Concluyo con este artículo mis comentarios sobre la cuestión de la democracia en el libro Crisis de la democracia de América en la República Dominicana, obra escrita por Bosch en Puerto Rico, en 1964, analizando los factores que condujeron al golpe de Estado de 1963 y las posibilidades de retornar a la democracia.

Cuando nos preguntamos sobre el hecho de que Bosch en 14 meses pasó de ser un desconocido de todo su pueblo hasta ganar las primeras elecciones libres de nuestro país con cerca del 60% de los votos, la mayoría de dichos votos provenientes de los campesinos, encontramos una respuesta en el hecho de que él siempre reconoció al pueblo, a las grandes mayorías de nuestro pueblo, como  protagonista de su historia. “Como ser social, las grandes masas dominicanas tienen una inteligencia, una decencia y una bondad naturales que sorprenden al observador más exigente. Hasta 1961, ellas no habían sido nunca parte activa de la sociedad en el terreno político. Antes de Trujillo esas masas eran pobres en número, mayormente campesinas, y los agentes de los caudillos las manejan como se usa una mesa que es llevada de una casa a otra o de una habitación a otra según las necesidades de su dueño; bajo Trujillo, fueron la cantera de mano de obra barata para las industrias y los ejércitos del tirano. Por primera vez en la historia dominicana, alguien les dijo que ellas eran parte importante del Pueblo, de la nación, y que tenían derecho a participar en la creación de la historia, y eso lo hizo el PRD en 1961. Un año y medio después, ellas fundaban la primera democracia dominicana verdadera, una democracia social reformadora” (Bosch, 2009, v. XI, p. 256).

Desde el 1962 hasta el presente, salvo el verano del 1965, el pueblo dominicano no ha logrado imponer su agenda al orden político, social y económico de nuestro país. Su voluntad siempre ha sido secuestrada por camarillas partidarias que se enriquecen con el sudor del pueblo y postergan su justicia y prosperidad. Si Trujillo lo hizo con violencia, de manera descarada, imponiendo su voluntad con terror, sus herederos han jugado con mentiras para mantener al pueblo dominicano sometido a sus intereses.  Bosch lo demuestra desde la misma campaña electoral del 1962. “Durante toda la campaña llevada a cabo para que la creación de esa democracia fuera posible, a esas masas se le dijeron todas las mentiras que podían confundirlas, y no se dejaron engañar; se las quiso desviar con toda suerte de infamias, y su decencia natural las guio rectamente; y después se las quiso usar contra su propio destino, y su bondad natural las mantuvo leales al camino que habían escogido. Ni la fuerza, ni las dádivas ni la propaganda aviesa las apartaron una pulgada de ese camino. Las masas populares no tuvieron la menor participación en el golpe de Estado de 1963 y en ningún momento se plegaron a él”.  (Bosch, 2009, v. XI, p. 256). Esa voluntad del pueblo fue doblegada por las armas y las artimañas de los de “primera”, comerciantes, algunos curas y partidos políticos resentidos por el triunfo de Bosch y el PRD.

El golpe se materializó y los criminales de la democracia intentaron legitimar su traición a la voluntad del pueblo. “Unos días después del golpe, los partidos golpistas organizaron una manifestación para probarle al mundo que tenían popularidad, y comisiones de cinco partidos agitaron por todo el país reclutando hombres y mujeres; cuando se produjo el mitin, había más policías que ciudadanos, y los policías eran mil. Un periodista norteamericano observó que los manifestantes no llegaban a setecientos. Pero hay detalles más impresionantes: días antes del golpe, el comercio decretó una huelga general la cual era la acción decisiva para justificar la intervención de los militares golpistas, y la reacción popular fue tan peligrosa que esa huelga duró sólo un día. Ya habían fracasado las “demostraciones cristianas”, de manera que, al fracasar también la huelga de comerciantes, a los altos jefes militares no les quedó recurso político en qué apoyarse y tuvieron que dar la cara sin antifaces” (Bosch, 2009, v. XI, p. 256-257). Ríos de tinta y silencios del averno procuraron ocultar el horrendo hecho de que unos pocos hundieron a la mayoría de nuestra sociedad en la marginación y la miseria.

Bosch, y con esto termino, es optimista con las posibilidades de que la sociedad dominicana recupere su curso hacia la libertad y el progreso. “Hay, pues, gente para construir la democracia en la República Dominicana. Pero antes de ponerse a levantar otra vez la casa de la libertad y de la justicia, esa gente mira hacia su pasado, mira hacia toda la América, y pregunta: “¿Vale la pena volver a edificar para que nos roben lo que hacemos? Rusia ayuda a Cuba, y a nosotros, ¿quién nos ayudará?”. Y la pregunta demanda una respuesta clara. Porque el problema no es si los dominicanos pueden o no pueden levantar de nuevo el hogar democrático; el problema es si todavía hay tiempo de hacerlo en un país americano agobiado por males de siglos. La crisis de la democracia en la República Dominicana es una crisis de la democracia de América. Tiene sus peculiaridades dominicanas, pero no es exclusivamente dominicana. Cuando fue derrocado el Gobierno que el Pueblo dominicano había elegido el 20 de diciembre de 1962, el puñal entró en carne dominicana y su punta fue a clavarse en el corazón de América. Pues América es múltiple y es, sin embargo, una, y todo cuanto ha sucedido en un país americano ha sucedido luego en otros. Por lo menos, eso enseña la historia, y la historia no es sólo un relato de lo que ya pasó, sino, también y, sobre todo, un espejo de lo que va a pasar” (Bosch, 2009, v. XI, p. 262).