Para la mayoría de los dominicanos el 24 de abril es la fecha que cada año les recuerda la gesta patriótica de 1965, cuando mujeres y hombres demostraron coraje, fervor y amor por la tierra de Duarte, Sánchez y Mella, defendiendo nuestra soberanía, la vuelta a la constitucionalidad y evitaron a toda costa un retroceso hacia una dictadura. Loor a los héroes y heroínas que defendieron la patria mancillada.
En esta ocasión, además, quiero recordarles que hoy celebramos el Día de los Ayuntamientos, esos gobiernos locales cuya tradición llegó con la Conquista hace más de 500 años y con los que hemos aprendido sobre la gestión de los recursos territoriales y sobre la relación comunitaria entre munícipes.
La historia señala que el primer Ayuntamiento del Nuevo Mundo se fundó el 24 de abril de 1494, en la Villa de La Isabela, Puerto Plata, marcando el inicio del desarrollo de un nuevo tipo de organización social y desarrollo en el entonces nuevo continente. Las funciones de los Ayuntamientos o Cabildos eran de carácter normativo, jurisdiccional y, como no, impositivas y recaudadoras de impuestos, arbitrios y tributos, pues había que alimentar la voracidad de la corona española.
Hoy, 529 años después, las normativas vigentes en la República Dominicana establecen que el periodo de los alcaldes y alcaldesas inicia los 24 de abril, cada 4 años, después de las elecciones municipales y, también, que deben renovarse los bufetes directivos de los concejos de regidores. 24 de abril es el día en que la ley manda a cada uno de lo gobiernos locales y al ejecutivo municipal, a rendir cuentas sobre su administración y los resultados del año inmediatamente anterior, en una reunión solemne.
Siempre me ha preocupado esa percepción que tiene “la gente” de que la municipalidad es una broma o que son cargos para tragar cheques y conseguir privilegios. Por el contrario, entiendo que la gestión municipal es vital para el diario vivir de los munícipes y su impacto puede ser beneficioso o no para las personas.
Por tal motivo, me he propuesto aportar mis conocimientos sobre los gobiernos municipales, con la gente de los barrios, para crear conciencia sobre la importancia de saber elegir a los gestores de los municipios, que son quienes representarán a los munícipes y quienes velen por sus intereses. Estoy embarcada también en la tarea de dar a conocer los derechos y los deberes de la ciudadanía para con su territorio, predicando con el ejemplo de cumplir lo que me toca.
Parece mentira que 529 años después, este 24 de abril nos sorprenda con tantos asuntos pendientes para lograr gobiernos locales sólidos y por tanto munícipes empoderados. Puedo citar la ausencia de vinculación de los planes de desarrollo municipal a la Estrategia Nacional de Desarrollo; la inexistencia de una articulación efectiva de la ley sobre residuos sólidos; la inexistencia de normativas aplicables, y realistas, para el correcto uso del suelo; andamos en babilonia en cuanto al manejo adecuado de los monumentos y sitios históricos, y el rescate de los espacios públicos parece una misión imposible.
Todos estos puntos, que deberían ser parte de la agenda municipal, son letra muerta en acuerdos y leyes que parecen congelados en el tiempo o duermen engavetados, cogiendo polvo.
Quienes me conocen, saben que no soy sólo una mujer esperanzada y llena de fe, sino también que soy una mujer de acción, que me gusta sumar, contar con la gente, compartir mi entusiasmo y, estoy convencida de que todos los capitaleños, juntos, podemos lograr el verdadero cambio para restablecer el Distrito Nacional, para desarrollar la real “marca ciudad”, recuperando el orgullo de ser la Primada de América, con orden, sin basura, con seguridad ciudadana y cuento con una participación ciudadana de calidad, activa y entusiasta, que estará respaldada con una alcaldía humana, cercana y que gobierne con y para la gente.
Por eso, te pido que te sumes a hacer realidad el sueño de que la composición de los concejos de regidores sea con mejores munícipes, más comprometidos y conectados con las verdaderas necesidades de las personas, solo así podremos convertir al ayuntamiento del Distrito Nacional en un ente de progreso municipal colectivo.
Las ciudades como Santo Domingo, que se mantienen en constante crecimiento producto de la infinita fuerza emprendedora de sus habitantes, necesitan reglas claras y precisas, para que esos esfuerzos espontáneos y personales, esas ganas de echar para alante –que no cuentan con apoyo por falta de políticas públicas orientadas a la promoción social– no se conviertan en alimento para el caos y el desorden urbanístico.
Soy, además, una mujer de pasiones. Muchos de mis logros en la vida han sido impulsados por la fuerza que me da la pasión y en este momento la municipalidad lo es, tanto como el orden, el progreso y la transparencia. Me sobra la pasión –que a otros les falta– por devolver el orgullo municipal a los ciudadanos capitaleños, los serie canquiña, serie palito, los del Licey y el Escogido. Y soy Aguilucha a rabiar, que no quepa duda.
Tengo la esperanza de que este 24 de abril no sea un día más en la agenda del dominicano, el capitaleño común. Por tanto, los invito interiorizar que los ayuntamientos somos todos los ciudadanos. Les exhorto a que se involucren con entusiasmo, alegría y pasión en los planes y proyectos de la ciudad, para que estos reflejen el auténtico sentir de la gente.