(Artículo originalmente publicado en El Nacional, el 17 de abril de 1972)

 Un día como hoy, hace 52 años, murió la dirigente estudiantil Sagrario Ercira Díaz Santiago como consecuencia de un disparo provocado por tropas policiales del gobierno de Balaguer en el recinto de la UASD. A raíz de este crimen, Raúl Pérez Peña (Bacho) escribió el artículo que reproducimos a continuación, en el cual retrata la estirpe de esa generación de dignidad y lucha revolucionaria llamada Sagrario, que enfrentó la injusticia y el terrorismo de Estado del régimen balaguerista. 

[Proyecto por la memoria histórica Raúl Pérez Peña (Bacho), auspiciado por sus hijos Juan Miguel, Amaury y Amín Pérez Vargas]

 

Sagrario, herida, es llevada en brazos por su hermano y por varios compañeros estudiantes.

Si es cierto que en este país hay un Joaquín Balaguer y un Neit Nivar capaces de poner “detrás de cada flor un policía”, el pueblo dominicano dio pruebas el sábado de que es capaz de poner detrás de cada Sagrario una legión de combatientes.

Varias decenas de miles de personas, henchidas de rebeldía, asistieron a despedir a Sagrario. Ella no volverá; había perdido una intensa batalla por mantenerse viva, después de haber ganado junto a su familia universitaria la lucha de la dignidad.

El plomo de la policía política del régimen de Balaguer fue vaciado con saña en el joven cráneo de Sagrario, cercenándole finalmente la vida.  Siendo así, constituye una ironía ante el propio cadáver de Sagrario que el jefe de la Policía siga diciendo que ella cayó víctima de “circunstancias que somos los primeros en lamentar”.

La UASD ocupada por la Policía, en violación al fuero universitario.

Si eso no es cinismo, ¿por qué entonces no aparecen expresiones semejantes en torno a las huellas dejadas por el paso de las tropas en las edificaciones de la UASD? Los destrozos del zarpazo balaguerista contra el alto Centro están ahí, patentes, para que todos puedan apreciar hasta dónde llegan las andanzas de un gobierno como el de Balaguer, alérgico a la juventud y enemigo de la cultura.

A la UASD la pintaron por fuera, pero ya la habían apuñalado por dentro. Querer reparar con una pintura daños irreparables, sobre todo como la muerte de Sagrario y los aspectos morales de la agresión, es una prueba más de la mentalidad que rige al actual gobierno, donde hay funcionarios que llegan al extremo de prohibir una canción, mientras se anuncia por todas partes un supuesto respeto por el principio de la difusión del pensamiento y la libertad de expresión.

Culminando una briosa jornada que abarcó todo el campo de la educación nacional, el acusador y multitudinario desfile fue la más categórica manifestación de condena del pueblo dominicano al régimen balaguerista por el abuso cometido contra la UASD y contra la propia Sagrario.

Ante ese gigantesco acto de masas de repudio militante al crimen, quedan condenados al más estrepitoso fracaso los esfuerzos que afanosamente hacen Balaguer y el jefe policial por limpiarse de culpas ante el hecho. Se ve de lejos que tratan de repetir la historia del final de La Banda, cuando se quiso presentar aquella maquinaría de terrorismo como por obra y gracia de unos cuantos sujetos con uniformes policiales.

A todas luces, las “investigaciones” de los acontecimientos se encaminan a buscar “el chivo expiatorio” de turno.  Por eso todo lo reducen a dar respuestas a la pregunta de ¿quién tiró la bomba?

En este sentido, se divisa que tratarán de presentar ocupación, ametrallamiento, apresamiento, etc, como bajo responsabilidad exclusiva de ese señor que responde al nombre de Francisco Báez Maríñez. Fuera él u otro quien diera la voz de fuego, la condena del pueblo se dirige fundamentalmente sobre los responsables principales del cerco y la ocupación.  ¿Y qué dice el pueblo?  Si se hace una encuesta, la respuesta será prácticamente unánime en el sentido de que ese papel lo jugaron Balaguer y Neit Nivar.

“No confíes en nadie… yo sólo confío en mi”. Esa es una de las expresiones con que de manera simpática se pretende dar una explicación a los brutales atropellos contra la UASD.  Por otra parte, si como dijo Nivar, sólo Balaguer podía ordenar la desocupación, que era un reclamo de toda la opinión del cerco y ocupación, emanó del propio mandatario por cuanto participaron tropas de los demás cuerpos armados, a las cuales, si Neit Nivar no podía mandar a salir, tampoco podía mandar a entrar.  Esto aparte de que en su última rueda de prensa Balaguer reiteró que en su gobierno ni el más mínimo gasto de la administración pública está fuera de su control. Imagínese entonces las operaciones de la envergadura política como la ocupación de la UASD.  Los comentarios sobran. 

Pero además de los hechos del día de la ocupación, el ultraje a la UASD tiene cosas que sirvieron de precedente indiscutible, las cuales debe tener el pueblo en cuenta ahora que se pasa un balance general de todo.

En primer lugar, debe destacarse que los atropellos perpetrados contra la UASD eran viejas ambiciones que se anidaban en las altas esferas de este gobierno, caracterizado por ser un fiero enemigo del desarrollo de la cultura, condición que explica a su vez, sus planes de estrangular económicamente la UASD.

En segundo lugar, no puede pasarse por alto que en la reciente agresión a la UASD toca su cuota de responsabilidad a la política desarrollada por Juan Bosch en torno al alto centro educativo. Todo el mundo conoce las trayectorias boschistas por minar la institucionalidad universitaria, ordenando al FUSD (Frente Universitario Socialista Democrático) retirarse del co-gobierno universitario, abstenerse en las elecciones para las máximas autoridades universitarias. Asimismo, está fresca en la memoria de la gente la campaña en el sentido de que la UASD era un “centro de maoísmo”, bajo el absoluto y antojadizo dominio de fuerzas presentadas por Bosch como “cucos” para el buen desarrollo de las actividades del centro. Toda esa política quedó retratada a pleno color en el documento lanzado por el FUSD con motivo de la ocupación, donde se pretende dejar la impresión de que fueron las autoridades, y no la Policía, las principales responsables de la ocupación.

Pero, a pesar de todo, la lucha del pueblo cobró tanto cuerpo que al gobierno no le quedó otra opción que la de ordenar la desocupación de la UASD. Esa vigorosa jornada vino a reflejar nuevamente la gran sensibilidad política de nuestras masas, y su capacidad de combate cuando hacen conciencia de un objetivo justo. Es en situaciones como estas en que más se siente la necesidad de una organización revolucionaria dirigente, capaz de encauzar esas acciones.

Las movilizaciones del estudiantado nacional y el cálido apoyo dado por las masas populares a esa lucha, que forzó al gobierno a desocupar la UASD, adquirieron un nombre que hoy va calando en el corazón del pueblo dominicano: Sagrario Díaz Santiago.