En Madrid, de forma coloquial todos hablamos del “Ramón y Cajal” para referirnos al hospital que honra su memoria, del mismo modo que en Santo Domingo hablamos del “Padre Billini”… Pero ¿realmente sabemos quién fue don Santiago Ramón y Cajal?

Este médico logró el premio Nobel de Medicina en 1906, compartido con Camilo Golgi, en reconocimiento a su trabajo sobre la estructura del sistema nervioso. Centró sus estudios en la fisiología del sistema nervioso central, en el estudio de las células que lo constituyen, las neuronas, y en sus partes estructurales.

Don Santiago Ramón y Cajal (1852-1934) describió la base de sustentación de la neuropsicobiología moderna y las tesis de la plasticidad cerebral se sustentan en sus descubrimientos de que sí es posible que el sistema nervioso central modifique su estado y cree nuevas estructuras y conexiones neuronales en función de las condiciones del medio. Así, de manera pedagógica, enunció una predicción que hemos escuchado muchas veces: “El hombre puede convertirse en el escultor de su propio cerebro”.

Es una verdad fisiológica: las zonas estimuladas serán las que más capacidad desarrollen. De este modo, si desde los primeros años una persona es estimulada en una disciplina, desarrollará mejores capacidades para la misma. Es como la masilla, puedes darle la forma que desees… Así se potenciarán más zonas de manera selectiva y esas zonas estarán más desarrolladas porque crearán nuevas conexiones neuronales.

Desde 1906, el avance a través de los estudios radiodiagnósticos y los estudios de la dinámica cerebral, como son los potenciales cognitivos evocados, facilitan el conocimiento y la comprensión de la función del cerebro. Hoy en día, más de un siglo después, disponemos incluso de la tecnología de la realidad virtual para el estudio de la plasticidad y la dinámica del cerebro, sustentado en las tesis del doctor Ramón y Cajal.

Imagino a don Santiago en la soledad y el silencio de su laboratorio, con apenas su microscopio, y me preguntó cómo pudo realizar uno de los descubrimientos más transcendentales para la comprensión fisiológica del cerebro.