El 11 de octubre tuve la suerte de poder asistir en los Teatros del Canal de Madrid a la representación de la obra Evangelina, una magistral creación de Chiqui Vicioso en la que brilla una inolvidable actuación de la actriz Ruth Alfonsina Emeterio, quien puso al público de pie para tributarle una larga ovación. Fue tanta la emoción que sentí y que el recuerdo de la doctora Evangelina está presente que creo necesitamos que lo esté… Nos hacen falta muchas doctoras con su talla profesional porque desarrolló un trabajo de medicina preventiva y pedagogía para la salud muy avanzado para su tiempo.
Evangelina Rodríguez, la primera médica dominicana, nació el 10 de noviembre de 1879 en San Rafael de Yuma, municipio de la provincia de La Altagracia, en la pobreza más absoluta y desde su infancia padeció todos los prejuicios que un ser humano puede sufrir: el sexismo, el clasismo y el racismo.
Fue parte del primer feminismo dominicano y como médica demostró una inquietud admirable por la situación sanitaria de la mujer de escasos recursos, intentando educar para la planificación familiar, la educación sexual y la prevención activa de enfermedades como la sífilis. También habló de la importancia de la alimentación en el desarrollo cerebral de los niños, con los programas del vaso de leche en las escuelas, haciendo y negociando para organizar un programa de implementación y concientización de la población.
Escribió incluso un libro, Granos de polen, en 1915, que, por cierto, merecería ser reeditado, en el que habló de la importancia de la medicina preventiva y de la lucha activa para corregir la enfermedad más compleja de combatir: la ignorancia. Pero se topó con la ignorancia y la moralidad extrema de su época y con el desprecio hacia las mujeres, que tenían que estar recluidas en las casas, limpiando, cocinando y “atendiendo” al marido y a los hijos…
Mi padre, el doctor Antonio Zaglul, conoció su figura mucho antes de formarse como psiquiatra y escribió Despreciada en la vida y olvidada en la muerte. Biografía de Evangelina Rodríguez, la primera médica dominicana. En este libro definió su particular inteligencia como el conjunto de cualidades en el que la búsqueda del bienestar del otro era su “esquema de vida”: su entrega absoluta al servicio de sanar, prevenir y enseñar. Sin embargo, se excluyó a sí misma de esos cuidados, no pensaba en su propio bienestar, y su profunda vocación como médico le condujo a la extenuación psíquica y física. Posiblemente fue lo que hoy en día se denomina una “Persona de Alta Sensibilidad”.
Uno de los aspectos más importantes en el análisis del desarrollo de una enfermedad mental es cómo nos relacionamos con el mundo, el propio y el que nos rodea. En el caso de Evangelina Rodríguez, mi padre señaló el permanente rechazo social que sufrió por su condición de mujer desde el machismo más reaccionario, por el color de su piel y por ser hija natural… Reunía todas las características para ser marginada y maltratada psíquicamente: aquel cúmulo de prejuicios la desquició de una manera extrema y cuando experimentó una ruptura con la realidad todo su potencial e iniciativas se fueron al traste. Incluso cuando enfermó, sufrió el estigma de ser una enferma mental y, por tanto, dejó de ser la “doctora Evangelina” (con el esfuerzo que le había supuesto alcanzar tal formación) para convertirse en “Evangelina, la loca”.
Su cuadro de disociación tiene un componente endógeno y desde luego otro exógeno. Fue víctima del acoso social, de la violencia más cruel que se puede ejercer sobre un ser humano: el desprecio de las palabras, el descrédito permanente, el menosprecio… Todas sus carencias afectivas y de soporte social fueron creando una debilidad en su mente y luego de presentar un cuadro de psicosis nadie tuvo la intención de tratarle como una enferma. La doctora Evangelina se evadió, su mente se enajenó de un mundo que la violentó, vejó y maltrató. Es el primer feminicidio social y moral de una mujer.
La memoria de Evangelina Rodríguez, llevada al teatro de manera magistral y profundamente emocionante por Chiqui Vicioso, nos inspira a muchas mujeres que somos médicas, que somos feministas y que no olvidamos su ejemplo. Queda mucho todavía por hacer, pero, querida Doctora Evangelina, lo haremos…