Siempre encanta tirarse como una estrella metálica sobre esa masa de esos "no-me-gusta-teros". ¿Abba? ¿Barry Manilow? ¿Fausto Rey? ¿Pero tú tá loco? ¿Toque profundo? Bueno, que no me toque, que tampoco hay que exagerar.
Mis grados celsius de mi chopería tocaron tope con la presentación de Karol G en los VMAS 2024. ¡Finalmente llegamos!
No fue la reproducción de un barcito playero oriental todo-incluido de esos a los que las familias Sankys tanto le agradecen, gracias a Dios, pero sí la fiebre inclusionista que nos corroe. Viejos, gordos, caribeños de muchas islas, ¡todos estábamos ahí!
A diferencia de todo ese ejército de chicas que han desfilado con sus mejores galas luego de haberse sometido a sus inyecciones botóxicas y a los bisturíes que mejor no pensar en eso, ¡estaban mis santos gordos desfilando, jalando quién sabe si a la misma diosa Taylor Swift!
Ahora que el feminismo de escritorio oenegista está tan decadente como los guacamayos del Zoológico de Santo Domingo, Karol G lanza sobre el tapete a sus viejas, a sus gordos, a sus viejos-gordos. ¡Familia! Después de todo no es tan malo ser gordo. ¡Si hubiera estaría bailando no como amigo, sino como otra cosa… peligrosa!
Divina Karol, profesora universal de castellano, millones de otras lenguas con el nuevo mantra, ¡seguramente!
¡Diosa Karol!, ¡ah, ah! reduciendo los viejos sueños eróticos a los que nos acostumbramos con la última Shakira pero sacándole brillo a esa sensación de estar con gente chévere, botando el golpe, pasándola chévere, con un traguito y a tó lo que dá, ¡seguramente!, sin la obsesión del polvo pendiente, o quién sabe.
Ya a los gordos como yo no les dará vergüenza encaramarse en el escenario y tratar de ser pequeños dioses. ¡Adelante, gorditas! ¡Gracias, Karol!