Mantengo la sospecha de lo confuso y tedioso que sería convencer a un niño de 5 años sobre la naturaleza de mamífero de una ballena y destrozar así su idea de pez respecto al referido animal, muy a pesar de ser el agua su medio natural de existencia; según se puede observar, dos eventos permiten deducir su naturaleza: (i) su medio de reproducción es a través del vientre y, (ii) a su vez, el proceso de alimentación de sus criaturas es mediante leche producida por sus glándulas mamarias. Pues bien, ese diseño le otorga un puesto de honor entre el grupo de los mamíferos, según la categoría taxonómica que le confiere la biología. En tal sentido, ese tipo de ejemplo permite inferir que la biología tiene primacía sobre la cultura en lo que se refiere a cada especie como miembros únicos de la naturaleza.

Según las sociedades avanzan en el tiempo, el acervo cultural se acrecienta y tiende a modelar nuevas formas de conductas que suelen ser replicadas por las nuevas generaciones; sin embargo, en el caso de la especie humana, una preferencia social determinada o un cambio de forma utilizando cualquier medio tecnológico no altera la naturaleza biológica del sujeto. En el caso del reino animal, la biología tiene una dimensión determinística: somos bípedos y nuestra estructura sexual está previamente definida como macho y hembra, con roles reproductivos bien definidos. Sin embargo, de acuerdo con healthline.com

“Muchas personas AFAB[1] que se identifican como hombres o que no se identifican como mujeres tienen los órganos reproductivos necesarios para tener un hijo”[2]

Obviamente, al nacer, la naturaleza revela que usted es macho o hembra sin importar la preferencia sexual que asuma en el futuro a partir de ciertos patrones culturales de su entorno; en tal sentido, la preferencia asociada con la satisfacción del deseo sexual no cambia ni altera, en modo alguno, el potencial de su naturaleza biológica ni los atributos característicos de cada sexo asociados con la reproducción. Y, en consecuencia, por más que alguien quiera o desee sentirse y hasta comportarse como miembro del sexo opuesto, la condición biológica sigue vigente de manera inalterada. Además, no existe motivo socialmente válido para rechazar el derecho a tener descendencia utilizando esos atributos otorgados por la biología; tampoco genera escozor social la renuncia voluntaria a tener descendencia y reproducir sus genes.

No obstantes, aunque no haya rechazo social a la no utilización del privilegio biológico, siguiendo el patrón asignado por la naturaleza, eso no deriva en un derecho social para la adopción, y hasta la educación en las propias preferencias sexuales, a descendientes de otras familias, cuyas formas de creencias podrían perfectamente ser diferentes. Utilizar un elemento propio de la cultura, como es el caso de la tecnología, para contraponerse a la ruta evolutiva de la especie humana motiva a una amplia reflexión puesto que la fundamentación teórica que se esgrime no resulta muy convincente.

Veamos, a manera de ejemplo, un tramo de la ruta conceptual seguida por KC Clements[3] para justificar la idea de apoyo hacia la utilización de la tecnología para la concepción de una nueva vida desde el vientre masculino; en ese sentido, expresa que:

“No hay nada inherentemente femenino en la concepción, el embarazo o el parto. Ninguna parte del cuerpo, ni función corporal, tiene un género inherente”.

Sin embargo, es discutible si una alteración de la biología humana, provocada por su capacidad creativa, confiere ipso facto derechos especiales; la biología humana establece con precisión los roles orientados hacia su propia reproducción y la dotación de factores con sus funcionalidades específicas para cada sexo: el macho es un donante de material bioquímico y la hembra una receptora de ese fertilizador del huevo (óvulo). Y, eso ha funcionado perfectamente bien en todas las especies de origen animal. En consecuencia, que la tecnología posibilite trasplantes de útero para que las personas AMAB (asignado varón al nacer) puedan gestar y dar a luz a sus propios hijos, no está exento de riesgos y peligros, puesto que las alteraciones drásticas de la naturaleza no son necesariamente neutrales.

Transmasculino se usa para describir a un individuo AFAB que se identifica o se presenta hacia el lado masculino del espectro. Esta persona puede identificarse como un hombre o cualquier otra identidad de género, incluidas las no binarias, las de género o agénero. Muchas personas de AFAB que se identifican como hombres o que no se identifican como mujeres tienen los órganos reproductivos necesarios para tener un hijo. También hay tecnologías emergentes que pueden hacer posible que las personas de AMAB lleven un niño Como señala Kaci, “No hay nada inherentemente femenino o femenino en la concepción, el embarazo o el parto. Ninguna parte del cuerpo, ni función corporal, tiene un género inherente. Si tu cuerpo puede gestar un feto, y eso es algo que deseas, entonces también es para ti”. Las personas que experimentan disforia de género pueden notar que estos sentimientos se intensifican a medida que su cuerpo cambia para adaptarse al embarazo. La asociación social del embarazo con la condición de mujer y la feminidad también puede generar malestar. Dejar de usar testosterona también puede exacerbar los sentimientos de disforia de género. Es importante tener en cuenta que la incomodidad y la disforia no son un hecho para todas las personas trans que quedan embarazadas. De hecho, algunas personas descubren que la experiencia de estar embarazada y dar a luz mejora la conexión con su cuerpo. “No hay nada inherentemente femenino en la concepción, el embarazo o el parto. Ninguna parte del cuerpo, ni función corporal, tiene un género inherente. Varón asignado al nacer parece factible que los trasplantes de útero y otras tecnologías emergentes hagan posible que las personas de AMAB lleven y den a luz a sus propios hijos". KC Clements es un escritor queer no binario que vive en Brooklyn, Nueva York.

[1] Asignado como hembra al nacer.

[2]https://www.healthline.com/health/transgender/can-men-get-pregnant#TOC_TITLE_HDR_1

[3] KC Clements es un escritor residente en NY.