La etapa de la revolución democrática es una transición histórica que atraviesan los países pobres, subdesarrollados y dependientes, en su ruta para alcanzar un lugar privilegiado dentro del capitalismo. Cuando este tramo es interrumpido con el triunfo de la revolución, tiene que abrir una ventana a las inversiones e innovaciones tecnológicas del capital. Además, no se asombren, se producen acuerdos y alianzas, circunstanciales y específicas, con los enemigos estratégicos de clase.
No olviden que este tránsito transcurre dentro del sistema capitalista, donde las reglas del juego la imponen la burguesía y sus representantes. Los revolucionarios se incorporan al periodo democrático de acumulación de fuerzas para disputarle el poder por la vía electoral a la clase o grupo social dominante. Es decir, van a la fiesta de la democracia con la música, la bebida y los invitados en contra. Una verdadera odisea que ocurre ante las debilidades evidentes de un movimiento revolucionario que sobrevive con precariedades de índole organizativa, teórico y un liderazgo incipiente.
El progresismo es una corriente política de izquierda, solo que más moderada; integrada en su mayoría por antiguos dirigentes y militantes revolucionarios. La izquierda de verdad es la revolucionaria, aquella portadora un nuevo modo de producción y tiene como meta suprema sustituir, en su momento, el sistema capitalista de la revolución. Ambos pueden y deben transitar juntos en esta etapa democrática. Eso sí, conjugar la teoría y la práctica que permitan distinguirse de los demás con un buen discurso, consignas, propuestas realizables y un comportamiento decente que llegue a la población.
De lo que se trata: es disputarle el dominio y control de los partidos de la burguesía, de derecha, que tiene sobre la gente en materia de gustos y preferencias ideológicas, políticas y electorales. Es una tarea dura, pero las masas no son de nadie. Solo que la derecha ha navegado sin competencia alguna en la manipulación y embrutecimiento del pueblo. El progresismo y la izquierda tienen calidad ética y moral para llegar a la sociedad y revertir la alineación ideológica que convierte a la población culpable, al votar por ellos, de su desgracia.
Para crear, mantener y consolidar, un camino independiente hacia el poder hay que marcar diferencias con los partidos políticos mayoritarios. Que la política del menor esfuerzo no los lleve a vivir protegido de la sombra de una derecha recalcitrante para conseguir espacios legislativos, municipales y algunos carguitos en la administración pública. Y, mucho menos, garantizar su personalidad jurídica.
Los últimos resultados electorales, del progresismo y la izquierda, obligan al trabajo arduo, planificado y con objetivos muy marcados, alcanzables. Sus crecimientos han dado mucho de que hablar, casi estancado, decrecimiento y poco esperanzador. Demostrando peligrosidad en sus andanzas de caminar divididos y dispersos, aliados a la derecha y/o integrarse a ellos, ha resultado en un rotundo fracaso. Sin mencionar, lo de la abstención electoral que permite abandonar el terreno del juego democrático.
Las experiencias acumuladas en materias electorales, como resultado de alianzas con el PRD, PLD y PRM, ha desvelado una profunda crisis de identidad propia, ya que sus militancias y simpatizante pierden la motivación de votar al ir aliados a partidos mayoritarios y de derecha. Aunque han obtenido "frutos" de esas aventuras; observen con cuidado sus resultados en materia de votos alcanzados, en sus gestiones legislativas, municipales y administrativas.
A la izquierda dominicana le ha dado trabajo, mucho trabajo insertarse en el tránsito histórico en marcha y preocupante timidez al proceso democrático capitalista. Los revolucionarios han acompañado al pueblo cada vez que ha desplazado, por la vía electoral, a regímenes dictatoriales, corruptos e incapaces. Se derrotó al neotrujillismo, al balaguer asesino y al PLD corrupto. Es tiempo de terminar la mala maña de atajar para que otro enlace y presentarle al país una alternativa política, progresista y de izquierda, sin ninguna vinculación con una derecha rapaz y enloquecida de lo público, ni de políticos descarados.
¡Transitar el inevitable tramo histórico con la unidad del progresismo y la izquierda en un solo bloque electoral y alternativo hacia el poder!