Circula en foros de WhatsApp de pedernalenses una preocupante denuncia de pequeños empresarios locales sobre el proceso de desarrollo turístico de la provincia, que el Gobierno debe atender sin pérdida de tiempo porque, si es cierta, contravendría la esencia del proyecto presentado como diferente apuesta ecosostenible con participación comunitaria real para construir el desarrollo integral de la Región Enriquillo (Pedernales, Independencia, Baoruco y Barahona).

Según su punto de vista, las autoridades juegan con la estabilidad económica de los negocios locales, no hay inversión en los municipios Pedernales y Oviedo, y crece el caos por falta de ordenamiento territorial municipal.

Como nativos del destino que provee los recursos naturales, sólo reclaman derecho a participación en las inversiones y competencia leal.

Señales peligrosas que, conforme sus observaciones, atentan contra hoteles, hostales, villas, restaurantes, hasta cafeterías y otras empresas de servicios:

Ya están comprometidos con foráneos todos los locales comerciales del puerto de cruceros Cabo Rojo, que recibirá el 18 de diciembre de 2023 la primera carga de turistas; para los visitantes programados, ya les tienen guías personalizados, pese que existe la Asociación de Guías de Pedernales.

Han comprado ocho carros van de 18 pasajeros y otros vehículos buggy para transporte hacia atractivos como hoyo de Pelempito y Bahía de las Águilas, pese a que hay ofertas locales.

No construyen el frente marino (malecón, plazas, viviendas, zonas de recreo), mientras anuncian la construcción de un hotel privado estilo resort y un restaurante, en el litoral del municipio cabecera.

La denuncia de Romel Reyes, presidente de Lemon Rent a Car Service, y de la compañía  de transporte turístico InverSur SRL, es atendible comoquiera. Igual que la crítica del agrónomo y pequeño empresario hotelero Marino Vilomar, sobre el incumplimiento en la construcción del frente marino y el desorden territorial.

Si verdad, el Gobierno debe volver la vista atrás y enmendar de inmediato las desviaciones porque, de ser reales, serían señales de construcción de “ciudades del padecimiento” versus “ciudades del disfrute”, contrario a la atractiva promesa oficial desde el primer palazo de las obras.

Si falsa, serviría para refrescar la memoria respecto de la propuesta gubernamental de turismo sostenible y construcción del bienestar general de las comunidades del destino, lo cual debe implicar modernización y desarrollo de los municipios.

Pedernales es una provincia empobrecida (casi 60% de población), conformista y anómica, por tanto muy vulnerable, en el extremo sudoeste, en la frontera con Anse -a- Pitre, un depauperado pueblito del Departamento Sur de Haití.

La requeté-advertida dispersión de sus sectores productivos y organizaciones sociales y culturales ha sido, históricamente, su “talón de Aquiles”, el hueco que sectores foráneos han aprovechado para entrar y explotar sin miramientos sus recursos naturales, espacios públicos y otros bienes, y, como si fuera un mérito, a cambio recibir mares de loas y reconocimientos de dioses por doquier.

He celebrado y hasta he promovido desde su concepción el Proyecto de Desarrollo Turístico de Pedernales, en ejecución tras más de dos décadas de una batalla judicial librada por las gestiones de gobierno del Partido de la Liberación Dominicana  por la recuperación de tierras estatales enajenadas a inicios de los años 90 por turpenes en complicidad con funcionarios del gobierno de Joaquín Balaguer.

Pero he reiterado de manera sostenida que nuestro apoyo está condicionado a que la iniciativa se realice con estricto apego al turismo sostenible y a la ejecución a la par de un plan real de desarrollo integral de los municipios, distritos municipales, secciones y parajes de la provincia.

Lo contrario implicaría la desgracia de “veronización” a Pedernales; o sea, caer en la tentación de enclaves con resorts todo incluido, mientras se crea periferias plagadas de miseria y promiscuidad.

La tentación está latente porque muchos gustan de la “ley del menor esfuerzo” para producir plusvalía de la noche a la mañana en desmedro de la vida de las comunidades. Y el individualismo enraizado en Pedernales les sirve de esprín impulsor.

Un indicador tenebroso del camino torcido que comenzamos a recorrer en vista de la falta de la intervención de la autoridad, es la instalación alocada de cualquier tipo de negocios en cualquier lugar, sin la guía de un plan de ordenamiento territorial.

No es fortuito que áreas como todo el entorno del parque central o el maleconcito ya sean insufribles, sólo aptas unos cuantos, por los riesgos de riñas y los niveles de contaminación visual, sónica y por desechos. O que, urbanizaciones como Barrio Alcoa, ahora se inunden con las lluvias porque las construcciones sin planificación han bloqueado las escorrentías naturales que llevaban las aguas hacia el mar.

Pedernales urge de las sinergias de todo su liderazgo y todas sus organizaciones en torno a los objetivos del desarrollo turístico y otro tipo de industrias, a menos que quiera repetir costosos errores con que comenzaron otros polos.

El Gobierno, entretanto, debe prestar mucha atención a las quejas comunitarias; sobre todo, a la disparidad en las inversiones en Cabo Rojo (sitio de hoteles y puerto) y los municipios. Nada se pierde si toma en serio la denuncia de que foráneos se comerán la masa y los pueblerinos los huesos y el polvo.

Prestar atención porque, más temprano que tarde, los “oídos sordos” de autoridades ante reportes de ciudadanos pagan muy caro.