“El hombre tiene dos tipos de delirio. Uno es, evidentemente, bien visible, es el de la incoherencia absoluta, las onomatopeyas, las palabras pronunciadas al azar. El otro es mucho menos visible, es el delirio de la coherencia absoluta. El recurso contra este segundo delirio es la racionalidad autocrítica y la utilización de la experiencia”. (Edgar Morin: Pensamiento Complejo).

Al pasar de la sociedad panóptica a la sociedad de la psicopolítica, donde nosotros mismos nos adentramos a nuestra búsqueda en la disección de un sujeto y un objeto, nos bifurcarnos, esta vez, en ser sujeto y sujeto. Se nos dificulta la introspección donde nos visibilizamos y decimos lo que realmente somos. No necesitamos la mera proyección, al proyectarnos en los demás. La decantación, la diferenciación, queda entrampada en sí misma a través del cuerpo vestibular de nuestras acciones y decisiones en la red. Es la sociedad de la red que nos recrea y nos reproduce y ya no podemos negarnos de lo que hemos dicho y realizado. El espejo, ya no soy yo, tu, sino, nosotros, exponencialmente.

Es la sociedad de la red que se transforma en la sociedad del riesgo, al mismo tiempo. No podemos negar lo que ayer dijimos y realizamos. Está ahí. Difícil es borrarlo. No hay posibilidad de olvido. Como paradoja, no es la sociedad de la yuxtaposición, nos encontramos frente a la sociedad de la simultaneidad, donde solo podemos entenderla, describirla y explicarla a través de la transdisciplinariedad. Lo transdisciplinar ruptura el reduccionismo y busca el hilo conductor de las cosas y los hechos, en cada fase de la dimensión y existencia humana.

Lo simple, lo banal, la caracterización de la doblez humana no puede ser entendida a la luz del dogmatismo y el fundamentalismo, como mecanismos de creencias que niegan los contextos, las circunstancias, buscando en su articulado de consciencia la verdad derivada de lo divino. De la comprensión de los hechos y acciones humanas, en su literalidad, en el concierto alineado y de un mundo y una realidad tan compleja. El dogmatismo es la concepción de la supremacía del objeto sobre el sujeto, allí donde la realidad y el pensamiento quedan frisados por la temporalidad más allá de la razón. El dogmatismo se encierra, se sesga, ora por intereses marcadamente partidario ora por inclinación ideológica (religión).

Lo nuevo, en el hallazgo, no puede ser posible ni entendido. Sus deseos lo confunden con la realidad. Cobra, para esa corriente filosófica, el sentido de la sequedad de la realidad, la realidad pétrea. Quedan fosilizados y mimetizados con el tiempo. La realidad, dirían ellos, es lo que yo creo. El dogmatismo encuentra en el fundamentalismo, que se prolonga en el escepticismo. El fundamentalismo niega en sí misma la realidad que no se adentra a su concepción, a sus deseos, a sus intereses fatuos. La “razón” razonable de sus explicaciones, la hilaridad del ayer. Es el marco abierto de hechos el pasado transportado al presente donde los actores de hoy, que son del ayer, no juegan el mismo rol y peso protagónico.

Existen como personas, empero, el peso gravitante de su liderazgo no es el mismo. Los procesos sociales, la dinámica y los actores de la sociedad ya no es la misma. El combate entre lo viejo y lo nuevo está ahí, como nunca antes, aunque el pensamiento conservador sigue gravitando. Los matices ondean: 36% de los entrevistados en la encuesta Gallup/RCC Media no están en ninguna religión. El fundamentalista analiza desde la mirada y perspectiva de un escepticismo que prolonga el pasado, sin ver nuevas aristas. Sufren de parálisis paradigmática, van desde el desconocer inconsciente y del desconocer que no quieren saber, vale decir, de una ignorancia consciente que no quiere saber, aunque la realidad real se le presenta de cien maneras.

En esta etapa, en este tránsito, la persona no es curiosa, no hace su tarea, ni mucho menos, asume el pensamiento crítico. Encuentra contradicciones donde no existen y realizan exégesis que desbordan el objeto de estudio. La nueva realidad descubierta lo desborda, lo trastoca, lo atolondra. Anulan el objeto y sobredimensionan su pensamiento, por lo tanto, el eco de la percepción de la realidad, produce afasia, asfixia y bipolaridad. El dogmatismo y fundamentalismo cercenan, cual si fuera un cristal demolido con una enorme piedra, la confianza. Borra sin más, la experiencia, el caudal histórico del amigo, de la historia. Reconoce, como un papel en blanco, el rol protagónico de un pasado y un presente, nodal y extraordinario. Todo lo que no coincide con su transitar del presente queda diezmado, aunque decenas de estudios le digan que no hay posibilidad de su candidato.

Gallup / Dominicana comenzó en 1985 como Mercadeo y Desarrollo Empresarial, como una empresa para realizar estudios de mercados para empresas y organizaciones. En 1990, con el periódico El Siglo realizó la primera encuesta para medir el mercado electoral. En 1994 realizó para una empresa las predicciones del mercado electoral, para esas elecciones de 1994. En octubre de 1994 comenzó a formar parte de GALLUP Internacional, como franquicia para República Dominicana.

Desde entonces, ha sido la firma más exitosa en el campo del mercado electoral y sus predicciones. En el 2020, 23 empresas de estudios de mercado electoral realizaron más de 57 encuestas en el interregno de 7 meses (diciembre 2019 – junio de 2020). Tres empresas, finalmente, acertaron, entre ellas: Gallup/ Hoy estaba ahí. ¿Qué dijeron ahora en la encuesta Gallup/RCC Media algunos de los dogmáticos y fundamentalistas sesgados como “hallazgos de inconsistencias”?

  • De 1,200 la muestra, este estudio de la encuesta profundizó en lo que hoy se llama Likely Votters, esto es, el voto aprobado. El voto efectivo. “Son los votantes probables, pues son los que dicen que están decididos a emitir su sufragio en unos comicios”. Esto acusa un mayor grado de rigor y objetividad, porque constituyen los votos reales, ya filtrados, donde se excluyen los indecisos y los que dijeron que no van a votar. Esta categoría: Likely Votters, se les aplica a todos los candidatos en la muestra. En esta ocasión 820.
  • El estudio encontró que, de la muestra de 1,200, los que votaron en el 2020, 67% lo hizo por Abinader y para 2024 dicen que votarán el 62%. Subrayamos, es el 62 de esos 1,200, no del universo completo, que serán: 8,300,000.
  • Los escenarios. Está correcto: 3, en caso de una segunda vuelta. Abinader-Leonel. Abinader y Abel. Leonel y Abel. Tres escenarios, cada uno con dos candidatos, como debe ser en una segunda vuelta.
  • Que hay una “inconsistencia” porque Leonel sale en segunda posición y cuando compite en un posible escenario con Abel, este último gana 40 a 39. Esto es posible, ya que en ese escenario los perremeístas y otros partidos no votarían por Leonel. De allí que tenga la tasa de rechazo más alta: 37.3%.
  • Otra “inconsistencia”, que no es posible que la gente reconociendo los problemas: alto costo de la vida (inflación), robos, asaltos, atracos, delincuencia en general y desempleo, le otorgue una favorabilidad de 64% al presidente Abinader y una aprobación de 54%. La lectura es que los entrevistados desligan estos problemas del presidente (hipótesis 1) y la hipótesis 2: crisis de liderazgo y falta de confianza en la oposición.

Hay que resaltar, sin dogmatismo ni fundamentalismo, sin intereses corpóreos, que desde 1996, Abinader, hasta hoy, ha sido el gobernante, en el ejercicio del poder, más decente. El que ha marcado un antes y un después en el BORRON Y CUENTA NUEVA EN MATERIA DE CORRUPCION E IMPUNIDAD. En los distintos roles de la existencia humana, difícil es su comparación con otros ex presidentes. Su capital reputacional, ético-moral, es mucho más alto. Estamos viendo una fase de transición que debió fraguarse a partir de 1996.

Ese enorme vacío entre lo normativo, lo jurídico y la cultura política, ha sufrido mutaciones. El marco institucional ha variado. Son esos matices que crean esperanzas renovadas, aunque con muchas de las deudas acumuladas, con el caudal del fardo de la exclusión y de la desigualdad. Son los matices, en medio de la corrupción-impunidad y anomia institucional en que nos encontrábamos, que marcan una transición plausible, revestida de luces que cimentan las posibles transformaciones a mediano plazo, sin dogmatismo ni fundamentalismo vacuo.