No hay que ser un gran analista para afirmar que en Estados Unidos y Europa hay una profunda falta de liderazgo político que va minando la democracia. Los norteamericanos están empantanados entre dos bisabuelos: Trump y Biden, y el conjunto del liderazgo de la Unión Europea no da para un estadista de visión mundial. China y Rusia siguen domesticadas bajo jefes todopoderosos que no se someten, ni lo harán, al escrutinio libre de sus sociedades. Estamos literalmente en un muy mal momento del desarrollo político del mundo.

En América Latina el mapa político es muy vario pinto, lo cual en sí mismo es positivo. Como durante casi todo el siglo XX la democracia fue reprimida por los grupos gobernantes y el Departamento de Estado de Estados Unidos, favoreciendo dictaduras de todo tipo. Es con la caída del muro de Berlín que se aflojaron las cadenas y pudimos comenzar a experimentar con la democracia. Cadenas de noticias se esfuerzan en encasillar los gobiernos latinoamericanos en derechas e izquierdas, sobre todo en la última categoría cuando ascienden al poder gobiernos que por décadas fueron bloqueados. Es una insensata herencia de la Guerra Fría, como el hecho de acusar a Putin de comunista que invade Ucrania.

Frente al mundo novedoso que vivimos, sobre todo después de la pandemia de la COVID, carecemos de liderazgos sensatos, racionales y comprometidos con la democracia. Los mecanismos que impulsan la promoción y elección de gobernantes en todos los niveles de las diversas sociedades están muy condicionados por el poder del dinero (plutocracias y organizaciones criminales), seducidos por el populismo como mecanismo de control social, carentes de conocimiento sobre los procesos sociales, económicos y políticos, y sin ningún fundamento ético sobre su ejercicio del poder.

Un liderazgo basado en los elementos que acabo de mencionar no favorece la democracia, ni el desarrollo de los pueblos, son estrellas fugaces que alcanzan el poder, lo agotan y salen del mismo desprestigiados e incluso en algunos casos sometidos a los tribunales. La involución de las democracias fruto de esos liderazgos es notable, basta con evocar el intento del golpe de Estado en Estados en enero del 2020, y la situación es peor en sociedades que no han alcanzado plenamente la democracia, porque esos liderazgos desprestigian la democracia. El éxito de grupos de extrema derecha se apoya en ese retroceso de la democracia.