Dios los bendijo, diciéndoles: «Sean fecundos y multiplíquense. Llenen la tierra y sométanla».
La partida física de Amada Pittaluga Nivar de González (1935-2023), la fundadora de la archiconocida cadena de laboratorios “Amadita”, nos da la ocasión de celebrar una trayectoria que supo ser parte positiva del crecimiento poblacional y empresarial dominicano exhibiendo una gran dedicación y autoexigencia.
Hija de la célebre poeta y feminista Amada Nivar de Pittaluga, su hoja de vida pone en evidencia que, aunque en una disciplina diferente, ella exhibió el mismo profesionalismo que sus dos hermanos más conocidos: el periodista Salvador Pittaluga Nivar, fundador del Sindicato Nacional de Periodistas Profesionales y de los premios Caonabo de Oro del periodismo, y Manuel Pittaluga Nivar, paladín del sistema de ahorros y préstamos que tiene en su aval haber estado en los orígenes de diversas asociaciones de ahorros y préstamos así como del Banco Nacional de la Vivienda.
“Amadita” supo adaptar sus circunstancias vitales a una visión de sí misma como una profesional de gran valía y lo logró, sin lugar a dudas.
Después de haberse capacitado en su oficio, aprovechó las circunstancias de la especialización de su esposo para continuar formándose. Paulatinamente empezó a asumir más responsabilidades, primero dentro de otras entidades y luego con respecto a su propio laboratorio, que ha sido de los pioneros en la realización de diversos procedimientos y en la adopción de estándares de calidad.
Su oferta de servicios también se amplió en términos cuantitativos, creciendo a un ritmo mayor que una sucursal anual, una proeza admirable en términos administrativos y gerenciales. Naturalmente, contribuyeron a estos logros el hecho de que la población dominicana se haya multiplicado por nueve en el transcurso de su vida y que también crecieran otros indicadores como el PIB absoluto y per cápita.
Ella no estuvo sola en su caminar. Aplicando el proverbio Medice, cura te ipsum (“Médico cúrate a ti mismo”, que es tan antiguo que ya aparece como cita en la Biblia) y como bioanalista que era, supo reconocer que los cuerpos humanos se van gastando con el tiempo.
Si al principio de su carrera paulatinamente fue asumiendo responsabilidades, con el paso de los años, también fue delegando y entregando funciones, principalmente a su descendencia, pero, como su éxito fue tan grande, integrando a muchos otros corresponsables que hoy lamentan su partida y a la vez están en condiciones de seguir atendiendo a un segmento importante del país que la vio nacer, crecer y multiplicarse. Paz a sus restos. O, dicho en términos bíblicos: «El Séptimo día Dios tuvo terminado su trabajo, y descansó en ese día de todo lo que había hecho».