Con un huracán que cruzó parte del territorio nacional el día anterior, que incluso obligó a posponer dos días el inicio del año escolar, se aparecieron en son de chercha –con cámaras incluidas- unos diputados al despacho del ministro de Educación. Lo que era una visita de cortesía la querían convertir los “honorables” en una agenda de “trabajo”, con todo tipo de temas, algunos que se pueden decir públicamente y otros que posiblemente no. Con gran decencia, el ministro les señaló que no podía ponerse en eso, en ese momento. Ni siquiera el presidente de la Cámara de Diputados estaba enterado de esa caravana congresual.

Ángel Hernández, hasta este momento, no solo es el ministro de Educación que llega al puesto con un doctorado de verdad en los tiempos recientes, sino que tiene la virtud de que no llega con un proyecto presidencial. Conocedor a fondo del sistema educativo universitario y preuniversitario, público y privado, es un lujo en el gabinete de Abinader. Tuvo el valor de reconocer de inmediato las grandes deficiencias del sistema educativo público, de los gobiernos anteriores y de su antecesor inmediato. Y todos valoramos la claridad de su agenda: tenemos que lograr que los niños y niñas aprendan a leer previo a toda otra cosa. Designado con el año escolar prácticamente comenzando no es responsable de la gran cantidad de falencias que se muestran en estos días en muchas escuelas y para colmo su propio gobierno quería arrebatarle una buena tajada de su presupuesto.

En torno al 4% han medrado como buitres muchos ladrones. Terrenos para escuelas y constructores, vendedores de butacas, mochilas, libretas, franelas y zapatos, desayuno y almuerzo escolar no siempre con condiciones decentes para consumirlos y hasta conductores de camiones que “elaboraron” textos escolares. Tal como dijo el ministro, es mucho el dinero que se ha tirado al zafacón. Muchos congresistas, regidores, alcaldes y funcionarios han ido a buscar “lo suyo” en el MINERD y por lo visto con el Dr. Hernández la pava ya no pone donde ponía.

Es hora de parar ese torrente populista de querer ponerle al currículo de los hijos de las familias pobres todo tipo de disparate. Desde la Biblia hasta las leyes de tránsito, hasta primeros auxilios y la constitución. En los colegios a donde los congresistas y políticos mandan a sus hijos y nietos –que no son del sistema público- no aceptan ese tipo de idioteces. Hasta 4 grado de básica la cuestión es que aprendan bien a leer y escribir en su lengua materna y comiencen a familiarizarse con una segunda lengua. En el nivel medio –antes llamado bachillerato- aprender matemática, ciencias exactas, ciencias sociales, literatura, una segunda lengua, deporte y algún arte. Si hay tiempo se incluye cualquiera de esas caballadas que les gusta a los congresistas añadir a la educación de los hijos de otros, que no son los suyos.