La semana pasada por este mismo medio publiqué un artículo con el título “Hipersexualización de la vida cotidiana. Niños, niñas y jóvenes”, en el cual colocaba la reflexión del uso masivo, a través de los medios y redes sociales, de los cuerpos de jóvenes adolescentes como mercancía para la venta visual y otras menos santas.

El tema suscitó interés en algunos de nuestros lectores que nos manifestaron la posibilidad de seguir profundizando en el mismo, buscando con ello crear conciencia sobre la necesidad de una política más efectiva de defensa del bienestar y seguridad de nuestras poblaciones infantojuveniles.

Indagando sobre el tema di con un artículo cuyo título no podía ser más alusivo al mismo: “Infancia amenazada: guerra cultural y erotización temprana”. Tomando las palabras de sus autores la lanzo como pregunta: ¿Qué explica la propensión de adelantar los comportamientos sexuales a edades tempranas?

¿A qué vienen los actos que suelen simplificarse como ocurrencias de los pequeños o imitaciones sin consecuencias, así como las reproducciones en los menores de patrones de comportamientos e imágenes hipersexualizadas que abundan en los medios y en las redes sociales?

¿Qué se esconde detrás de toda esta erotización temprana e hipersexualización de la vida infantojuvenil que no pueda ser catalogado como maltrato hacia las niñas, niños y adolescentes y, por consecuencia, hacer que caiga sobre los infractores todo el peso de la ley de protección a los mismos?

Esta exposición constante se hace sin reparos evidentes en las prendas de vestir, películas y videojuegos destinados a dicha población. Particularmente las niñas son arrastradas a través de una persuasión constante, hacia modelos de vida que le son ajenos a su etapa de desarrollo con posturas y comportamientos erotizados.

¿Son éstas, tan solo iniciativas de mercado o también responden a personalidades perversas en procura de satisfacer sus lujurias escondidas y no satisfechas encubiertas bajo el manto de la publicidad sin límites, generadoras de las condiciones propicias para realizar sus deseos criminales ocultos?

No se puede negar que hay toda una industria, un negocio muy lucrativo que ha encontrado su nicho de rentabilidad en dicha hipersexualización y erotización de la vida de nuestros niños, niñas y jóvenes. Solo hay que detenerse un poco en los escaparates de las tiendas o prestar especial atención a la oferta de cine y televisiva como a las redes.

En este mundo que vivimos de la llamada sociedad líquida en que la fragmentación o pérdida de la identidad personal y social está a la orden del día, en que las relaciones interpersonales solo responden muchas veces a la satisfacción momentánea y sin compromiso, como a la satisfacción sin límites de las pasiones y deseos sexuales.

En que la educación familiar y formal se encuentra en una crisis permanente de eficiencia y efectividad, en que –como dice la canción- “da lo mismo ser un burro que un gran profesor”; en esa sociedad de la excitación constante de nuestros deseos más recónditos, no es extraño que la niñez y la juventud se constituyan en “presa de lujo”.

Y como muy bien nos plantea Byung-Chul Han en su obra La sociedad del cansancio, nos hemos abocado a una sociedad del cansancio y la depresión… una sociedad del despojo del espíritu solidario que más bien desemboca en pérdida de la cordura y el trastorno mental.

Un mundo en que el sentido de la vida es una palabra hueca, que ni siquiera hace eco en nuestra conciencia como posibilidad de poder prestarle la atención debida; quizás haga falta recuperar la esperanza, como nos plantea Viktor Frankl, y de esa manera trascender nuestras dificultades y redescubrir la verdad conveniente y orientadora.

Quienes tenemos responsabilidad de educar personas desde la infancia y durante toda la vida, deberíamos hacer un alto en el camino y cuestionarnos y cuestionar hacia dónde conduce todo esto, toda esta parafernalia en que hemos convertido la vida social, más cerca del desahogo emocional que el uso de la razón y el juicio.

Las sociedades están obligadas a recuperar el sentido y la importancia de ser maestro, que va más allá de un modo de vida al cual acudir para vivir de él, constituyéndose en el referente permanente de lo que es aprender a ser, aprender a vivir juntos, aprender a conocer y aprender a ser, como reitero nos señala Delors.

Recuperar la escuela como un espacio digno para forjar hombres y mujeres de bien, desarrollando sensibilidades comprometidas con el bienestar y la felicidad de todos, así como el respeto a toda forma de vida. Espacio de vínculos fraternos, de comunidades de aprendizaje durante y para toda la vida.

Mientras…

los liderazgos políticos y sociales se sigan quedando en el inmediatismo de sus deseos y pasiones, dejando de lado la construcción de una sociedad y un país organizado para el bienestar y el bien común entre todos;

y las familias pongan se desvivan en una vida fatua, no valorizando la educación para el hoy y el futuro de sus hijos y para sí mismos…

seguiremos trillando los caminos infértiles de la orfandad casi obligada y la falta de sentido y de proyecto histórico.