La etapa democrática capitalista, en estos momentos, se bate en una polémica ancestral entre los que defienden los principios cardinales de la democracia y los que, utilizando métodos ilegales subversivos, pretenden mantenerse o alcanzar el poder político. En esta lucha a muerte, la primera que termina con su vida es la verdad, bombardeada e impactada por las grandes cadenas de comunicación.

Los medios de comunicación, instrumentos ideológicos y políticos, son las herramientas preferidas del sistema para acondicionar la mente y el pensamiento de la población y ubicarla, según el caso, en el falso dilema de capitalismo o socialismo. Son tan mortíferas como las bombas atómicas lanzadas en agosto 1945 por los Estados Unidos en las ciudades Hiroshima y Nagasaki, Japón.

La verdad en la democracia se fundamenta en el respeto y aplicación de sus leyes constitucionales que garantizan, por ejemplo, el derecho de elegir y ser elegido sin ningún tipo de cortapisa y violaciones a las libertades públicas y políticas. Un sector de la población en América Latina y el Caribe está preparada a que, cuando la derecha es derrotada por la izquierda, se pretende imponer una dictadura. Olvidando que en un proceso electoral se va a ganar o perder.

No hay nada nuevo en la viña del Señor. El capitalismo ha navegado en nuestra región en un mar picado de democracia o dictadura. La derecha política ha hecho su travesía en sus aguas, teniendo la oportunidad de darle continuidad sistémica en cualquiera de sus versiones de dominación. La izquierda, por su parte, entra al ruedo de competencia por el poder; admite la importancia de la vía pacífica y electoral para llegar a ser gobierno. Participa en la «fiesta de la democracia» logrando importantes triunfos electorales que han cambiado el presente y futuro de nuestros pueblos.

En el transcurrir histórico y político de la región, la derecha se enfrentaba a grupos de su entorno que en ocasiones exhibían señales liberales y democráticas. Ahora, debe estar de frente ante una izquierda renovada y dinámica al obtener el respaldo de un segmento significativo de la población. La derecha, por lo general, se une para competir contra la izquierda. Sin embargo, a los revolucionarios les da trabajo unirse para enfrentar a un enemigo común: conservadores y reaccionarios. A pesar de todo, el ganador obtiene el triunfo con estrechos márgenes que evidencian una rivalidad muy estrecha.

Por el momento, la izquierda latinoamericana y caribeña cosecha éxitos y fracasos, después de tantos esfuerzos y sacrificios por la democracia disfrutados por la derecha. Hasta ahora, en su corto accionar, le ha dado mucha agua de beber. Un litoral muy diverso, enfrentando realidades concretas, distintas y diferentes, que provocan comportamientos ajustados a una verdad objetiva que a veces resulta cuestionable. Contextos que no deben obviarse a la hora de emitir juicio de valor.

Dictadura y democracia han estado presentes a lo largo y ancho de la vida democrática de nuestros pueblos. Los gobiernos de fuerza, violadores de las sagradas conquistas de libertades y derechos humanos, han sido protagonizados por la derecha y la ultraderecha. Por el contrario, la izquierda en la democracia capitalista promueve regímenes donde florece el libre juego de las ideas sin violentar las leyes constitucionales con fines conspirativos.

La agresividad de la derecha y ultraderecha, estimulada por el poder ideológico, político y militar del imperialismo norteamericano contra los gobiernos de izquierda, se ha encontrado con la resistencia cívica y electoral de los pueblos en luchas, derrotándolos en competencias apretadas y en diferentes escenarios de la región. No valieron las inmensas influencias de los medios de comunicación, el bloqueo económico y actividades conspirativas para desestabilizar a la gobernanza progresista y democrática de avanzada.

La izquierda ha luchado toda su vida por la democracia, por una democracia verdadera que se ajuste a la defensa de los intereses nacionales, aunque le duela a la derecha, ultraderecha y al imperialismo. Coincidir con los planes conspirativos para ganar beligerancia imperial es un flaco servicio al proceso democrático latinoamericano y caribeño.

La actual coyuntura internacional no requiere medias tintas ni confabulaciones, pero tampoco es necesario hacer coro con el imperialismo en sus planes conspirativos para derrocar gobiernos legítimos elegidos por el sufragio de las mayorías nacionales. Los objetivos a alcanzar son Venezuela y Nicaragua. Cuba ha sido un hueso duro de roer. A pesar de todo su poder imperial, han sido derrotados en las últimas elecciones celebradas y así será hasta que la voluntad y decisión política del voto de la población decida lo contrario.