El discurso del presidente Luis Abinader el pasado 27 de febrero dejó sin aliento a la oposición. Con apenas dos años y medio gobernando, habló casi tres horas de los logros alcanzados con cifras contundentes y una fuerte energía en cada una de sus palabras.
Definitivamente, es difícil entender cómo lo ha hecho (más adelante les revelaré la magia), cuando llegó al poder en plena pandemia, que, superándola con gran éxito, tuvo que enfrentar después las terribles consecuencias de la guerra entre Rusia y Ucrania que ha puesto de cabeza a casi todas las economías del mundo.
Un mundo que dio un vuelco de 180 grados, pero los dominicanos apenas lo sintieron a pesar de que algo se movía entre sus pies que los molestaba mucho Y ese algo se llama INFLACIÓN.
Sin embargo, Republica Dominicana ha logrado vadear con rotundo éxito un 2022 que para una gran parte de los países desarrollados y emergentes ha sido una pesadilla.
Muchos piensan que los discursos de los presidentes el 27 de febrero hablan siempre de los mismo. Sus logros en el año anterior, especialmente sus proyectos ejecutados y en ejecución, los próximo en inaugurarse o los que se iniciarán en el curso del año.
La economía es generalmente el tema dominante y las cifras llueven a cántaro para demostrar la estabilidad macroeconómica. Después vienen las instituciones, con sus cifras y metas alcanzadas, que es la parte más extensa del discurso.
Le sigue lo social. Las ayudas y subsidios a los pobres, con cifras elocuentes sobre la pobreza.
Después los temas sensibles. La seguridad ciudadana, comparando el ayer con el hoy y prometiendo más acciones para controlar la delincuencia.
No faltan los temas de las reformas institucionales. Tampoco la defensa de la soberanía, los problemas migratorios y la relaciones con Haití, hoy más difíciles que nunca.
En fin, todos se parecen y siempre los opositores dicen que el discurso fue reeleccionista. ¿Y cuándo no lo ha sido?
Pero hay algo diferente en el discurso del presidente Abinader que ningún otro presidente se ha atrevido a abordar con la energía, la fuerza y la franqueza como lo hizo el pasado 27 de febrero. Fue donde el presidente más se creció, porque no se trató de un proyecto más o una cifra elocuente, sino de un logro increíblemente importante para este país.
Me refiero a LA TRANSPARENCIA DEL QUEHACER GUBERNAMENTAL. Es la primera vez que de verdad se esta actuando con transparencia en el gobierno, que la corrupción ha mermado sensiblemente y que el dinero ahora alcanza mucho más que en el pasado.
¿Cuánto implica la transparencia en términos monetarios? Más de 75 mil millones de ahorro al año o un 1.3% del PIB.
Para calcularla solo basta usar como ejemplo las numerosas obras de Odebrecht y aplicarle el mismo porcentaje de sobornos a todas las demás obras y compras de bienes y servicios que se realizaron los pasados 16 años de gobierno.
Complementariamente, ver los presupuestos ejecutados en los últimos 18 años y comparar los gastos de viajes al exterior, restaurantes, viáticos, nominillas, prensa y propaganda, sobresueldos, alquileres, compra de vehículos de lujo, combustible, regalos, fiestas y un sin número de francachelas que alcanzaron miles de millones de pesos derrochados.
Y es ese dinero ahorrado lo que le ha permitido al gobierno hacer todo lo que ha hecho en dos años y medio. Ahí está el detalle, como diría Cantinflas. Y ahí está la magia.
Si quiere comprobar las cifras, los números están disponibles y todos tienen acceso a esa información. También los encontrarán en los expedientes judiciales de algunos casos de corrupción que están en la justicia.
Ese es el gran cambio y logro de este gobierno. Porque ningún país del mundo puede crecer con equidad y justicia bajo la sombrilla de la corrupción.
Y ningún presidente puede pararse ante el Congreso Nacional el día de la independencia para hablar de logros mientras Republica Dominicana encabezaba esa horrorosa lista de los países más corruptos del mundo.