nadie sabe cuándo, a qué hora, de qué forma o cuando va a morir y aunque para algunos hay definido un destino, no saben a dónde irán después de la muerte.

En algunos lugares de África, la muerte no es más que una nueva dimensión de la realidad.  Los difuntos se convierten en ancestros, que velaran por el bienestar de los vivos, siendo posible una comunicación y una relación de protección  entre los vivos y los difuntos.

En la cultura popular y en el folklore dominicano existen múltiples interpretaciones con una diversidad de creencias, ceremonias y rituales que tienen que ver con la muerte y con los muertos.  Es genérica la creencia de que a cada quien (por decisión divina) le llega el  momento de partir.  Hay un destino personal inexorable, aunque los muertos existan, convivan con los vivos y por diversas vías y formas se comuniquen, muchas veces estos necesitan de los que aun habitan en este plano para descansar en paz y dejar de “penar”.

De todas maneras, quien realmente “mata” a los muertos es el olvido.  El recuerdo los “revive” cada día y los hace eternos.  Su vida, sus acciones, sirven de referencia, son ejemplos, dan fuerza a los vivos para vivir y para morir.  Por eso, los que han partido, que ofrendaron su vida por la Patria, que lucharon por su pueblo, que se entregaron al bienestar de los demás,  no mueren, nunca se olvidan.  Mientras existan en el recuerdo y en el corazón de los vivos siempre estarán presentes, viven en el corazón del pueblo, en las instancias de la historia y de la patria.

Todo ser humano no nace por coincidencias o por azar, todos tenemos una justificación para nuestra existencia y venimos a cumplir una misión  en la vida, pero su cumplimiento depende de nosotros, porque tenemos la facultad de aceptarla o no.  Somos seres libres.

Doña Rosa, la “Rosa de Gurabo”, era un ser humano excepcional, escogida, que aceptó su misión de hacer el bien, de entregarse a los demás.  Su misión era el bienestar de los demás, la justicia, la verdad y el amor, cuyo sello ha sido el bálsamo de la ternura.

La humildad y la comprensión fueron los caminos permanentes en su relación con los demás.  Todos eran iguales para ella, aunque siempre su corazón estaba del lado de los más débiles y de los más necesitados.  Doña Rosa, la de Gurabo, no tenía poses, no divulgaba sus acciones, la autenticidad, la discreción eran su respuesta y su compensación. ¡Su recompensa era el deber cumplido!

Los seres como Doña Rosa no son comunes.  Son escogidos para cumplir una misión determinada.  Cuando la cumplen como ella lo hizo son llamados a la diestra del Señor, para otra misión y siguen protegiendo e iluminando a quien les hizo el bien ¡No desaparecen jamás, siempre están presentes!¡Es cual una Rosa que nunca se marchita¡

Amorosa, apasionada, entregada a su esposo (su sostén), a sus hijos, nietos, sobrinos, a  toda la familia y a los demás, partió, al cumplir su misión de amor y de entrega en la tierra.  La patria se sostiene espiritualmente con las esencias de seres privilegiados, escogidos, como Doña Rosa, que vinieron a este plano  para contribuir al bienestar de los más pobres y de los más necesitados.  Doña Rosa es un ser de luz y de amor, su protección seguirá donde quiera que esté. Ella es y por siempre lo será la “Rosa de Gurabo”. ¡La Rosa del país¡ ¡Bendito sea Dios!