-Porque: “El odio se gana tanto por las cosas buenas como por las malas”.

-Cuanto más perfecto luzca el hombre por fuera, más demonios tendrá por dentro. Freud.

En estos momentos, es ya posible asegurar que es imposible ignorar quien es quien, y de qué lado cojea, con relación a las propuestas para elegir a “nuevos honorables” destinados a representarnos dentro del gran entarimado que es el Estado dominicano. Las evidencias abundan como los granos de arena en un desierto y Papá Google listo para decírtelo todo, fotos, testimonios de testigos confiables, relatos por doquier sobre actividades no santas, reportajes de tv y noticias que han corrido de boca en boca, no como chismes sino, como realidades, que nos permiten conocer a cada uno de ellos sin que nadie pueda albergar algún tipo de duda que sea justificable moral o éticamente.

Quizás ante tantas evidencias e intereses, se haga difícil determinar que es peor, si votar por un adefesio de político, un mafioso dealer, un “rifero”, un troglodita político ya harto conocido por sus indelicadezas, algún que otro indelicado violador o, decantarse por no votar, para no cargar en la conciencia con la complicidad de haber elegido a un parasito que solo busca saciar sus ambiciones o buscar protección política entre las ubres del Estado.

Este se ha convertido en un hecho muy interesante, ya que, en muchos lugares lo que se nos presenta como opción, son aquellos personajes pintorescos o no, que se han hecho populares por sus habilidades delictivas, comicidad e inclusive, por su comportamiento de tigre o tigresa en barrios y suburbios, sin dejar de lado a los nuevos millonarios, producto de un germen raro que pulula por las redes sociales llamados Influencers y hasta inversores mediáticos que se convierten en “famosos” para una clase pobre y desposeída de todo, si de todo, que lamentablemente obnubila el buen pensar de la juventud que ya cree más en un Youtuber que en un político. De estos últimos, ellos mismos se lo han ganado, por ineptos, indolentes y corruptos.

A todo esto, pareciese que los partidos políticos se han comprometido de tal manera con esta nueva generación de “líderes”; faranduleros, cómicos, patrocinadores de juegos de azar; lavadores de dinero o dealer; empresarios transportistas, viles explotadores de una clase cautiva; protectores de narcotraficantes tantos civiles como militares y sobre todo, mafiosos interventores de teléfonos que ya no tienen más opciones que continuar con esta línea política la cual, sin lugar a dudas, hubiesen querido dejar en el pasado pero, ha sido tal el enraizamiento de estos, que ya no saben cómo abandonar ese barco.

Si, cierto es que los partidos políticos desde hace algunas décadas, han echado mano de arquetipos barriales y de la más mala purga, que se han hecho de un nombre dentro de rangos sociales caracterizados por la vulgaridad, promiscuidad o bajos comportamientos morales o éticos del bandidaje que se ha desarrollado en sociedades como la nuestra, todo con la finalidad de ganar en esos territorios una que otra posición electiva y que ahora, reitero, no tienen el más mínimo conocimiento del cómo salir de ese problema.

Tanto ha sido el daño causado por esta práctica desvergonzada e inmoral, que los partidos se han dividido en franquicias que más bien parecen ser asociaciones para delinquir en unos casos y en otros cómo reales colectivos de desvergüenza, encabezados por “líderes” que en realidad se han y comportan como vulgares mercaderes del sufrimiento de aquellos pobres hasta de solemnidad a quien dicen representar. J..er. ¡Sí señor!