El orador, de fino tacto político, cuando introduce la pieza discursiva de ese día, inicia destacando la importancia de sus dos gestiones anteriores para implementar un sistema enteramente democrático en el país. Establece criterios de crecimiento entre el 1966 y el 1974, momento en que inicia su tercer período consecutivo, para dejar claramente establecido ante la opinión pública nacional e internacional, así como ante los miembros de la Asamblea Nacional, que ha dedicado todo su esfuerzo físico e intelectual a enrumbrar el país por el camino del desarrollo sostenido, y no por el derrotero por el que personajes de bajo nivel intelectual y moral, han querido conducirlo.

Una vez más se auxilia como en sus dos obras discursivas pasadas, de una expresión de alto peso retórico para que sus conciudadanos comprendan y valoren el alto nivel de sacrificio que supone para él dirigir los destinos de la República Dominicana.

El caudillo de las huestes reformistas expone ese constante punto de vista en sus discursos, de la siguiente manera:

“No se me escapa la magnitud de la tarea que echo hoy sobre mis hombros y que me obliga a dedicar todas mis energías a la continuación de los programas que en los dos períodos anteriores se han puesto en práctica para impulsar nuestro desarrollo. Pero esa labor, ya de por sí ardua y espinosa, tiene que ser en este nuevo período reforzada por otra de realización tan problemática como la primera: la de establecer las bases que se requieren para asegurar al país, al término de los próximos cuatro años, una sujeción a nuestras normas constitucionales.”

Como diversos historiadores, periodistas, políticos, sociólogos y antropólogos han analizado y conocen, esa era la forma que utilizaba el tribuno de Navarrete para justificar su existencia al frente de tan alto cargo, pues se sentía ser el único hombre nacido en esta tierra en capacidad de ejercer tan delicadas funciones, en el momento en que las asume.

Para muchos ciudadanos del país, nacidos dentro de la mitad del siglo veinte (XX), sobre todo, aquellos que adquirieron cierto grado de conciencia y niveles de liberación  elemental ante las cuestiones políticas del Estado, todo gobernante, y más el Dr. Joaquín Balaguer, cuyos mandatos tenían ásperas diferencias con un significativo número de organizaciones y militantes políticos, esa expresión no era más que una mera formalidad ante el escenario real y el mediático que escuchaba su intervención discursiva.

Al leer y releer la intimidad política de ese discurso correspondiente a la toma de posesión de su  tercer período de gobierno, advertimos que la presión social y política sobre su conciencia, había llegado a grados de alta preocupación. Tenía muy presente que la oposición no participó en la contienda electoral en que “resulta electo de nuevo”, y trata de desacreditar esa ausencia y los líderes políticos que la proporcionaron.

Tan indignado se siente ante esa acción política de alta incidencia nacional e internacional, que dedica las seis (6) primeras páginas del discurso, a crear conciencia de la necesidad de la vida en democracia y a resaltar todo lo que ha hecho en sus dos períodos anteriores para lograr conciliar sus acciones gubernamentales, con las actitudes rebeldes de quienes las adversan.

No en vano se refiere a las grandes y seguras posibilidades de un cambio de gobierno el 16 de agosto de 1978. Tenía muy claro en su conciencia que otro período gubernamental podría llevar el país al borde de una nueva guerra civil parecida a la de 1965, o más sangrienta, pues los niveles de frustración y compromisos militantes eran mucho más evidentes en una alta proporción de la población.

Tenía plena conciencia de que una parte significativa del país se había radicalizado contra su gobierno, y sobre todo, contra su figura. Tan arduo era su agobio, que para nada hace referencia en su discurso a hechos políticos extraordinarios acaecidos en el país en su segundo período gubernamental. El primero, la muerte en combate del comando guerrillero (12 de enero de 1972) de Los Palmeros, y el segundo, la captura y posterior fusilamiento del Coronel de Abril, Francisco Alberto Caamaño Deñó (16 de febrero de 1973) en las montañas de Ocoa.

Desde mi punto de vista, hablar de esos hechos en el texto sagrado con el que jura un nuevo período gubernamental al frente del Estado Dominicano, era prender la conciencia de amplios sectores de la oposición y muchos habitantes de nuestras comunidades que habían asumido como consigna la necesidad de un cambio de gobierno. Indudablemente, que el Tribuno de Navarrete escoge la más atinada de las decisiones, al dejar fuera del texto tan álgidos sucesos en la conciencia nacional.

El presidente al juramentarse por tercera ocasión, admite la posibilidad de la alternabilidad del poder en 1978, cosa rara en el sempiterno aspirante, cuando expone:

“Quiero ser breve en mi exposición de hoy ante los representantes de la voluntad popular en las Cámaras Legislativas. En el día de hoy se cierran dos períodos de gobierno que han tenido una duración de 8 años, y se abre la etapa de otro nuevo. El lapso que hoy termina ha sido objeto, como toda obra humana, de juicios de toda especie, los unos imparciales y los otros violentos y apasionados. Pero aún los opositores más enconados del Gobierno han tenido que admitir que el país, en los últimos 8 años, se ha desarrollado económicamente con relativa celeridad y que ahora lo que más se requiere, para que la obra del gobierno responda verdaderamente a nuestra aspiración de constituir una Nación políticamente civilizada, es asegurar, para 1978, la alternabilidad en el ejercicio del mando y liberalizar gradualmente nuestras instituciones.”

Como parte del desarrollo de su alocución al país, defiende la labor democrática que e n los últimos ocho (8) años ha llevado  a cabo desde el gobierno, pero vuelve a coincidir en que 1978, es casi seguro un cambio de gestión, veamos y cito:

“Cuando hablo de democratizar el país, según los reclamos hechos por la oposición, me refiero a la creación de un clima en que disminuyan las tensiones políticas y en que puedan ejercerse, dentro de un marco de convivencias civilizada, las actividades proselitistas de los distintos núcleos que aspiren al poder en las elecciones que habrán de celebrarse el 16 de mayo de 1978, de acuerdo con nuestras Carta Orgánica. Rechazo, en consecuencia, la imagen que se ha pretendido proyectar sobre el Gobierno cuando se pretende presentarlo, ante la opinión nacional y la extranjera, como un régimen esencialmente represivo.”

“Al que habla se le ha atribuido, entre otras cosas no menos injustas, la de aspirar al ejercicio indefinido del mando y la de aspirar al ejercicio indefinido del mando y la de hallarse inclinado, inclusive, para realizar ese objetivo, a tiranizar la voluntad de sus conciudadanos. Sirve de fundamento a esas críticas el hecho de haber sido electo consecutivamente, por la voluntad popular, para tres períodos presidenciales. Esa es la única razón visible que puede aducirse en apoyo de esa opinión que creo fundamentalmente gratuita.”

“El país, en efecto, ha sido dirigido, durante los dos períodos que hoy llegan a su fin, con plena liberalidad. No ha habido, por parte de quien habla, presiones de ninguna especie de violentar la conciencia de la ciudadanía ni para restringir su libertad de expresarse, tanto a través de las urnas, en las tres ocasiones en que el país ha tenido oportunidad, de acuerdo con nuestra Constitución, de ejercer se derecho de elegir al ciudadano llamado a encauzar su destino desde la más alta magistratura de la Nación.”

Ese proceso electoral de 1974, fue ampliamente cuestionado, por lo que el Dr. Balaguer sabía que tenía que justificarlo y justificarse ante el país y el mundo. Como dije, utilizó las primeras seis (6) páginas para tratar de sensibilizar, concientizar, a la vez que con expresiones ofensivas, buscaba desmoralizar sus opositores. Sus propósitos quedan e n evidencia cuando encadena las siguientes ideas:

“Si de algo puede tildarse a este Gobierno es de su extrema condescendencia con los que hacen uso abusivamente de las libertades consagradas por la Constitución y de la liberalidad con que ha reaccionado frente a los intentos subversivos de quienes han procurado, por todos los medios a su alcance, violentar la ley e instituir en nuestro país un orden político que descanse sobre los hombres de personajes incapacitados intelectualmente para el ejercicio de la rectoría nacional y sin las condiciones mínimas que requiere la situación hoy imperante en la mayoría de los países de la tierra.”

De inmediato agrega que:

“Poco después de las elecciones del 16 de mayo, se iniciaron algunos contactos entre la oposición y el Gobierno con miras a establecer el clima a que he aludido. Los esfuerzos que se hicieron en el sentido han resultado hasta ahora frustratorios. La oposición, después de haber incurrido en el error de no concurrir am la última consulta electoral, exigió del Gobierno condiciones absolutamente inaceptables, como la de que se celebraran  nuevos comicios municipales y provinciales, y adoptó una táctica incompatible con todo propósito de entendimiento y de avenencia: proclamó enfáticamente la supuesta ilegalidad del Gobierno, organizó una serie de huelgas ilegales en todo el país y arremetió, en una serie de pronunciamientos violentos, contra los representantes del poder público y contra las actuales instituciones dominicanas.”

El mandatario sostiene que:

“Lo primero que se requiere, para un dialogo constructivo, es la buena fe y el mantenimiento, en el curso de las conversaciones encaminadas a negociar cualquier acuerdo, de un clima de respeto recíproco, de consideración personal, de rechazo decidido, si se quiere, pero siempre cortés, de las actitudes y las opiniones ajenas. Ha llegado el momento en que esas posturas deben ser rectificadas. Las dos tendencias en pugna deben buscar nuevas fórmulas de entendimiento y deponer la actitud de intransigencia en que algunos personajes de la oposición se han situado.”

Luego el doctor Joaquín Balaguer arremete acremente contra aquellos sectores políticos que en esa ocasión formaron “el Acuerdo de Santiago” para enfrentarlo en la contienda, y que al final del trayecto decidieron no participar. Los líderes políticos reunidos en esa esa estructura decidieron no participar debido a la fuerte represión existente, razón por que tienen que optar por dejar el c amino libre al eterno aspirante. El hecho Balaguer lo explica de la siguiente manera:

“Admito que es difícil que los grupos que se han asociado para suscribir el llamado “Acuerdo de Santiago”, tengan capacidad para negociar nada constructivo. Se trata de núcleos heterogéneos en que se ha querido mezclar ingredientes tan incompatibles entre sí como el agua y el aceite: la extrema derecha, más rabiosa y más recalcitrante, y la extrema izquierda, de tendencia más radical. Pero aún así, si las personas razonables y los ciudadanos conscientes que militan en la oposición y que constituyen al fin y al cabo la fuerza de opinión preponderante entre esos grupos anárquicos, adoptan una postura decididamente flexible y permeable, existe la posibilidad de un entendimiento que permita al Gobierno trabajar con tranquilidad relativa y que abra a la oposición la oportunidad que necesita para participar en 1978 en unos comicios libérrimos que se celebren bajo la supervisión, si se desea, de instituciones internacionales respetables.”

Agrega que:

“Cualquier otra actitud adoptada por la oposición sería no solo torpe sino también suicida. El mantenimiento de las tácticas actuales por los partidos oposicionistas obligaría al Gobierno a transigir con la parte peor de nuestra politiquería militante y a tender la mano, en la próxima consulta electoral, a los factores políticos de menor sensibilidad social y de tendencias más impopulares.”

Con demostrada habilidad utiliza el rol de los medios de comunicación en la vida social y política del país, como forma de ganar adeptos a su cruzada por la certificación honorable del período de gestión que asume y que tanto han denominado como “farsa electoral”. Para llevar su ímpetu moralizador a ese escenario, se expresa en el siguiente contexto:

“Concuerdo, pues, con la prensa  independiente de nuestro país en país en cuanto a que nuestra tarea principal, durante este tercer periodo, debe consistir en asegurar para 1978 la alternabilidad en el ejercicio del mando y la liberalización total de nuestras instituciones. Pero esa obra de democratización de nuestras instituciones. Pero esa obra de democratización absoluta, sin embargo, representa una labor que no depende un solo hombre, por más grande que sea la buena voluntad de éste, sino de todas las fuerzas que pueden influir sobre nuestro destino inmediato.”

El gobernante insiste en que para democratizar el país, en otros términos, en la medida en que lo reclaman los opositores del Gobierno se necesita la cooperación de todos los dominicanos y, muy especialmente, la de los partidos políticos y la de las personas y grupos que tienen voz preponderante en nuestros diversos núcleos sociales. La democratización que se desea será solo una palabra mientras los dirigentes responsables de este país, vivamos distanciados.”

Luego de acomodar las circunstancias en sus que resultó electo por tercera ocasión, el Dr. Balaguer pasa a enumerar las acciones gerenciales que han sido costumbre en sus dos períodos anteriores y que serán fielmente continuadas en su tercer mandato. Entiende que es fundamental mantener los planes y proyectos de la Reforma Agraria, las construcciones de obras a  todo lo largo y ancho del país, caminos vecinales, canales de riego, presas, planteles escolares, y proyectos de producción agrícola.

En esa pieza oratoria del año 1974, Balaguer hace un llamado dramático a todo el país cuando se refiere a la crisis mundial que pueden provocar los precios del petróleo. Destaca que somos un país dependiente de ese vital producto y urge adoptar  medidas estratégicas para sortear las consecuencias que su valor en el mercado podría acarrear a nuestras sensibles condiciones económicas. Esa preocupación la hace evidente de la siguiente manera:

“Este tercer período comienza en horas difíciles para toda la humanidad. Nos esperan días turbulentos en que debemos afrontar problemas de ardua solución para todos los gobiernos. El alza imprevista de los precios del petróleo, eje de la economía mundial, coloca al mundo civilizado ante una era en que el principal enemigo no es ya la simple apetencia del poder ni la demagogia de los políticos frustrados, sino la inflación y el caos monetario.”

El gobernante continúa explicando que:

“Es posible que países de larga tradición, como Inglaterra e Italia, en el viejo continente, y naciones de enorme potencialidad económica, como Brasil y la Argentina, en nuestro propio hemisferio, puedan resistir los embates de esos problemas y salir de la crisis que ellos desencadenan, fortalecidos y aún victoriosos. Pero en naciones pequeñas, como la República Dominicana y la mayoría de las de la América Central, la solución de tales problemas requerirá de la ciudadanía un alto espíritu cívico y una gran vocación de buena voluntad. Nuestro país, particularmente, necesita de la ayuda de todos cuantos puedan contribuir a superar las dificultades creadas por problemas tan graves como el de la explosión demográficas, con el desequilibrio de las balanzas de pagos, como el de la exageración de las tarifas del transporte en todas las líneas aéreas y marítimas, como el de las diferencias internas e internacionales que con mueven a todos los países, como el del incremento del uso de las drogas está destruyendo  en todas partes la familia, y como el de la inconsciencia, en fin, con que el hombre se devora a sí mismo destruyendo la tierra que es la base de su sostén y el regazo final reservado a sus afanes.”

Así como he señalado que el doctor Balaguer debió referirse a dos trascendentales temas políticos sucedidos antes de la toma de posesión del 16 de agosto de 1974, también considero importante recordar dos eventos trascendentes para la democracia dominicana, y que el nativo de Navarrete, Santiago de los Caballeros, decidió dejar fuera de su aguerrida alocución: la celebración de los doce (XII) Juegos Centroamericanos y del Caribe, del 27 de febrero al 13 de marzo de 1974, y el festival de música nueva, canción o protesta “Siete (7) Días con el Pueblo”, cuyas presentaciones se llevaron a cabo del 25 de noviembre al 1ro de diciembre del mismo año.

Independientemente, de que una de ellas fuera una actividad deportiva y la otra artística, aspectos que escasamente figuraban en la agenda gubernamental y personal del animal político que fue el Dr. Joaquín Balaguer, los dos eventos podían formar parte del discurso de asunción presidencial que dirigía por tercera ocasión al país. Al parecer sus asesores y el mismo presidente Balaguer no le vieron o no le quisieron dar la importancia histórica, social y política que estos dos acontecimientos representaban de cara a ese momento, y por supuesto, de cara al futuro del país y su vida política.

En ambos casos pudo citarlos como ejemplos palpables de la docilidad democrática que, según él, caracterizaba sus distintas gestiones de gobierno. Incluso, con ese primer gran evento del Deporte Dominicano en 1974, podía demostrar que era un estadista que creía y apoyaba la juventud dominicana. A ese hecho real podía también argumentar a su favor, que había abierto las puertas al turismo, y que en el centro de la primera ciudad del nuevo mundo, había construido una obra de colosal envergadura para las generaciones de ese momento y siguientes.

Igual lapsus mental, o decisión “estratégica” sucedió con las gestiones que encaminaban la Central General de Trabajadores (CGT)  y otras instituciones sindicales para materializar en el mes de noviembre de ese año, el festival internacional de la nueva canción “Siete (7) Días con el Pueblo”. Como sabemos, ese evento se desarrolló luego de esa toma de posesión, pero Balaguer pudo perfectamente incluirlo en su discurso, como una prueba más de sus aportaciones al desarrollo de las libertades políticas y sociales, las cuáles exponía a los cuatro vientos en reiteradas ocasiones.

Sin ningún interés de querer caer en el  grado de la adulonería personal, debemos reconocer que ambos eventos debieron contar con la autorización material y logística del Dr. Balaguer, para que se pudieran llevar a cabo en ese momento tan álgido de la vida social y política del país. En el deportivo no hay duda alguna. Diversas crónicas, memorias e historias deportivas de esos años certifican la inversión económica del gobierno para que el movimiento deportivo nacional pudiera montar de manera exitosa, la cita atlética del mes de febrero de 1974.

En cambio, los criterios históricos relacionados a la organización del evento artístico “Siete (7) Días con el Pueblo”, mantienen el concepto de que esa extraordinaria faena cultural y política correspondió única y exclusivamente al movimiento sindical del país, la solidaridad internacional y la buena voluntad de los artistas nacionales e internacionales.

Lo que si hay que dejar claramente establecido en estas notas, y en todo aquel ser humano residente en el país en los días aciagos de la década de los años setenta (70), es que los organismos de inteligencia y los aparatos represivos del Estado, cuyo control estaba en las manos del Dr. Joaquín Balaguer, permitieron el montaje y desarrollo de ambos eventos. Una o varias personas del país o extranjeras, convencieron al jefe de Estado para que permitiera su realización.

Cuarenta y siete (47) años después, continúa siendo una incógnita la decisión del Dr. Balaguer y su cuerpo de asesores, el haber dejado fuera de su pieza discursiva ambos eventos, al jurar de nuevo la presidencia de la república el 16 de agosto de 1974.-