El Dajabón o Masacre es un río cuyo caudal mengua año tras año. Se alebrasta en períodos de lluvia y luego vuelve a desfallecer. Es evidente que muere lentamente. En territorio dominicano, por donde se desplaza 50 de sus 55 km de longitud, no hemos sabido protegerlo debidamente. Al ritmo actual de la agresión, en pocos años será un riachuelo, sin agua bastante para nadie.

En el actual diferendo Haití/RD, a propósito del aprovechamiento de sus insuficientes aguas, procede analizar los argumentos y razones de los interesados del oeste, al margen de cualquier toque de arrogancia o chovinismo. Apremia evitar a toda costa “echar el trillo por las piedras”.

Del lado haitiano se dice que la obra de canalización del río no viola el Tratado de Paz, Amistad Perpetua y Arbitraje, del 20 de febrero de 1929, porque solo procura una toma de agua -a la que Haití tiene derecho, no del desvío del río.

El canal, que cierto haitiano desbocado dijo que se construirá “guste o no a República Dominicana”, pretende mojar tres mil hectáreas en la llanura nordestana de Maribaroux, según ha revelado Claude Joseph, ex primer ministro haitiano.

Es el mismo Joseph que recuerda a RD que en mayo del 2021, cuando ejercía de primer ministro interino, acordó con el gobierno dominicano, vía cancillería, lo relativo al canal de Pilobert.

Conste que los dominicanos fronterizos siempre nos hemos beneficiado de las aguas del Masacre….

Conviene saber si el caudal alcanza para mojar la cantidad de tierra que pretende Haití (3,000 hectáreas), y qué quedaría, lecho abajo, después de extraerle semejante cantidad de agua. ¿Estamos hablando de una toma moderada, “justa y equitativa”, como autoriza el artículo 10 del tratado de 1929, o del desvío del curso del río? Obvio que esto último es inaceptable para los dominicanos.

Frente a la discrepancia actual, a todos conviene un acuerdo amigable, en particular a Haití, ya que República Dominicana tiene más de una forma de acaparar las aguas río arriba, y arruinar los planes haitianos. De momento, el país cuenta con el proyecto de la presa de Don Miguel y la reactivación de la toma de La Vigía. Pero ¡ojo al Cristo! RD no cuenta, en caso de arbitraje, con mediadores internacionales confiables, por la sencilla razón el país está “vajiado” en los organismos internacionales, en todo lo que concierne a Haití.

En la base económica y política del canal de Pilobert se estarían moviendo intereses empresariales extranjeros muy poderosos, incluyendo la Clinton Global Initiative. También los fondos del BID y del FIDA….

Al decir del Ejecutivo dominicano, el gobierno haitiano (el precario gobierno haitiano) no es responsable de la construcción del canal y tampoco cuenta con los medios para detenerlo. Es iniciativa exclusiva de un “grupo de empresarios que quiere llevar esas aguas a sus fincas”.

El presidente Abinader no ha debido hablar por el primer ministro Ariel Henry. Es este quien ha debido decir lo que le atribuye el presidente dominicano. El gobernante haitiano podría estar escurriendo el bulto.

En la búsqueda de solución al diferendo, se habla a la reunión bilateral de la denominada Mesa Hídrica, la que podría jugar cierto papel, pero es elemental la observación de que, en caso de un acuerdo que implique paralizar la construcción del canal, la Mesa carece de la fuerza que habría dicho no tener el primer ministro Ariel Henry en relación con la obra. Del lado haitiano solo habría acatamiento asegurado, si se adopta un acuerdo favorable al grupo de empresarios que construye el canal.

A ojos vista, la situación se torna compleja. Es de desear que la parte dominicana actúe con la mayor profesionalidad y espíritu diplomático. En modo alguno debe primar el arrebato tremendista, corto de miras y largo en ligereza.

No omitir que el arbitraje de cualquier organismo internacional se inclinaría en favor de la construcción del canal, incluso al margen de consideraciones técnicas. Nunca se opondrían a una obra que ofrece mejorar la producción de bienes en un Haití desastrado por el hambre….