Tal vez pocas veces hemos analizado las diferencias entre un “loco” y un “cuerdo”, huelga resaltar la importancia de conocer bien esas diferencias. Comencemos reconociendo que los cuerdos tienen cierto grado de locura y los locos pueden tener bastante cordura. El límite es más frágil de lo que solemos creer.
Aunque evidentemente hay condiciones físicas o biológicas que pueden alterar nuestra conciencia, nos vamos a centrar en elementos psicológicos.
El ser humano, aparte de sus conductas instintivas, dirige su existencia acorde a referencias que aprende en su crianza y experiencia, que le permiten realizar una vida más o menos satisfactoria. Definitivamente somos influidos por nuestro entorno cultural, podemos afirmar que normalmente una persona nacida en Latinoamérica tiene mucha posibilidad de pertenecer al cristianismo y una persona nacida en la India al hinduismo, el hijo de un profesor universitario tiene más probabilidades de ser un gran empresario que el hijo de un obrero y la hija de una madre adolescente tiene más probabilidades de embarazarse siendo menor de edad. Y todo esto se debe a que nuestro entorno nos moldea, aunque no necesariamente nos determina, porque tenemos la capacidad de no dejarnos dominar por las tendencias.
Hoy hablamos mucho de ser libres, y podríamos considerar que se trata de no seguir reglas, vestirnos diferente a lo esperado, tener sexo sin límites, no trabajar, no estudiar, no respetar tradiciones sociales, interpretar la realidad como se nos antoje, que los demás no se “metan en nuestras vidas”, etc. Los que logran ese grado de “libertad”, también suelen perder el sentido existencial, porque, aunque no limitarse por reglas pudiera parecernos atrayente, nos incapacitaría para vivir como humanos, ya que tuvimos que “domarnos” a nosotros mismos para dejar de actuar como animales. Retroceder evolutivamente puede parecer emocionante, pero usualmente es muy peligroso, tanto individualmente como para nuestra especie.
No tener principios, valores, ética o moral, podría parecer ventajoso, ya que podríamos hacer lo que se nos antoje, sin necesidad de esforzarnos para adaptarnos a nada ni a nadie, no habría sentimientos de culpa y algunos entenderían que sería la forma de constituirse en el Superhombre descrito por Nietzsche, pero también habría que reconocer que sería la forma de retroceder al nivel salvaje del que venimos. Nietzsche consideró que el someterse a normas sociales limitantes era propio de los débiles. Resulta oportuno señalar que Hitler era un admirador de esas ideas, lamentablemente muchos piensan igual, ya que están de acuerdo con que hay que aprovecharse de los demás y ven al humanismo como un estorbo, sólo útil para elaborar discursos demagógicos.
Sin embargo, estamos programados para superarnos (lo que no es sinónimo de enriquecernos). Nunca desaparece totalmente el animal que vive en nosotros por lo que mantenemos tendencias inconscientes o instintivas. En las diferentes especies animales, existen conductas instintivas no sólo para favorecer al individuo sino también para preservar la especie, incluso a costa de la propia vida, y esto sucede así, porque, aunque a veces lo ignoramos, estamos estrechamente interconectados. Nuestra mente está diseñada para integrarnos de forma armónica a los demás y mientras logres reconocer a grupos más numerosos de personas como “los tuyos”, mejor salud mental tendrás. Por ejemplo, si sólo me intereso por mí, ni siquiera yo estaré bien, no será extraño que padezca de numerosos trastornos mentales…y físicos.
Aunque no siempre nos agrade, necesitamos límites, barreras, reglas, tradiciones, religiones, exigencias grupales, etc., y en la medida en que logremos adaptarnos a todo eso sin traicionarnos a nosotros mismos, evolucionamos como seres humanos. Alcanzar la madurez no posibilita que la sociedad se adapte a mí, sino el yo adaptarme a ella. Si soy diferente, me integro con inteligencia a mis circunstancias de vida o colapso. Cuando creemos que todos los demás están equivocados, aunque existe la posibilidad de que seamos unos genios, lo más probable es que tengamos trastornos mentales.
Recientemente escuché una noticia de un hombre de más de 50 años que decía sentirse como una niña de seis y una familia decidió adoptarlo y que asistiera a una escuela de niños. Si yo me creyera un pez, sería más sensato llevarme al psiquiatra que convertir mi casa en un acuario, porque al no ser verdaderamente un pez, aunque convierta mi casa en un acuario no tendré la felicidad que creo que disfrutaré en mi vida acuática. Increíblemente hemos considerado que ser inclusivo es seguirle la corriente a alguien que ha perdido el juicio.
Todo ser humano en alguna ocasión ha estado convencido de algo totalmente errado, pero la capacidad de escuchar a los demás y de reconocer cuando un camino no te está llevando a donde quieres, te permite mantener un pensamiento coherente y la coherencia es esencial para la cordura. Si luchas mucho por hacer creer que eres lo que no eres, lo más peligroso es que puedes terminar creyéndolo tú.
Errar es humano, pero no poder corregir el rumbo es peligroso. Todo lo que conocemos puede fallar y nuestra mente no es la excepción, una evaluación psicológica a tiempo puede impedir un descalabro existencial.