Gracias a valiosos textos, como es el caso de los publicados por los distinguidos intelectuales e historiadores Bernardo Vega, Cándido Gerón, Rafael Darío Herrera y Olga Lobetty Gómez, así como infinidad de reportajes y diversos  artículos escritos en medios de prensa nacionales a lo largo de las últimas décadas, puede afirmarse que se cuenta con hoy con abundante documentación para conocer el periplo vital del general Desiderio Arias, nuestro último caudillo.

El general Desiderio Arias, nuestro último caudillo.

No obstante, no es tarea historiográfica sencilla, tras hurgar en testimonios, textos y  documentos, alcanzar claridad plena en lo que respecta a la relación compleja y tensa, aunque a ratos aparentemente cercana y amigable, entre Trujillo y Desiderio, muy especialmente en el periodo comprendido entre el 23 de febrero de 1930 y la caída definitiva del legendario guerrillero, victimado por las poderosas huestes de la tiranía incipiente  en los Cerros de Gurabo, Provincia de Mao, el 20 de junio de 1931.

Muchas y del no del todo clarificadas interrogantes, surgen tras el análisis sosegado y meticuloso de la documentación existente.

¿Creyó Desiderio, de buena fe, en que con el golpe del 23 de febrero de 1930, azuzado y dirigido por Trujillo, como sierpe reptante entre las sombras, se inauguraba un tiempo nuevo o era, en cambio, la forma que “ la última espada del jimenismo” encontró más expedita para consumar el golpe definitivo a  su secular y ya declinante adversario Horacio Vásquez?

En este aspecto, es verdad sabida que, tras hacerse manifiestos los planes continuistas de Horacio Vásquez, consideró Desiderio que era el viejo caudillo el adversario a vencer en la contienda electoral que se avecinaba y es por eso que el sábado 16 de marzo de 1929, como cabeza del partido liberal, sostiene una importante reunión con el líder del partido progresista, el Lic. Federico Velásquez, a los fines de alcanzar un entendimiento encaminado a sumar fuerzas, mediante la llamada “ Compactación”,  que junto al Partido Republicano, liderado por Estrella Ureña y el Partido Nacionalista, se proponían conjurar la reelección y  evitar el continuismo del Partido Nacional.

Pero, como un punto de inflexión que alteró radicalmente la vida política nacional, se consumaría el golpe del  23 de febrero de 1930.  ¿Qué  pretendía Desiderio y cuáles las motivaciones que le condujeron a unirse al mismo y legitimarlo con su firma y sus hombres, para pocos meses después expresar en el manifiesto de su rompimiento definitivo con Trujillo, cuando ya sus días estaban contados, que era “ necesario ser honrados y manifestar responsablemente que, el 23 de febrero de 1930 no nos legó nada…que sólo resucitó los odios y las pasiones, dando una oportunidad mayor que nunca al entronizamiento de la traición y el incremento del crimen, alentando los abusos de autoridad y los excesos de poder”?

¿Y qué esperaba Desiderio? ¿Acaso no llegó a conocer los oscuros  antecedentes del sátrapa incipiente?, ¿En torpe y errado cálculo creyó  que podría manipularle en función de sus personales intereses o fue Desiderio, que aunque carente de letras, le sobraba astucia, víctima del encantamiento de sus más cercanos acólitos, tal el caso de Mario Fermín Cabral, Juan Tomás Ligtgow, quienes le convencieron de que era preciso hacer causa común  con el “ hombre nuevo” y  sus edulcoradas  promesas de insuflar vitalidad y sangre juvenil a los cansados resortes de la patria?

Pero, ¿podría afirmarse sin pecar de ligero, que Desiderio fue víctima del engaño? ¿Acaso el aura mágica de la leyenda no precedía al celebrado caudillo liniero,  que “…tiene el sí retenido y meditado del hombre superior” y  el cual hacía la diferencia, pues, como pontificara uno de sus encendidos apologistas: “… hay muy pocos políticos en este medio corrompido, que sepan evadirse con tanta dignidad como él, de la emboscada de un profesional político o de la imposición de un engreído MANDON…”?

Porque es lo cierto, conforme lo describían sus enfervorizados seguidores y así quedó canonizado por el mito, que Desiderio, aquel hombre “alto, delgado y de caminar recatado”, era “fuerte como el roble de nuestras dormidas montañas, apacible como los LAGOS profundos, y humilde como el SABIO vidente” y  que “nadie sabe como este hombre ha podido resistir en el puente del deber, no le teme al soplo fiero de la tormenta desenfrenada, si vislumbra en el misterio de los acontecimientos el triunfo sagrado de su propósito”.

¿Cómo no idolatrar a quien  “…cuando dice a esperar no se fatiga; es incansable, y lo hace con una exactitud de cronómetro suizo… que, cuando espera triunfa y cuando ataca vence…?

Por el contrario, los adherentes del Trujillato,  serían los principales  articuladores de la leyenda negra desiderista. Tal es el caso del temible y sanguinario chacal de La Herradura, el  general José Estrella,  a quien correspondería tomar papel de principalía  al lado de Trujillo para enfrentar el conato insurreccional de Desiderio y darle muerte, y quien llegaría a  describirlo  como un taimado caudillo, que “tenía por costumbre engañar en política a todos los jefes de Estado

O como le describiera 16 años después de su caída, el general Pedro A.  Estrella (Piro), otro de los cercanos a Trujillo combatiendo a Desiderio y quien  afirmaría de este  que  “nunca estaba conforme con nada ni con nadie…”, que a diario iba aumentando sus exigencias a Trujillo…que le pidió un carro a Trujillo y se lo mandó; le pidió cápsulas y se las mandó; le pidió rifles y  se los mandó…”

Y así, entre heroicas apologías e interesadas detracciones, se van sucediendo las incógnitas y las interrogantes.

¿Acaso  pensaba Trujillo que el veterano caudillo se avendría dócilmente a sus designios absolutistas? ¿O consciente del profundo arraigo que sabía ostentaba como figura indiscutida de la región liniera, alentaba sinceras esperanzas de ganar su adhesión y la de los suyos a bases de lisonjas y canonjías antes que vencerle o derrotarle mediante las armas, como finalmente terminaría ocurriendo?

¿Acaso las buenas y educadas formas que trasparentan los intensos y frecuentes intercambios epistolares de ambos por aquellos días no eran más que la acaba expresión de la simulación recíproca; una farsa insincera  y sinuosa propia de quienes se estudiaban mutuamente, sabedores de que más temprano que tarde el duelo definitivo se tornaría inaplazable?

¿Qué acordaron Trujillo y Desiderio en los primeros días de mayo de 1931? Desiderio, preguntado al respecto por un periodista santiagués, no quiso revelar datos al respecto, limitándose a contestar: “…es necesario que el pueblo sepa que no hay bases ni convenios entre el Hon. Presidente de la República y yo. Nuestra entrevista fue la de dos buenos y viejos amigos, en que se tocaron diversos tópicos que no dudo redundarán en beneficio de la reconstrucción nacional, en la cual el Hon. Presidente está vivamente interesado, a tal punto que recabó de mi humilde persona mi opinión y colaboración, la cual gustoso y como un deber ineludible de patriotismo le ofrecí incondicionalmente”.

El 4 de mayo de 1931, Desiderio lanza un manifiesto desde Santiago, en el cual expresaba:

En más de una ocasión el Honorable Presidente Trujillo ha tenido mi leal y franca colaboración. Con ella ha debido y debe contar siempre porque mi palabra vale tanto como mi firma y mi firma como mi conciencia. Amante de la paz y del trabajo a los cuales he rendido culto toda mi vida no he vacilado en el instante supremo al reclamo del patriotismo, que toca las puertas de mi pensamiento y de mi corazón para dar una vez más una prueba constante a la devoción por ellos sentida.

Recomiendo, pues, a mis amigos, seguir el camino que se les ha señalado, de abnegación y fidelidad a los principios sustentados por el gobierno del Honorable Presidente, Gral. Rafael Leonidas Trujillo”.

Pero algo se presentía y se olfateaba en el enrarecido panorama político, sugerente de que no andaban bien las cosas entre Trujillo y Desiderio, a juzgar por el comunicado aclaratorio que al día siguiente del manifiesto, enviara al Listín Diario el poeta Osvaldo Bazil:

Esto dicho de modo categórico debería bastar para despejar toda nube que la maledicencia pudiera colocar para medro de políticos sin escrúpulos y para sembrar la ponzoña del mal en donde sólo hay rocíos de buenas intenciones y nobles propósitos de colaboración leal para el mayor prestigio de la República que disfruta en esta hora de completa paz, de una inteligente y honrada administración. El pueblo dominicano puede contar como cosa cierta que el General Trujillo no le dará paso a ninguna inmoralidad”.

Y el poeta Emilio Morel, el mismo que exaltara las glorias de Desiderio en el pimentoso merengue que, aún hoy, perpetúa sus hazañas, en escueto y sentido telegrama que le remite el 6 de mayo de 1931 expresaba a su amigo:

Celebro que tu reflexiva actitud haya dado término a las maniobras de quienes pretendían enfrentarte a poderosos intereses políticos, con los cuales pueden los tuyos convivir armónicamente”.

El 27 de mayo de 1931 Trujillo se entrevista con dos de los más fieles seguidores de Desiderio, Salomón Haddad y Carlitos Daniel, dándole cuenta dos días después, del resultado satisfactorio del encuentro:

Ratifícole garantías a los generales Morillo y Zarzuela. Me siento siempre, por temperamento y por ideología, a practicar el bien de la manera más generosa y en mi palabra hay que tener confianza. Lo que Ud. haga en mi nombre y en nombre del gobierno, será respaldado por mí. Abrázale.

Pdte. Trujillo”.

Cinco días antes del alzamiento definitivo de Desiderio, efectuado el 13 de junio de 1931, Trujillo, enterado de los quebrantos de salud que padecía Desiderio, envía Trujillo hasta su lecho al Doctor Manuel Grullón, quien acompañado de Mario Fermín Cabral, acude a cumplir su misión.

En la misma fecha,  no se hace esperar el telegrama de Trujillo a Desiderio:

Por el Senador Cabral me he enterado con satisfacción de la mejoría experimentada en su salud. Celebro las buenas impresiones que me trae, confirmativas de su eficaz cooperación. Estoy satisfecho de todas sus gestiones  y aguardo a los señores Zarzuela y Morillo para dejar probado una vez más que sólo me animan deseos de concordia y que por lo mismo los recibiré con los brazos abiertos”.

¿Era acaso la expresión sincera de la verdadera preocupación o la forma velada de mantener la vigilancia sobre el enemigo, al tiempo que ya se preparaba la andanada final encaminada a su liquidación?

Aún el esperado final del desenlace entre Trujillo y Desiderio no está exento de interrogantes y conjeturas. Conforme el testimonio de un testigo y participante en los acontecimientos, Trujillo manifestó en Santiago, con voz enérgica y tronante: “Vamos a atacar a Desiderio, ya este hombre ha creado una situación que no se puede aguantar. He tratado de atraerlo al camino del bien, pero él rehúye salir al claro”.

Pero tampoco es nada desdeñable, aunque ofrecido 16 años después, el testimonio del general Joaquín Cocco, para aquellos días finales de Desiderio,  Capitán y Comandante de Octava Compañía del Ejército, con asiento en Puerto Plata.

Sería llamado a Montecristi, donde acampaba Trujillo, quien huésped en la casa solariega de Isabel Mayer, decide, procurando contrarrestar los efectos del calor insufrible, ir con sus hombres a pernoctar en el edificio de la aduana vieja del morro.

El Capitán Cocco, por ser de mayor edad que los oficiales del Cuerpo de Ayudantes, asume transitoriamente la jefatura del mismo, colocando su cama, conforme relatara, en la misma escalera que daba acceso al piso alto donde pernoctaba El Jefe.

Es entonces cuando, en plena madrugada,  recibe la información del Capitán Fausto Caamaño, entonces comandante del Ejército en Montecristi, quien le expresa: “avisan de Mao que Desiderio se fue al Monte, llama al Jefe y dícelo”.

El Capitán Cocco le pide a Caamaño aguardar un momento y va a despertar a Trujillo, quien se coloca boca arriba y un tanto somnoliento expresa a Cocco: “eso no es verdad. Desiderio es mi amigo”. Y se  volvió sobre su brazo derecho, quedándose dormido.

A pocas horas, y tras comprobarse la veracidad del alzamiento, se intensificó la persecución implacable. Y poco después, Desiderio era ya cadáver, victimado por las tropas persecutoras en los Cerros de Gurabo, en la encrucijada situada entre Restauración, Monción y Mao.

Fuentes señalan que no se fue al monte por que quiso, sino porque alertando por el práctico de confianza que tenía apostado en la barca situada en el río Yaque, el fiel Ramón Antonio Núñez (Totín), recibió a tiempo el mensaje inquietante: “ General, la guardia está cruzando el río”.

Fuentes

Archivo de Bernardo Vega. Archivo General de la Nación, Santo Domingo, Distrito Nacional.

Listín Diario, 1929, 1930 y 1931.