Las personas y las cosas que nos rodean provocan un efecto en nuestro bienestar. Saber elegir nuestros amigos, es lo mismo que saber modificar un contexto nocivo para una buena opción de vivir mejor. Todos ejercemos una influencia en quienes nos rodean; pero es una relación bidireccional, de doble vía.
Mis padres, Andrés Avelino Disla Lugo y Elvira Mercedes Reyes Peralta, no incursionaron en las escuelas; pero influyeron para que sus vástagos no se quedarán sin ninguna formación; es cierto que algunos desertaron a la posibilidad de asumir niveles académicos, otros lo logramos. Por lo general, las personas apelan a su fuerza de voluntad para rendir más; pero el ambiente es como un instrumento que podemos apoyarnos para conseguir más y mejores resultados con menos esfuerzos.
Los amigos con los que nos movemos pueden ser unos grandes aliados o enemigos. Veamos qué son, cómo nos afectan y cuáles son mejores para reforzarnos en lo personal y en lo profesional. Cuando me encontraba en la etapa final del bachillerato, hice un trío con Juan José Fermín (Juanillo) y José Agustín Ozoria, los tres militábamos en un organismo partidario. Esa relación me marcó muy puntualmente, pues fue el punto de partida para interesarme en los libros. Juanillo y Agustín eran dos fierazos lectores de la literatura política. Aquí se evidenció lo que dice Jack Canfield: “Hay esencialmente dos cosas que te harán sabios: los libros que lees y la gente que conoces”.
Hay quienes creen que las circunstancias juegan un rol principal en favor o en contra de los seres humanos. Destacan que un entorno colabora o compite, inspira o deprime, nutre o envenena. No es posible prescindir de los ambientes, pero si elegirlos cuidadosamente teniendo en cuenta los efectos.
Por ejemplo, el lugar donde una persona vive ejerce una influencia significativa, porque tanto le da energía como se la quita. Posiblemente un pequeño apartamento ordenando, decorado de manera mínima y con luz abundante es suficiente para nutrir a quien vive en él. No es cuestión de dinero, de propiedad o de lujos, sino de que cualquier asunto que entre en casa sea muy apreciado y esté en correspondencia con el resto de los objetos y la persona que habita en la vivienda. Y como dice José Mujica, ex presidente de Uruguay, ”andar con una mochila bien liviana es una prioridad”.
La influencia de las personas es invisible y silenciosa, se acumula con el tiempo, pero sus efectos acaban siendo muy visibles a la larga. Cada amigo o conocido deja un pozo, una influencia mayor o menor. De hecho, acabamos pareciéndonos muchos a las personas que más tratamos. Deberíamos preguntarnos: ¿Quién me está influyendo más?
A veces conservamos la amistad de algunas personas solo porque en el pasado fuimos amigos y nos sentimos empujados a seguir siéndolo. Pero la gente cambia con el tiempo y es lógico que las amistades también cambien, sin obligaciones morales o deudas de amistad autoimpuestas. No se trata de no quererlos, sino de no frecuentarlos tanto y a la vez hacer espacio para compañías diferentes.
Cambiar de entorno personales siempre conlleva variaciones individuales y profesionales. Si buscamos modificar nuestra vida será necesario un cambio de amistades o, como mínimo, un ajuste de los círculos sociales. Dice Robin Sharma que el “gran peligro de estar alrededor de gente no excelente es que empiezas a volverte como ellos sin siquiera darte cuenta”. No tener esto en cuenta puede traer consecuencias desagradables a largo plazo. ¿No es extraño que descuidemos con quien entramos en contacto y, sin embargo, para nuestros hijos e hijas exijamos escuelas y amistades beneficiosas y sanas?
Todos somos conscientes del gran valor que tiene el pensamiento en la vida. “Es nuestra luz de mando” y siendo tan consciente de esa importancia parece mentira que lo tengamos tan descuidado y tan poco “afilado”.
Mucha gente vigila escrupulosamente lo que come cada día: calorías, nutrientes, calidad y cantidad. Cuidan su cuerpo, pero descuidan el alimento de su cerebro. ¿No es una incoherencia? El tiempo promedio que dedica una persona al cuidado del cerebro, de su espíritu, es exactamente cero segundos al día, como lo ves, cero segundos al día. ¿Increíble no?
Deberíamos cuestionar el “material que permitimos que entre en contacto con nuestra mente, como publicidad, noticias, ideas, creencias, informaciones… Todo eso puede alimentar o envenenar la materia gris de nuestros cerebros. O la expande o la contrae.
Hay muchas cosas que podemos hacer para nutrir el pensamiento, por ejemplo: lecturas inspiradoras, meditar unos minutos al día, relajar la mente en el silencio cada jornada, aprender cada día algo nuevo, cuestionar creencias inútiles o contraproducentes que nos limitan, ejercitar la imaginación y la creatividad o incluso elegir un vocabulario y unas expresiones que nos hagan sentir bien mientras rechazamos las que nos perjudican.
La lectura es una de las mejores formas de alimentar nuestros cerebros. Una hora al día es bastante para que esta se exponga a nuevas ideas y entre en contacto con autores de culturas y mentalidades diferentes. Leer es el gimnasio de renovar las ideas. Resulta incomprensible que los índices de lectura del país sean tan bajos cuando es el ingrediente que más necesitan las personas para su éxito personal y profesional. Todos somos el resultado de la media de los libros que hemos leído en nuestra vida.
Por poner una metáfora, como lo hace el poeta Félix García, lo que distingue a una persona que lee de una que no lo hace es semejante a la diferencia de velocidad que hay entre un jet a reacción y un patinete. Cuando una mente se expande y cambia de paradigmas ya no vuelve a su tamaño anterior y sus posibilidades aumentan en consecuencia.
¿Quién le está influyendo, preguntaba a veces mi papá?
¿Con quién pasa más tiempo? ¿Quiénes son las personas que más admira? Jim Rohn nos legó que nos convertimos en una combinación de las cinco personas con las que pasamos más tiempo. Rohn decía que podemos adivinar la calidad de nuestra salud, actitud e ingresos con tan solo mirar a las personas que nos rodean. Con el tiempo empezamos a comer lo que comen, hablar como hablan, leer lo que leen, pensar lo que piensan, ver lo que ven, tratar a la gente del mismo modo, incluso a vestir igual que ellos. El dominicano lo sintetiza como: dime con quien andas y te diré quién eres.
La influencia es muy sutil, es como estar tumbado en una colchoneta hinchable en el mar. Crees que flotas y permaneces en la misma posición, hasta que miras y te da cuenta de que una corriente moderada te ha desplazado 800 metros de la orilla”. (El efecto compuesto, de Darren Hardy).