El presidente de El Salvador, Nayib Bukele, se ofreció el pasado mes de marzo para "arreglar" la crisis de inseguridad y violencia que se vive en Haití, provocada por pandillas armadas. Pero, aparte de los medios de comunicación, nadie le ha hecho caso.

Su propuesta fue escuchada, pero no recibió el respaldo de la comunidad internacional, esa que tiene la responsabilidad y obligación de ayudar a buscar una solución a la crisis que afecta a la nación más empobrecida del continente americano.

El anuncio en la semana que concluye, de la instalación del Consejo Provisional de Gobierno en Haití, el cual se encargará de trillar el camino para la celebración de elecciones para escoger nuevas autoridades en febrero de 2026, es una enorme responsabilidad que por ahora resulta cuesta arriba pronosticar el éxito ante tantos escollos pendientes de resolver.

Aun no está claro si Jimmy “Barbacoa” Cherizier , líder de las pandillas haitianas, aceptará o combatirá al nuevo Consejo Presidencial, quien ya calificó de “sinvergüenzas” a los políticos que se han unido al nuevo consejo, acusándolos de ser los responsables de llevar al país donde se encuentra hoy.

Estados Unidos y Francia han sido las dos potencias que, de una u otra forma, le han sacado multimillonarios beneficios económicos a Haití.

Haití fue colonizada, abusada y saqueada por invasores franceses bajo el reinado de Carlos X, de Francia, en el siglo XVIII.

En 1825 Francia obligó a las autoridades haitianas a pagarle la suma de $150 millones de francos por haberse independizado en enero de 1804, hecho que convirtió a Haití en el primer estado independiente de América Latina.

Para lograr conseguir el pago de tan elevada suma, unos $22 millones de dólares en la actualidad, Francia amenazó a gobierno haitiano de invadirlos de nuevo si no obtemperaban a su reclamo. Y como mecanismo de presión, envió varios buques de guerra a las costas de Haití.

¿Qué buscaba el rey Carlos X con esa demanda? Compensar a los ex colonos dueños de las plantaciones y que en su mayoría eran miembros de la burguesía esclavista francesa que perdieron sus propiedades a raíz de la declaración de independencia de la ex colonia, anunciada por Jean-Jacques Dessalines.

Haití no disponía de esa cuantiosa suma de dinero, por lo que la banca privada francesa se ofreció otorgarle un préstamo para que amortizaran la deuda, la cual aceptó para evitar ser invadido de nuevo por la metrópoli. Así, el reino francés logró imponer una dependencia económica con el país haitiano que imposibilitaba su desarrollo.

Dessalines hizo todo lo posible por restablecer la economía. Pero en 1806 fue traicionado y asesinado por dos de sus colaboradores: Alexandre Petión y Henri Christophe, quienes luego se repartieron el poder.

La rebelión de esclavos que produjo la lucha libertaria en Haití levantó el temor de los Estados Unidos, de que algo similar pudiera ocurrir con los esclavos del sur de esta nación, por lo que Haití no fue reconocido por los norteamericanos sino hasta el 1862.

Fue en 1915 cuando surgió la primera ocupación de EEUU en Haití, que se prolongó hasta 1934, con el pretexto de “proteger vidas y propiedades de los estadounidenses”. Esta ocupación impactó severamente la economía haitiana.

La vida política y económica del país caribeño ha estado bajo la fuerte influencia de EEUU. Por lo que esta nación del norte es parte responsable del bienestar y desarrollo de esta media isla.

El presidente Bukele podrá tener las mejores intenciones y los mejores deseos para hacer en Haití lo que logró en su país con mano dura.

Ha impuesto un record mundial apresando a más de 70 mil pandilleros que extorsionaban, violaban y asesinaban a su antojo. Piensa que su fórmula podría funcionar en Haití, donde existen más de 200 pandillas fuertemente armadas y dedicados al tráfico de armas, drogas, asesinato, extorsión y secuestros.

Quizás lo propuso a sabiendas de que esa injerencia jamás se lo permitirían las autoridades haitianas, y mucho menos el gobierno norteamericano.

A partir de 1993, la Organización de las Naciones Unidas ha enviado una decena de misiones a Haití, con el objetivo de llevar paz y estabilidad en la empobrecida nación. Y aun no ha logrado nada.

Todo lo contrario, los pandilleros haitianos han recrudecido sus acciones a través de los años y se han fortalecido en la isla de tal forma que hoy en día, la mayoría de los países están tratando de sacar al personal diplomático y consular, así como a los ciudadelanos extranjeros que residen en la isla ante la escalada de violencia.

Un Estado fallido sin gobierno oficial porque mataron a su presidente, ni Parlamento, ni ejercito. Una nación sumida en una crisis política, humanitaria y de seguridad sin precedentes que ha obligado a que más de 100,000 personas huyan de Puerto Príncipe y otras regiones.

La Oficina de las Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios considera que más del 42% de la población de Haití necesita asistencia humanitaria, ayuda que mayormente consigue de República Dominicana.

A pesar del muro fronterizo y la militarización en toda la línea divisoria, República Dominicana sigue siendo su mejor mano amiga y la que mejor facilidades le otorga de toda la región, cosa que no consiguen de las  grandes potencias occidentales y de los que se han aprovechado de sus recursos naturales por muchísimos años.