Estimado Eduardo: Una vez la sociedad llega a su más alta expresión de descomposición ética y moral, la tara de la envidia  se apodera de la mente de los envidiosos,  descalificadores y mediocres, los cuales se ceban contra los sobresalientes. Te sugiero leer este escrito para que te cuides de los que se sienten molestos  por tu talento y éxitos.

Introducción

En nuestro medio hay un sujeto que marchita la alegría: el envidioso. Es un resentido en toda la extensión de la palabra; siempre está enfadado, nada le alegra el alma; es un inconforme patológico; genera y motiva amargura e insatisfacción; practica el odio  con disimulo y se siente bien haciendo gestos que producen desavenencia. 

I.- Actitudes del envidioso

1.- Cada quien debe tener una idea clara de lo que es un envidioso, porque sólo así puede preparar la autodefensa que debe desarrollar para cuidarse de sus acciones venenosas, a las cuales está expuesta toda persona de buen proceder.

2.- Resulta sumamente difícil leer al envidioso, porque es un individuo que no deja observar con claridad su forma de actuar; la misma pose que toma para halagar, la utiliza para, con sinuosidad, despreciar. La naturalidad nunca lo acompaña.

3.- La fisonomía del envidioso no sirve para identificarlo, aunque su semblante permite a veces,  en parte, conocerlo. El timbre de su voz es cambiante; calcula las palabras que ha de expresar, no las desperdicia; es preciso en el uso de términos.

4.- La personalidad del envidioso es tan enigmática que aunque se molesta con los triunfos de los demás, se mantiene interesado en conocerlos; es inexplicable su proceder, pero esa línea de conducta introvertida lo caracteriza. De ahí que hay que ser muy avistado para descubrir el cambio del envidioso de cínico a cortés.

5.- El envidioso no ejecuta su sentir accediendo directamente a su víctima; primero hace una labor de ensayo mental para no crear duda de su desazón por el triunfo ajeno; una vez hace su experimento, suelta su aparente agrado, que es como una especie de vómito para no callar su amargura.

6.- El envidioso no saca las espuelas de inmediato; por su habilidad dañina se mueve pausadamente; no actúa a lo loco, en cada ocasión se mueve con certeza, sabe lo que quiere hacer; dependiendo de su interés se muestra frío, cálido o apático; sereno o inquieto, cariñoso o rudo, accesible o intratable.

7.- Para tener conocimiento de la vida de aquel a quien envidia, el envidioso indaga las actividades que realiza y si son o no exitosas; hace sondeos para saber como difamarlo; es un fino escudriñador y pendenciero perverso.

8.- En caso de que el envidioso no forme parte del círculo de amigas o amigos de quien busca detractar, hace labor de relambido con el fin de ganarse la confianza como querendón, y aunque sus palabras son recibidas como de un relajón, el daño queda.

9.- A los fines de conocer la situación real de la persona a envidiar, el envidioso se presenta ante ella lo más atento, altamente complaciente; no muestra nada de grosería ni de desprecio; demuestra zalamería y adulación empalagosa hasta estar debidamente informado para luego iniciar su campaña infamante.

10.- Por su propia formación, el envidioso vive con los oídos tumbados para, una vez escuchar las palabras exitoso, progreso, triunfador, próspero y abrirse paso, averiguar el nombre de la persona a la cual se le atribuyen para iniciar su labor destructora.

11.- El envidioso tiene reservado un lenguaje punzante para aquel que tiene cualidades  bien valoradas en el medio donde vive. Con términos lacerantes, el que envidia trata de golpear al virtuoso; es mordaz cada expresión de quien envidia al referirse al que con virulencia lástima.

12.- En su desenfreno por tener lo que tiene otro, el envidioso adopta posiciones diferentes en su proceder; se presenta contemplativo, como también muy místico; con facilidad cambia de religioso a impío, de expresivo a hermético, de sociable a huraño, y de agradable  a horripilante.

13.- El envidioso es un individuo sumamente cambiante; es común verlo con actitudes uniformes, homogéneas, y de un momento a otro se convierte en un ser de proceder variado, una mezcla de uniformidad y complejidad, hasta parecer un híbrido de puro e impuro.

14.- El envidioso motiva preocupación porque saca de sus cabales al más inteligente; si no se adivina con rapidez su falsa actuación, con facilidad hace llorar de tristeza a quien está disfrutando un triunfo lleno de alegría; tiene el material suficiente para cumplir la función de encanto y rechazo.

15.- Aunque parezca un contrasentido, el que envidia a otro le olfatea su vida; le da seguimiento, a los fines de husmear hasta lo más mínimo lo que hace o deja de hacer, porque sólo así puede estar debidamente alimentado para envidiar.

16.- El envidioso es un ser humano que  crea inquietud porque es un peligro social;  en apariencia vive en completa paz con él y el prójimo, pero su interior es una hoguera impulsada por un tizón de cuaba con gasolina como combustión.

17.- Por permanecer ahíto de odio, el envidioso lo suelta poco a poco. Para mortificar con más saña a su víctima, gradualmente va desarrollando su inquina hasta que impone por completo su tirria.

18.- El envidioso, con el fin de no servirle a nadie, siempre se muestra resbaloso; se caracteriza por no ser solidario, es huérfano de sensibilidad; abraza el individualismo y para llevarle la contraria a los demás se identifica como rosca izquierda. Es un antichévere consumado.

19.- La buena noticia que le transmite el amigo por un logro suyo, el envidioso no la celebra, a lo sumo tímidamente sonríe; no expresa risa por el triunfo ajeno. La carcajada es extraña a la celebración en la persona que envidia, solamente la saca para celebrar la derrota de otro.

20.- Como ponzoñoso, el envidioso no distingue entre conocidos y desconocidos; envidia por igual al amigo que al enemigo,  aguijonea a todo aquel a quien envidia por su talento, progreso o consideración en el medio social donde vive; siempre está listo para lanzarle dardos, puyas a quien envidia. El veneno que guarda, el que  se enfada por los triunfos de los demás, está listo para ser lanzado contra todo aquel que por su progreso molesta al envidioso.

II.- El envidioso lo quiere todo

21- El envidioso ofende sin que se le haga nada, y para justificar su actitud se da por agraviado; procura darse por irritado, imputándole la situación a otro para mortificarlo.

22.- El envidioso no se conforma con lo que tiene, es insaciable; además de lo suyo, ambiciona lo de otro; su codicia es enfermiza; la voracidad la lleva en las pupilas de sus ojos; sus pretensiones son ilimitadas, es insaciable de cosas materiales.

23.- El envidioso ríe hasta que se le ve la muela de atrás, una vez sabe que “fulano de tal fracasó”; “está derrotado”; “ha caído en la ruina”; “no se levantará jamás”; “se le quemó la empresa y no la tiene asegurada”.

24.- En el envidioso, la ambición es ilimitada; en su afán por poseer desarrolla hasta lo infinito el sentido de tener; aunque no disfruta lo que adquiere, se deleita inmensamente con sólo saber que lo tiene por puro capricho.

25.- El comportamiento de persona rencorosa lleva al envidioso a vivir en estado de enojo permanente, lo que le convierte en una rémora; en un individuo que estimula dificultades entorpeciendo cualquier relación de cordialidad.

26.- El envidioso vive con la creencia de que lo que existe sobre el planeta tierra le pertenece; su concepción mezquina la lleva al extremo, y la exterioriza con su apego a las cosas materiales. Para el que envidia todo es insuficiente para satisfacer sus apetencias desmedidas; desconoce la nobleza porque su mundo es la avaricia.

27.- El envidioso, para disfrutar como suyo lo que es de otro, y retenerlo para siempre, hace lo indecible para agarrar y no soltar bajo ninguna circunstancia; su deseo de apoderamiento es exagerado, llegando a simular escasez  de lo que tiene en abundancia; su exageración, su avidez codiciando lo de otro, lo lleva a hablar de carencia de lo que tiene en demasía.

28.- El envidioso finge no desear nada, ser un desinteresado, pero de un momento a otro lo abarca todo en avaricia incontrolable; aquel que en un principio se comportó tibio, luego se presenta apasionado, impetuoso por lo que busca exasperadamente.

III.- La molestia del envidioso

29.- Constituye una ofensa, un agravio a la persona de un envidioso, hablar en su presencia de las virtudes cívicas y ciudadanas reconocidas a un hombre o mujer destacada de la comunidad; él se siente ultrajado en su forma de ser. Para el envidioso, en lugar de honrar a alguien por sus méritos, lo que procede es el descrédito, el vituperio abierto o solapado.

30.- La gallardía de aquellos que no han vacilado para enfrentar las situaciones políticas difíciles que en distintas coyunturas  se han presentado en el país, y han requerido el accionar de hombres y mujeres de firmeza y convicciones democráticas, motivan recelos, envidia, en quienes se han comportado como actores o cómplices de actos despreciables.

31.- El funcionario probo motiva inquina en el envidioso deshonesto, el cual ve con ojeriza a quienes se comportan virtuosos, con probidad en el manejo de los dineros del erario. Al mezquino le suena insultante que se les reconozcan honores a las mujeres y hombres honorables.

32.- Aquellos que con su dinamismo se elevan con su propio esfuerzo, generan cólera a los envidiosos que se quedaron rezagados por haberse mantenido haraganes, abúlicos, ociosos y necios. El progreso mortifica y enloquece a los que envidian el desarrollo de los triunfadores.

33.- La persona que por su seriedad se hace merecedora del cariño, distinción y respeto de sus conciudadanos, tiene como contrario al envidioso,  a ese hazmerreír que sólo sobresale como bufón descarado, que sirve para inspirar risa con sus impertinencias inoportunas.

34.- El ser humano, de comportamiento humilde, se convierte en blanco predilecto de los ataques de los envidiosos,  que para ser tomados en cuenta tienen que hacerse sonar  como jactanciosos y alardosos.

35.- Hablar de la conducta limpia de una persona a la cual por su grandeza le tiene tirria el envidioso, es desafiar a éste perturbándolo en su engreimiento; su soberbia le impone reaccionar desmoronando la buena imagen haciéndola polvo.

36.- El envidioso siente celos contra aquel que lo trata como amigo, y es persona distinguida; el ilustre, el sobresaliente por su sola condición, lesiona al envidioso; éste procura presentar al descollante como un farsante, chabacano e insignificante.

37.- Aquel que tiene a su lado a un envidioso está impedido de ganar fama. La notoriedad, el prestigio, la celebridad en otro hace sentir mal al envidioso; lo deprime hasta hacerlo caer en estado de desánimo y angustia absoluta.

38.- El envidioso se siente rebajado si guarda silencio cuando en su presencia se enaltece a alguien; buscará como reducirlo a la nada, desprestigiarlo o de cualquier forma humillarlo. Su misión es la de envilecer, no la de ennoblecer.

39.- El envidioso acumula en su cerebro una especie de diccionario diseñado para mermar a quien es reconocido por méritos y cualidades excepcionales; buscará la forma de desacreditarlo, quebrantarlo en forma desmesurada hasta presentarlo como un nada, ninguna cosa.

40.- Aquel que hace mención de un ser humano inteligente, talentoso y de plena lucidez,  encontrará de parte del envidioso la impugnación, calificándolo de torpe, inepto y ausente de grandes luces.

41.- El envidioso indecente se amarga cuando se habla del correcto proceder de aquel que desarrolla sus actividades dentro de los marcos de la decencia, integridad y limpieza. El decoro crea contrariedad mental a quienes envidian a los recatados.

42.- La demostración de arrojo  en una persona genera malquerencia en el envidioso cobarde que ve receloso semejante comportamiento; el coraje en otro genera molestia en el pusilánime huérfano de valentía; la bizarría es censurada por el falto de valor, el acoquinado.

43.- Una vez el envidioso logra infamar, y comprueba que su amargue ha surtido efecto, siente ejecutada su misión y da por concluida su operación disociadora y mezquina. 

Reflexiones finales

a.- Para que una sociedad pueda dañarse al nivel que ha llegado la dominicana, en su seno tiene que haberse producido una degradación tan precipitada que ha impedido a sectores, clases y capas sociales sensibles, percatarse de los que estaba socavando su base.

b.- Solamente en una sociedad regida por un sistema social como el que impera en nuestro país, puede engendrar un espécimen con las bajas pasiones del envidioso.

c.- Hay que ser muy poca cosa como ser humano para compartir con los demás, y anidar en el cerebro resentimientos, odio, egoísmo y rivalidad. Por tal razón es que el envidioso es un peligro social.

d.- La envidia ejerce tanto dominio sobre las personas que acompaña, que aunque quieran quitársela de encima, liberarse, no pueden, porque les domina el corazón y el cerebro, privándolas para siempre de libertad y paz.

e.- El envidioso, durante todo el curso de su existencia, permanece en una encrucijada de sufrimientos: afligido por la desgracia de la envidia y entristecido por la felicidad del envidiado.

f.- El envidioso es perseverante, no da tregua; persevera contra aquel que envidia; le da seguimiento hasta después de muerto, porque cuando fallece la víctima de la envidia, el envidioso va a la funeraria, no a darle el pésame a los deudos, sino a comprobar el deceso del envidiado.

g.- El que, a otro envidia, no le celebra la buena ni la mala acción: la primera se la aplaude con hipocresía, y por la segunda lo maldice.

h.- El envidioso no merece desprecio, solo conmiseración, porque aquel que nace con el sentimiento de rivalizar por gusto, no tiene sosiego, vive convulsionado, es un espíritu que permanece revuelto y con el cual hay que tener clemencia.

i.- Mi deseo es que la realidad dominicana fuera otra, pero ella está ahí, como testigo de piedra, algo incontrovertible. Estamos viviendo en un medio social corrompido hasta el tuétano; cada día se acelera más y más la podredumbre social; lo que se respira en el ambiente dominicano está contaminado; estamos presenciando un cuadro degradado, pervertido, y encanallado con la presencia de lacras, como lo es el envidioso.

j.- Para conservar la tranquilidad espiritual resulta más conveniente no descubrir la envidia de un ser querido hacia ti, porque hasta el momento que se advierte la envidia se conserva la devoción hacia el envidioso, pero luego en el envidiado viene, primero la duda, luego el afecto menguado y finalmente el abatimiento.

k.- Solamente aquel que ha descubierto que un amigo le envidia, sabe la frustración, el dolor que produce, es pasar por un momento sumamente difícil; uno se siente anímicamente hundido, interiormente desbaratado, totalmente estropeado.

l.- Nos sentimos contentos, rebozados de alegría, al saber de los logros alcanzados por un amigo en el área donde se desempeña, pero el envidioso se manifiesta abrumado, triste y apesadumbrado, lo que lo lleva al descontento, la infelicidad, el pesimismo y el aturdimiento.

m.- Lo menos que podemos hacer por una persona enferma, y que ha gozado de nuestro aprecio, es gestionar su curación por  un médico para que recupere su salud y verla, en lo adelante, saludable. Pero resulta que el envidioso se resiste a tratarse, prefiere continuar decaído, porque se siente mejor siendo un envidioso.

n.- Personas a las cuales tratamos en sincero afecto desde la niñez, hoy observamos que se comportan evasivas, aburridas y algo retiradas; al averiguar el motivo de su actitud, nos han informado que esa forma de proceder la están adoptando frente a sus amigas y amigos de ayer que han progresado.

ñ.- Preocupados por el estado negativo que lesiona a los envidiosos, la envidia, hemos  decidido averiguar,  y confirmamos que los envidiosos no tienen cura; que la envidia es un padecimiento, con la agravante de que quien la padece la disfruta; por tiempo el paciente se mejora, pero luego la lesión se reactiva ampliada, y la misma solo puede eliminarse de dos formas: desapareciendo el paciente, o el sistema que genera la enfermedad.

o.- Lo más conveniente para la sanidad y tranquilidad de lo que en verdad se llama pueblo dominicano, la solución para eliminar la envidia, y con ella la lacra social que genera, el envidioso, es luchar para acabar con el sistema, o por lo menos, con el modelo que padecemos hoy  los dominicanos y dominicanas. La tarea no es fácil, pero hay que bregar para lograr el objetivo perseguido.

p.- El envidioso nace y se desarrolla en un medio social en el cual no se educa al ser humano para que sirva de ejemplo y motive a la virtud, pero sí a que esté condicionado en la codicia, el egoísmo, el individualismo, la inquina, los récores, el vituperio y el cinismo. La sociedad dominicana de hoy anda por mal camino porque en nuestras escuelas desapareció enseñar a las niñas y niños a tener cariño, a la solidaridad y a la comprensión mutua. (Escrito tomado del libro de mi autoría, Mi parecer sobre la sociedad dominicana  de hoy, desde la página 220 hasta 228) 

Santiago de los Caballeros,

6 de abril de 2023.